Atraídos por sus playas, clima cálido, la hospitalidad de su gente y los precios competitivos, los canadienses han considerado tradicionalmente a Cuba como un destino turístico sin igual. No solo un paraíso de vacaciones, sino también un baluarte de salud confiable. Incluso, líderes políticos canadienses no escatimaban en elogios hacia la atención médica cubana, alimentando la confianza en los servicios ofrecidos.
Sin embargo, los tiempos han cambiado, y mucho. La percepción de los canadienses sobre Cuba está sufriendo un giro de 180 grados, y no precisamente hacia una postal de palmeras y mojitos. Este cambio se debe a múltiples razones que podrían disuadir definitivamente a los viajeros de elegir la Isla como su destino vacacional.
En primer lugar, y esto es crucial, las autoridades gubernamentales de Canadá han pasado de alentar el flujo turístico hacia Cuba a lanzar advertencias sobre los riesgos que implica visitar la Isla. El Gobierno canadiense está solicitando encarecidamente a los ciudadanos que ejerzan un "alto grado de precaución" al considerar un viaje a la Isla. Cabe notar que, para muchos canadienses, cuya cultura está impregnada de lo que se conoce como comunicación de alto contexto, pues utilizan eufemismos y evitan afirmaciones contundentes, esto equivale a una alerta máxima.
¿Qué comunican las autoridades canadienses a sus ciudadanos? Pues advierten a los viajeros sobre la grave escasez de alimentos, medicamentos y combustible en Cuba. Insisten sobre el aumento de la violencia, los asaltos y las estafas financieras, incluidos los fraudes con tarjetas de crédito y los riesgos asociados con los cajeros automáticos sin efectivo.
Las autoridades canadienses informan a los viajeros que la infraestructura de atención médica cubana es críticamente deficiente, con una marcada falta de medicamentos
Además, advierten sobre la poca seguridad para las mujeres, la falta de confiabilidad en las telecomunicaciones, las complicaciones en las transacciones en línea y la prevalencia del robo de bolsos y carteras en puntos turísticos, mercados, autobuses públicos, discotecas y playas. Recuerdan que los robos en habitaciones de hotel y vehículos son ocurrencias comunes en Cuba y aconsejan explícitamente mantener las ventanas y puertas cerradas con seguridad, no resistirse en caso de robo y tener precaución al usar tarjetas de débito o crédito.
Y eso no es todo. Las autoridades canadienses informan a los viajeros que la infraestructura de atención médica cubana es críticamente deficiente, con una marcada falta de medicamentos, suministros y equipos, agravada por prácticas de higiene insuficientes, respuestas lentas a emergencias y, para colmo, servicios de salud mental inadecuados (ciertamente necesarios en caso de una crisis ante cualquiera de las situaciones antes descritas). De hecho, Canadá pide a los viajeros, si aun así deciden tomar el riesgo de ir a Cuba, que lleven consigo sus propios suministros de medicamentos debido a la presencia de enfermedades como el virus Zika, el cólera, la hepatitis A, la fiebre tifoidea y enfermedades diarreicas.
Con las amenazas adicionales de enfermedades transmitidas por vectores y zoonóticas como el chikungunya, la fiebre del dengue, el virus del Nilo Occidental y la malaria, la preparación personal en materia de salud, sugieren, es crucial. Todos estos riesgos han sido a su vez confirmados y expuestos por el Leadership and Democracy Lab de la Western University (London, Ontario).
A todo ello (y sobre todo al hecho de que es anunciado por un Gobierno en que sus ciudadanos tienen depositado un alto grado de confianza) se agregan las "reseñas de viajeros". Y no me refiero únicamente a las que dejan en los sitios web que son, por supuesto, consultadas a la hora de tomar una decisión, sino a las advertencias que estos viajeros han estado haciendo a sus familiares, vecinos, amigos, colegas y, por si no bastara, a la prensa.
Recientemente, el sueño de unas vacaciones idílicas en Cuba fue descrito en numerosos medios de prensa canadienses como una pesadilla
Recientemente, el sueño de unas vacaciones idílicas en Cuba fue descrito en numerosos medios de prensa canadienses como una pesadilla. Las quejas incluyen desde la presencia de cucarachas y áreas para huéspedes sucias hasta robos a sus hijos en su propia habitación, pasando por la falta de comida y suministros de agua embotellada e incluso escasez de papel higiénico para los huéspedes. La turista Deanna Lang inició acciones legales contra la agencia de viajes Sunwing en Manitoba, buscando recuperar los 8.000 dólares canadienses (unos 5.830 dólares de EE UU) gastados en lo que se convirtió en unas vacaciones desastrosas en el Memories Varadero Beach Resort (un nombre bien adecuado: está garantizado que nunca olvidará aquella desdichada estancia). Además, Lang criticó la respuesta ineficaz del personal del resort a sus quejas y los desafíos que enfrentó al comunicarse con representantes de Sunwing durante su estadía.
Una experiencia similar fue vivida a principios de este año por una pareja de Ontario en el resort Meliá Marina en Varadero. Su experiencia desafortunada comenzó justo al llegar al hotel, cuyas condiciones describieron como "deplorables". Los ascensores estaban fuera de servicio, lo que obligó a la pareja a usar las escaleras. Luego se encontraron en pasillos oscuros, iluminados solo por luces intermitentes, por lo cual tuvieron que usar las linternas de sus teléfonos celulares para abrirse paso. La presencia de colillas de cigarrillos, manchas en las paredes y, lo más alarmante, lo que parecían ser manchas de sangre en las sábanas, les hicieron sentir que estaban protagonizando una película de terror, detalles que no dejaron de comentar ampliamente a la prensa.
Las condiciones inaceptables del alojamiento, incluidos problemas con la limpieza de la habitación y una instalación sanitaria defectuosa, llevaron a la pareja a explorar el resort en busca de alguna redención en las comodidades ofrecidas, solo para encontrar más signos de negligencia, miseria y deterioro. Incluso cuando, después de mucho esfuerzo, lograron ser trasladados a otro hotel, se encontraron con condiciones similares, incluida la falta de papel higiénico y agua corriente. La pareja, que gastó casi 7.000 dólares canadienses en el viaje, fue compensada con solo 150 dólares.
Otra experiencia ampliamente difundida en la prensa canadiense es el caso de Caroline Tétrault. A Caroline le tocó la terrible suerte de tener que operarse de emergencia en un hospital cubano. Su esposo, Christian Maurais, contó a varios medios de prensa todas las necesidades que experimentaron, desde no poder subir a la ambulancia a causa de la camilla defectuosa hasta la precariedad para obtener los antibióticos necesarios. Tuvieron que pedir ayuda a familiares y amigos para obtener suministros médicos desde Canadá. Christian narró en televisión cómo tuvo que recurrir al mercado negro para adquirir alimentos específicos requeridos para la dieta líquida de Caroline. Cuando le preguntaron qué mensaje deseaba transmitir, advirtió a otros viajeros sobre la importancia de investigar la calidad de los servicios médicos y las infraestructuras de salud antes de viajar al extranjero. Debido a esta experiencia, la pareja ha decidido no regresar a Cuba.
Cuando le preguntaron qué mensaje deseaba transmitir, advirtió a otros viajeros sobre la importancia de investigar la calidad de los servicios médicos y las infraestructuras de salud antes de viajar al extranjero
Podría seguir enumerando razones, desde la actividad política del exilio cubano en Canadá y el trabajo de sensibilización que realizan en los espacios públicos, hasta la posición de crítica abierta al Gobierno cubano por parte de senadores y miembros del parlamento canadiense por sus más de 65 años de represión y sus constantes violaciones de los derechos humanos. Lo cierto es que cuando Cuba aparece en las noticias en Canadá ya no es para alabarla como un lugar paradisíaco y cálido, sino para mostrar los horrores a los que se enfrentan los atrevidos que deciden viajar a ella en contra de las advertencias de su Gobierno. Horrores que pueden incluir que el cuerpo de un familiar fallecido sea enviado a Rusia erróneamente, mientras en Canadá se recibe el cadáver equivocado.
Cuando los canadienses tienen noticias de Cuba, es sobre sus vínculos mercenarios con Ucrania, sobre sus prácticas brutales, sobre las ansias del pueblo por liberarse y, lo que toca más de cerca a los canadienses, sobre el hecho ya ampliamente difundido que la miseria impuesta al pueblo cubano ha hecho metástasis, y ya ni siquiera los turistas, la joya de la corona, están a salvo de la precariedad, el caos y el miedo.
La diferencia radica en que mientras el pueblo yace aplastado por la dictadura y sus opciones para liberarse de tanta opresión conllevan riesgos, a los canadienses les basta con elegir otro destino turístico. Afortunadamente, cuentan con la envidiable suerte de poder decir lo que el esposo de Caroline declaró a Radio-Canadá: “Cuba se acabó para nosotros”.