Adriana Quintana se despierta a las cinco y media de la mañana en Ixtapaluca, en el Estado de México. Se lava la cara, prepara su mochila y sale de casa, a la que no volverá hasta las 10 de la noche. Hace cuatro transbordos en el transporte público para ir a su trabajo de 46 horas semanales en el centro de Ciudad de México. Es cocinera. Tarda cinco horas cada día en ir y volver a su ocupación. Como ella, dos millones de personas de la capital y los municipios conurbados dedican más de dos horas diarias en el trayecto de ida y vuelta hasta su empleo.
Entre las paredes rojas de su pequeña casa, en una vecindad dentro de la colonia Ayotla, Adriana, de 41 años, explica por qué no vive más cerca de su trabajo en el mercado Hidalgo, en la alcaldía Cuauhtémoc. “Toda mi vida he vivido aquí”, detalla. Se separó tras ser madre de dos jóvenes que ahora tienen 16 y 21 años. Los niños se quedaron con su padre. “Yo decido quedarme en la zona por mis hijos, para poder verlos y estar cerca de ellos”, explica la mujer.
6.00 Mototaxi
Sale de su hogar bien abrigada a las seis de la mañana para tomar un mototaxi que por siete pesos (unos 0,40 dólares) la deja en la avenida principal de Ixtapaluca. Trayecto corto que se puede hacer a pie, pero Adriana sufre dolores por el mal estado del cartílago de su rodilla. La noche es tupida. La cocinera saca a la luz la otra razón que le hace vivir aquí desde hace seis años, pero no buscar un empleo aquí. La paradoja es simple: en el centro de Ciudad de México los trabajos se pagan mejor, pero el alquiler de un departamento es mucho más caro; en Ayotla solo paga 1.500 pesos de renta (90 dólares), pero los puestos son más precarios y peor remunerados.
En la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) se realizan más de siete millones de viajes al día por motivos laborales. De ellos, 3 de cada 10 son de empleados que gastan más de dos horas al día en ir y volver a su puesto. En total, más de dos millones de personas. Y el trabajo se suele concentrar en un solo punto. Como Adriana, más de 800.000 personas de la ZMVM acuden cada día a una empresa o a su negocio propio en las colonias centrales de la ciudad. Entre las cuatro zonas que más empleados reciben, las tres primeras (Centro Histórico, Buenavista-Reforma, Condesa) son de la alcaldía Cuauhtémoc.
Los datos exactos sobre movilidad en la Ciudad de México son reducidos, solo se recogen a gran escala cada década. El último estudio disponible es la encuesta Origen y Destino de 2017, en el que cuatro instituciones públicas analizaron 66.000 viviendas de la zona metropolitana para conocer cómo eran las dinámicas de los viajes entre 69 municipios del Estado de México y la capital.
6.06 Microbús
Adriana se sube a un microbús a las 06.06. Este es el método de transporte más usado, con 11 millones de viajes diarios, según la encuesta Origen y Destino. El principal problema de este vehículo es la inseguridad. En los pequeños camiones se producen 6 de cada 10 asaltos que ocurren en el transporte público, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. “Es el hecho de salir de madrugada y que te puedas encontrar a alguien que te quiera asaltar”, explica la mujer. A su hermano lo acuchillaron para quitarle el celular. Por suerte, a ella de momento no le ha pasado nada.
Tras 25 minutos de trayecto en microbús, Adriana paga 13 pesos al conductor a través de la ventanilla y llega a Santa Marta. Aquí va a tomar el cablebús. Antes su ruta habitual era ir a la parada de metro de Pantitlán, pero cerraron tres estaciones de la Línea 9 por obras. Es común que las personas que usan el transporte público para llegar al trabajo tengan que modificar sus viajes por reformas, cortes de vías o problemas mecánicos. Un extra que muchas veces se traduce en llegar a casa todavía más tarde. Esos días a Adriana solo le apetece ir directamente a dormir.
6.40 Cablebús
Adriana toma el cablebús por siete pesos. Este transporte cambió la forma de moverse a través del barrio de Iztapalapa. Todavía es de noche. A las 6.40 entra en el teleférico, se sienta, se pone los audífonos y desconecta del mundo. “Intento dormirme. No puedo, pero cierro mis ojos porque me dan miedo las alturas”, explica. A pesar del vértigo, esta es la ruta más corta.
—¿Qué haría con el tiempo que tarda en ir al trabajo?
—Los sábados hago un curso de panadería mexicana. Me gustaría tomar el diplomado.
La oportunidad de formación, de momento, es inasumible con sus horarios. También cosas más sencillas. “Me dedico a hacer artesanía huichol, pulseras y esas cosas, me gustaría tener más tiempo para hacerlas”, dice con cierta tristeza. Una encuesta del portal de empleo Indeed a oficinistas mexicanos reflejó que 4 de cada 10 emplearían el tiempo de transporte al trabajo en pasar tiempo con su familia y amigos, el 18% a su desarrollo profesional y el 15% a sus pasatiempos. Adriana se ha distanciado de las amigas, pero es que cuando llega a casa solo quiere descansar.
Durante el trayecto de casi una hora ha amanecido y se ven las azoteas pintadas con grafitis de colores, hechos especialmente para disfrutarlos desde la altura del teleférico. Se detiene de un fuerte jalón. Las puertas del cablebús se abren. Y del cielo tiene que bajar a la tierra.
7.38 Metro
Mientras camina por las pasarelas que llevan al metro, de los audífonos de Adriana sale el rap de Cartel de Santa. Las duras líricas del grupo van a juego con el ambiente. En la parada de Constitución de 1917, de la Línea 8, largas filas esperan apiñadas para entrar al vagón. Llega el tren y empiezan los gestos típicos: mochilas adelante, codos afuera y empujones hacia dentro. Adriana decide ir en el vagón reservado para mujeres y niños. No puede entrar en el primer viaje y tiene que esperar al siguiente.
El metro, en plena hora punta, es agobiante hasta para quien no tenga que ir a trabajar. Una encuesta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 2022 estima que el 18% de los capitalinos siente estrés en sus traslados en el transporte público. Esta cifra asciende a casi 4 de cada 10 personas si son del Estado de México y viajan al centro de la ciudad. “Me estresa que voy a llegar tarde”, explica Adriana sobre los días en los que el tren se para hasta 15 minutos en las estaciones.
Entre la gran aglomeración de gente no hay lugar para leer un libro, escuchar un pódcast tranquilamente o mirar el móvil para aprovechar el tiempo de trayecto. Casi ni para respirar. “Llego al trabajo cansada de ir de pie”, dice la mujer cuando se baja en Obrera, la parada que la deja junto al mercado Hidalgo.
8.30 Hora de cocinar
Adriana sale de la estación y saluda a un viejo conocido que vende mazapanes sentado en la escalera. “Hoy hemos tardado menos de lo normal”, relata mientras llega a las 8.18 a la pequeña cocina económica en la que prepara sus recetas. Ha tardado desde su casa 2 horas y 18 minutos, un trayecto que repite de lunes a viernes.
Todavía le quedarán nueve horas —a veces más, a veces menos— de poner cazuelas con sopa de marisco, calentar sartenes para preparar bistecs o tomar las comandas a los comensales, por un sueldo de 250 pesos (menos de 15 dólares al día) —de los que gasta 64 en transporte—. Trabaja 46 horas a la semana, mientras que la sociedad y los políticos mexicanos todavía debaten sobre si el horario laboral se debe rebajar a 40 semanales.
Cuando Adriana termine a las seis, siete u ocho de trabajar, todavía le quedarán dos horas y media de retorno a Ixtapaluca. Llegará a casa entre las 9 y las 11 de la noche, pondrá algún vídeo de YouTube y, por fin, se relajará. Se acuesta sobre la medianoche para dormir entre cinco y seis horas. El problema de los largos trayectos y las pocas horas de sueño no es exclusivo de México. Millones de personas en muchas capitales del planeta pasan su vida en el transporte público.
Los fines de semana Adriana casi siempre los usa para escombrar, lavar la ropa y limpiar los trastes. Así se va la vida de una persona que dedica cinco horas en solo ir y volver de trabajar. Y también los sueños: “Hay veces que me despierto cada tantito a la noche pensando que se me va a hacer tarde”.
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