La historia del Caballo

27 septiembre 2012
Noticias de Yucatán ()



Benjamín Ramirez Ibarra es uno de los criadores de caballos más famosos de México y se ha dado a la tarea de recopilar información sobre los caballos. En esta ocasión nos presenta un artículo muy interesante acerca de la historia de estos nobles animales y su evolución.

Quienes estamos inmersos en la cría de caballos nos preguntamos ¿Cuáles pueblos fueron los primeros en amansar caballos salvajes? No se sabe; pero podemos hacer suposiciones, ateniéndonos a la evolución del caballo.

Se dice que cuando Hernán Cortés invadió y conquistó a México, a principios del siglo XVI, los aztecas, sorprendidos y aterrorizados por los caballos de la expedición, ya que eran animales desconocidos para ellos, dieron en atribuirles carácter de monstruos, y pensaron que jinete y cabalgadura eran un mismo ser, renovando así en su temor el mito de los centauros, mitad hombres, mitad caballos.

Se afirma que no contribuyó en poco al rápido dominio del español en aquella parte de América. Que el imperio tan vasto y tan bien organizado como lo era el azteca, extendido desde el Golfo de México hasta más allá de Texas, ignorasen en absoluto la existencia del caballo, nos autoriza a pensar que éste faltaba en toda América septentrional, en la época de su descubrimiento, y a descartar en consecuencia a los indios norteamericanos como primeros amansadores de caballos todavía salvajes.

Enormes manadas de caballos que por cierto eran muy diferentes de los actuales,  en épocas remotísimas, antes de que surja el hombre, poblaban a América del Norte; pero se habían extinguido, quedando, como memoria de su existencia, sus restos sepultados en capas inferiores de la tierra, de donde se  extraen ahora sus fósiles .
Lo mismo habría ocurrido en América del Sur. Los animales de la familia del caballo descendieron desde el Norte, pasando por el istmo que hoy llamamos de Panamá, y se extendieron por el continente; mas no eran exactamente como nuestros caballos, sino que, a juzgar por los restos que de ellos se encuentran algunas veces, debieron de parecerse más a las cebras o a los asnos.

Muchos siglos antes del descubrimiento de América, estos animales se habían extinguido por completo, como se extinguieron otras especies de la fauna prehistórica que conocemos sólo por sus fósiles; de manera que cuando llegaron al Nuevo Mundo los descubridores españoles y de otras nacionalidades, con sus caballos, los indígenas no tenían la menor noción de lo que eran estos animales, y los miraban como seres terribles o maravillosos.

En Guatemala los indios llegaron a rendir culto a uno de los caballos de Hernán Cortés, teniéndolo por una especie de dios, y cuando murió, hicieron su estatua y la colocaron en uno de sus templos.

Poco a poco, el indio fue perdiendo el miedo al caballo y se habituó a hacer tanto uso de él como los mismos europeos, acabando por convertirse en un consumado jinete.

Como resultado de los luchas de la colonización, muchos caballos se escaparon y se propagaron en completa libertad, así en las praderas del Norte como en las pampas del Sur, se originaron las inmensas manadas de caballos montaraces que, según los países, se conocieron con los nombres de cimarrones, baguales, mesteños o mustangs.

Los indios cazaban estos caballos o robaban los de los blancos, llegando así algunas tribus a ser dueñas de grandes caballadas y a hacerse temibles por su habilidad como guerreros montados.

El verdadero caballo actual llegó a América desde el Viejo Mundo, y cuando ya llevaba en éste muchos siglos de domesticidad; pero lo interesante es que los antepasados del mismo caballo fueron americanos.

Esperamos que nuestro amigo Benjamín Ramirez Ibarra nos envíe más información sobre el apasionante mundo de los caballos.

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