El video de una cámara de seguridad muestra un nuevo caso de malos tratos contra cinco civiles en Nuevo Laredo, además de su aparente asesinato, a manos de militares. La secuencia, recogida el 18 de mayo, muestra cómo los militares sacan a los civiles de una camioneta. Algunos de los civiles portan armas. Los soldados les desarman, los patean y luego los colocan junto a un muro. Minutos más tarde, en un momento un tanto extraño, los militares parecen refugiarse de algo y, mientras, disparan contra los civiles. Todos mueren en el acto menos uno, que fallece después en el hospital.
Las imágenes, a las que ha tenido acceso EL PAÍS, muestran cómo los soldados, con los cinco ya muertos, alteran además el lugar de los hechos. Uno de los elementos agarra armas largas con una bolsa roja para evitar tocarlas con las manos y dejar huellas, y las coloca junto a los cadáveres. Más tarde, otro se da cuenta de que uno de los cuerpos todavía lleva las esposas, que ellos mismos le han puesto antes. Pide la llave a otro compañero y se las quitan. Entre medias, paramédicos han acudido a la escena a llevarse a uno de los cinco, el que fallecería más tarde en el hospital. La Fiscalía no llegaría allí hasta pasadas las horas.
El oficial a cargo del convoy militar, el teniente de infantería José Luis N, firma el relato de lo ocurrido ante la Fiscalía General de la República, a cargo de las investigaciones. En el informe, del que este diario tiene copia, el teniente señala que él y sus hombres estaban desarmando a los civiles, cuando compañeros de estos les atacaron a balazos, “en un intento de rescatar a su personal”. Según el oficial, los militares contestaron. Entre tanto, los civiles detenidos trataban de recuperar sus armas, según esta versión. Acabados los balazos, los militares se dieron cuenta de que cuatro de los cinco estaban muertos y uno más en “estado crítico”, producto del fuego cruzado.
La versión del teniente contrasta con el video, pues en las imágenes no se ve ninguna otra camioneta civil cerca de donde están ellos, ni nadie que no sea militar disparando. Se observa cómo los militares tratan de refugiarse, pero no se alcanza a apreciar si les llegan disparos. Sea como sea, en el video se ve cómo al menos tres militares disparan contra los cinco civiles desarmados, junto al muro. Entre los disparos de los soldados, uno de los cinco se mueve, culebrea, como si quisiera huir. Parece herido, tiene los ojos vendados. Segundos más tarde, deja de moverse. EL PAÍS ha contactado a un vocero de la Secretaría de la Defensa (Sedena) para saber si la dependencia ha tomado alguna medida sobre lo ocurrido. La respuesta ha sido: “No tengo información al respecto. Ubico el evento como tal, pero no tengo más información. Tendría que checar”.
El episodio recuerda al que ocurrió en febrero en la colonia Cavazos Lerma, también en Nuevo Laredo. Entonces, militares asesinaron a cinco muchachos desarmados y dejaron malherido a otro. Todos venían de pasar la noche en una discoteca. Un séptimo joven, que resultó ileso, narró después que los militares les habían atacado a balazos sin que hubiera motivo alguno, cuando volvían a sus casas. Este muchacho contó también que los militares dispararon a uno de sus colegas, malherido, cuando salía del carro en el que iban todos, ya cuando los uniformados tenían la situación controlada.
El caso de febrero alcanzó gran notoriedad en la prensa, porque en varios videos aparecían familiares de los muchachos, enfrentándose a los militares que resguardaban el lugar de los hechos. Algunos soldados disparaban al aire o al piso. Civiles lograban tumbar a algunos soldados y los pateaban en el suelo. Las imágenes de aquel día ilustran las consecuencias de la guerra encubierta que vive la frontera noreste desde hace años. El presunto gatillo fácil de los militares -si es que no se trató de algo peor- había tenido consecuencias fatales.
Cuando el caso llegó a oídos del presidente, Andrés Manuel López Obrador, el mandatario lamentó lo ocurrido, aunque evitó señalar guerra alguna y encauzó su relato en la lógica de los hechos aislados. Tratando de distanciarse de los dos gobiernos anteriores, que registraron decenas de casos de ejecuciones extrajudiciales, torturas y desapariciones forzadas, perpetradas por marinos y militares, López Obrador suele apuntar al error puntual, la teoría de las manzanas podridas.
La secuencia del caso del 18 de mayo recoge la parte final de una persecución que inició pasadas las 14.30, entre la calle Lago Chapala y la avenida Monterrey, en el sur de la la ciudad fronteriza. El video inicia cuando una camioneta oscura de media cabina cruza a toda velocidad la avenida Monterrey y se estrella contra un muro, justo debajo de la cámara de seguridad de un centro comercial. Son las 14.36. Tras el choque, militares aparecen caminando, apuntando a la camioneta. Un vehículo militar, conocido en el medio como Sand Cat, una especie de tanqueta de uso urbano, les apoya.
La Sand Cat golpea la puerta del copiloto y la de detrás, evitando así que nadie salga por allí. Mientras, otros militares sacan al tripulante y sus acompañantes por el lado del piloto. Algunos visten chaleco antibalas y llevan colgadas armas largas. Los militares se las quitan. Algunos soldados disparan, aparentemente contra el suelo. Por el choque, los hombres parecen medio desorientados. Los militares los someten y varios los patean. En su informe, el teniente José Luis N señala que “uno de ellos tenía una herida expuesta en la cabeza, debido al choque vehicular”.
Después inicia el episodio confuso. La Sand Cat sale del solar donde está el muro con dirección norte. Al menos ocho militares se queda con los detenidos. Están cerca de ellos, les patean de vez en cuando. Son las 14.45. De repente, todos se agrupan en torno a la camioneta de los civiles, unos del lado de la puerta del copiloto y otros de la del copiloto. Se alcanzan a ver disparos que dan en el piso, a unos 15 metros de ellos, pero no está claro si son de sus propias armas o de otras. La mayoría se pasa al lado del copiloto, menos uno, que permanece del lado del piloto, a pocos metros de donde han quedado los civiles. En las imágenes se le ve disparar contra los detenidos varias veces. Desde el otro lado de la camioneta, otros dos soldados disparan con sus armas largas contra ellos.
Es entonces cuando uno de los cinco civiles trata de huir, arrastrándose. Tiene la cara cubierta con una venda. Varios de los militares le disparan y deja de moverse. El resto no se mueve, los cuatro yacen inertes junto al muro. Minutos más tarde aparece nuevo la Sand Cat del Ejército, unos cientos de metros más allá, sobre la avenida Monterrey. No se ve ningún otro vehículo cerca. Son las 14.48 de la tarde, todo ha ocurrido en apenas 12 minutos.
Cinco minutos después, uno de los militares se separa del refugio que han encontrado entre el morro de la camioneta, las puertas delanteras, y el muro. Va hacia la parte de atrás, la que da a la avenida. Toma un trapo o una bolsa roja del suelo. Se detiene unos segundo porque pasan cuatro o cinco carros por la avenida. Los militares les hacen gestos de que se vayan. Cuando ya no pasa nadie, agarra un fusil con la bolsa. Camina y lo coloca junto al cuerpo de uno de los civiles muertos. Acto seguido repite la operación: vuelve a la camioneta, toma otro fusil y lo deja junto al cuerpo de otro de los muertos.
En los siguientes minutos todos parecen ya tranquilos. Están sentados o apoyados entre la camioneta y el muro. Uno de los militares parece herido, recostado sobre la llanta delantera derecha de la camioneta. Sus compañeros parecen consolarlo. En su informe, el teniente José Luis N explica que es un sargento, encargado de la ametralladora del vehículo, supuestamente del Sand Cat. Según cuenta, el sargento “quedó lesionado por esquirlas en el rostro, resultado de impactos que dieron al cofre de cartuchos de la ametralladora”.
Paramédicos
A las 15.01 el Sand Cat se acerca al lugar del choque, acompañado de al menos tres vehículos militares. Se coloca junto a los arbustos y ahí se queda. Cinco minutos después, uno de los militares que queda al lado de la camioneta civil toma un paquete del asiento trasero y se lo da a un compañero, que tiene un cigarro en la boca. Este lo agarra y sale de escena. Acto seguido, un grupo de cinco militares, confiados por la presencia de las camionetas castrenses, se acercan a los cuerpos. Concretamente a dos, parece que los tocan con los pies. Supuestamente, uno de ellos sigue vivo. Segundos más tarde se alejan. A las 15.14, se ve a uno de esos dos hombres, de blanco, mover los brazos.
Moribundo, nadie se le acerca. Mueve los brazos, los pies, mientras los militares lo miran a distancia. Parece que se dan cuenta de que han cometido un error. El compañero que antes les ha colocado armas a los cuerpos ha dejado una cerca del herido. Pero el civil parece que no tiene fuerzas para casi nada. A las 15.17 se le acercan seis soldados, uno lleva una mochila negra, otro le apunta, por si acaso le da por agarrar el fusil. Pero no lo hace. No está claro qué sigue. En su informe, el teniente José Luis N dice que un médico castrense le dio primeros auxilios al herido y que, mientras tanto, llamaron una ambulancia. El oficial señala que el vehículo médico arribó a las 15.45.
Los militares siguen el manual. Para entonces, ya han rodeado el lugar de los hechos con una cinta amarilla. La ambulancia llega y cuatro paramédicos se llevan al civil que estaba herido, en una camilla. Lo meten en el vehículo y se van. En el informe, el teniente dice que “al continuar con la inspección del lugar se encontraron en la misma avenida, en dirección norte, dos vehículos abandonados por parte de la delincuencia organizada”. Son dos camionetas blindadas. En su interior encuentran armas largas y un fusil calibre .50, capaz de perforar blindajes.
Más adelante encuentran otra camioneta, ya sobre la calle Arandillo. En esa no encuentran nada, pero sí agujeros de bala. El teniente dice que esas camionetas eran las que trataban de rescatar a los cinco civiles detenidos. El oficial dice que en ese momento, pasadas las 16.00, llaman a la oficina de la FGR en Nuevo Laredo para informar del asunto. Mientras esperan, los militares tratan de limpiar toda marca de irregularidad. A las 16.28, uno de ellos se da cuenta de que uno de los cuatro civiles muertos que quedan junto al muro lleva puestas las esposas. Le pide las llaves y se las quita. Otro militar mira. Al cabo del rato, peritos y fiscales de la FGR llegan a la escena.
El caso fue sonado en Nuevo Laredo, no por las posibles ejecuciones, sino por la cantidad de alertas que generó en redes sociales. Los enfrentamientos que rodearon a los presuntos asesinatos cimbraron el sur de la ciudad. En videos compartidos en redes se ve a vecinos del lugar tirados en el piso, resguardándose de los balazos. La alcaldesa, Carmen Canturosas, pidió a la población a través de Facebook que no saliera del casa o del trabajo. Como suele ocurrir en casos así, las alarmas de aquel día toparon con el silencio posterior. Ni la FGR, ni Sedena dijeron una palabra de lo ocurrido o del estado de las investigaciones. Preguntada este martes al respecto, la Fiscalía no ha contestado.
EL PAÍS