(EFE) Frente a la ola de violencia que azota a México, la Iglesia católica ha emergido como uno de los críticos mayores. Ha pasado menos de un mes desde que tomó posesión Claudia Sheinbaum y la inseguridad no le ha dado respiro. El asesinato el 20 de octubre del sacerdote Marcelo Pérez en Chiapas fue seguido por 30 muertos en varios ataques en Técpan de Galeana, en Guerrero, dos coches bombas en Guanajuato, 25 homicidios en 48 horas en Sinaloa, y el asesinato de dos presidentes municipales en tres días. La escandalosa situación ha llevado a la Iglesia a posicionarse y presionar al Gobierno para que garantice la seguridad. Mientras el papa Francisco enviaba unas palabras a San Cristóbal de las Casas este domingo por la muerte del padre Marcelo, los religiosos salieron a reclamar más medidas en todo el país. “No queremos ni una muerte más a causa de la violencia”, señalaron en una editorial de Desde la fe, la revista de la Arquidiócesis de México.
Los rumores puertas adentro apuntaban ya la semana pasada que Francisco estaba enterado de lo que había sucedido en Chiapas y había dedicado oraciones al padre Marcelo. Pero en la homilía de este domingo, el Pontífice lo nombró públicamente y lamentó lo sucedido. “Me uno a la amada iglesia de San Cristóbal de las Casas, en el Estado mexicano de Chiapas, que llora al sacerdote Marcelo Pérez Pérez, asesinado el domingo pasado, fervoroso servidor del evangelio, y del pueblo fiel de Dios”, dijo el Papa desde su balcón frente a la Plaza de San Pedro. “Que su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio, sea siempre de paz y vida cristiana”.
El homicidio del sacerdote, que fue baleado en su coche tras salir de misa, puso en alerta a la institución católica. Miles de curas se enfrentan cada día con la violencia en los rincones del país, y lo de Pérez fue un mensaje que recibieron todos con alerta. “¿Cuántos más como el padre Marcelo tendrán que sacrificar su vida por buscar la verdad, la justicia y predicar el Evangelio?”, señaló la editorial de la Arquidiócesis. “Si cada vez que un sacerdote se alza por la verdad, arriesga su vida, y más si lo hace en una comunidad vulnerada por el crimen organizado”.
La violencia elevó la alerta de los religiosos también en Guerrero, después de una semana sangrienta con múltiples enfrentamientos, principalmente en Técpan de Galeana, donde un grupo del crimen organizado intentó incursionar en un municipio tomado por un grupo rival. Los obispos de esa entidad intentaron mediar a inicios de este año entre grupos de narcos con el fin de mermar la violencia en el Estado. Sin embargo, los enfrentamientos no han cesado. “Elevamos nuestra voz para denunciar una vez más los atentados contra la dignidad, los derechos y la vida de tantas personas en nuestros pueblos y ciudades”, señalaron en un mensaje conjunto el arzobispo de Acapulco, Leopoldo González, el obispo de Ciudad Altamirano, Joel Ocampo, el obispo de de Chilpancingo-Chilapa, José de Jesús González, y el obispo de Tlapa, Dagoberto Sosa Arriaga.
En un mensaje, difundido este lunes, los cuatro representantes de la Iglesia lanzaron un pedido a las autoridades civiles y militares para que “ejerzan su autoridad y garanticen la seguridad, el libre tránsito y el trabajo exento de cuotas y extorsiones, para que las familias puedan vivir dignamente”. Y agregaron: “Esperamos que tomen acciones concretas e inmediatas para garantizar el bienestar de todos, así como para esclarecer tantos crímenes y hacer justicia”.
En Sinaloa, donde la inseguridad se volvió crítica a causa de la guerra entre los descendientes de Joaquín El Chapo Guzmán y Ismael El Mayo Zambada, la violencia deja decenas de muertos cada semana. El obispo de Mazatlán, Mario Espinosa, instruyó este fin de semana a los sacerdotes en la sierra, donde los enfrentamientos se dan con más frecuencia y la inseguridad es crítica, a no exponerse ni a dar misas por la tarde. Varias ciudades de Sinaloa abandonaron las actividades vespertinas, para evitar que la gente saliera de sus casas y quedara a merced de los grupos criminales. Muchos municipios ni siquiera imparten clases a los niños y las tiendas comerciales también cierran sus puertas a primera hora de la tarde.
“La violencia ya no se aguanta”, fueron las últimas palabras que dijo el sacerdote Pérez el día que murió, de acuerdo a la revista de la Arquidiócesis primada. “Pudieron no haber sido necesarias si, más allá de las medidas cautelares que tenía, las autoridades lo hubieran escuchado y actuado con determinación”, reclamaron los religiosos. En la misma línea se habían expresado la semana pasada las diócesis de Tehuacán, Tarahumara y San Cristóbal de las Casas, que habían pedido un alto a la violencia. “¡Queremos paz! Que la sangre del p. Marcelo no haya sido derramada en vano”, habían dicho.