Noticiero digital / Conexión Ciudadana
Seis ataques terroristas en la capital francesa
Cerca de cien muertos en la sala de conciertos Bataclan
Tres explosiones cerca del estadio de Saint-Denis donde se disputaba el amistoso Francia-Alemania
Noche negra en París, con seis ataques terroristas simultáneos, varios cerca del estadio de Saint Denis donde se disputaba el Francia-Alemania, y el más grave en una sala de conciertos donde han muerto cerca de un centenar de personas. Se habla ya de 140 fallecidos en total , aunque la cifra no es oficial, y múltiples heridos en el peor atentado de la historia de Francia.
La Alcaldía de París ha pedido a sus habitantes que no salgan de sus casas. Francia se encuentra en estado de emergencia y con las fronteras cerradas.
Se han registrado tres explosiones cerca del estadio de Saint Denis, donde han muerto cuatro personas, 11 han resultado heridas graves y 39, leves.
El presidente francés, François Hollande, que asistía al encuentro, fue evacuado y convocó una reunión de urgencia en el Palacio del Elíseo para abordar la situación con su gabinete de seguridad. "Tomamos la decisión de movilizar todas las fuerzas posibles. Son ataques terroristas sin precedentes. Es un horror", dijo ante los medios en su comparecencia.
Toma de rehenes y un centenar de muertos
El principal foco de terror fue la sala de conciertos Bataclán, donde los terroristas retuvieron a los asistentes al espectáculo del grupo Eagles of Death Metal. En el interior se produjo un tiroteo y una explosión en plena actuación. La policía francesa organizó una operación para liberar la sala y según fuentes policiales a France Press, se produjo la muerte de cerca de un centenar de personas, entre ellas los dos terroristas.
RIS.- Las noticias empezaron a caer por whatsapp. "Se escuchan tiros. Estamos tirados en el piso". Una amiga que comía enfrente del restaurante familiar Le Petit Cambodgecerca del canal Saint Martin vivía en carne propia lo que el mundo entero miraría por televisión durante las siguientes horas.
Minutos más tarde, en el restaurante Maison de Saint Germain estaban todos conectados a sus teléfonos. A medida de que los minutos pasaban, pedían la cuenta y se iban. Sólo parecían quedar los turistas: sin conexión a Internet, estaban de repente desconectados del mundo.
A partir de las 22,30 las calles comenzaron a vaciarse. La municipalidad pedía que todos volvieran a sus casas. Los empleados de los locales todavía abiertos, como la heladería Amorino en el barrio de Odeón, cerraban anticipadamente por orden de sus encargados y se solidarizaban con los visitantes que, atemorizados, no sabían cómo volver a sus casas. Era difícil encontrar taxis, Uber y hasta bicicletas, y las líneas de subte suspendieron el servicio. La solución era caminar, mientras se respondía a las decenas de mensajes de todo tipo que llegaban de París y de la Argentina para confirmar que nadie de los conocidos estaba justo en ese momento dando vueltas por alguno de los sectores atacados.
Estos ataques en serie golpearon el corazón de París, y en esos lugares donde todos acostumbran ir: el restaurante de comida tradicional camboyana cerca del canal donde cientos de parisinos y de turistas se reúnen, sobre todo un viernes a la noche; o la sala de conciertos Le Bataclan, donde los espectadores nunca imaginaron que ese recital de rock se convertiría en una carnicería, con más de cien muertos.
En las calles vacías de transeúntes, los autos con sirenas empezaron a multiplicarse.
De repente las noticias informaban de un nuevo ataque, esta vez en Les Halles, antiguo mercado central de París por el que hoy pasan diariamente miles de personas. Había que llegar a casa, era el único refugio seguro. Imposible no pensar en los ataques de Charlie Hebdo, hace once meses, que activaron el estado de alerta en esta ciudad.
Los padres se acostumbraron a dejar a sus hijos en escuelas protegidas por soldados armados. Los periodistas ya conocen los nuevos caminos para ingresar a sus redacciones desde que las entradas y salidas se unificaron en un solo y único acceso.
Pero algo cambió esta vez. En enero el objetivo de los terroristas era lo que acá llaman un "cuerpo de metier": los periodistas y caricaturistas, en este caso de Charlie Hebdo.
Los ataques de ayer, que se extendieron pasada la medianoche acá en París, confirman que nadie está a salvo. Esa alarma interna que se enciende naturalmente desde enero de repente estalló. Y se apodera de todos los sentidos
Seis ataques terroristas en la capital francesa
Cerca de cien muertos en la sala de conciertos Bataclan
Tres explosiones cerca del estadio de Saint-Denis donde se disputaba el amistoso Francia-Alemania
Noche negra en París, con seis ataques terroristas simultáneos, varios cerca del estadio de Saint Denis donde se disputaba el Francia-Alemania, y el más grave en una sala de conciertos donde han muerto cerca de un centenar de personas. Se habla ya de 140 fallecidos en total , aunque la cifra no es oficial, y múltiples heridos en el peor atentado de la historia de Francia.
La Alcaldía de París ha pedido a sus habitantes que no salgan de sus casas. Francia se encuentra en estado de emergencia y con las fronteras cerradas.
Se han registrado tres explosiones cerca del estadio de Saint Denis, donde han muerto cuatro personas, 11 han resultado heridas graves y 39, leves.
El presidente francés, François Hollande, que asistía al encuentro, fue evacuado y convocó una reunión de urgencia en el Palacio del Elíseo para abordar la situación con su gabinete de seguridad. "Tomamos la decisión de movilizar todas las fuerzas posibles. Son ataques terroristas sin precedentes. Es un horror", dijo ante los medios en su comparecencia.
Toma de rehenes y un centenar de muertos
El principal foco de terror fue la sala de conciertos Bataclán, donde los terroristas retuvieron a los asistentes al espectáculo del grupo Eagles of Death Metal. En el interior se produjo un tiroteo y una explosión en plena actuación. La policía francesa organizó una operación para liberar la sala y según fuentes policiales a France Press, se produjo la muerte de cerca de un centenar de personas, entre ellas los dos terroristas.
RIS.- Las noticias empezaron a caer por whatsapp. "Se escuchan tiros. Estamos tirados en el piso". Una amiga que comía enfrente del restaurante familiar Le Petit Cambodgecerca del canal Saint Martin vivía en carne propia lo que el mundo entero miraría por televisión durante las siguientes horas.
Minutos más tarde, en el restaurante Maison de Saint Germain estaban todos conectados a sus teléfonos. A medida de que los minutos pasaban, pedían la cuenta y se iban. Sólo parecían quedar los turistas: sin conexión a Internet, estaban de repente desconectados del mundo.
A partir de las 22,30 las calles comenzaron a vaciarse. La municipalidad pedía que todos volvieran a sus casas. Los empleados de los locales todavía abiertos, como la heladería Amorino en el barrio de Odeón, cerraban anticipadamente por orden de sus encargados y se solidarizaban con los visitantes que, atemorizados, no sabían cómo volver a sus casas. Era difícil encontrar taxis, Uber y hasta bicicletas, y las líneas de subte suspendieron el servicio. La solución era caminar, mientras se respondía a las decenas de mensajes de todo tipo que llegaban de París y de la Argentina para confirmar que nadie de los conocidos estaba justo en ese momento dando vueltas por alguno de los sectores atacados.
Estos ataques en serie golpearon el corazón de París, y en esos lugares donde todos acostumbran ir: el restaurante de comida tradicional camboyana cerca del canal donde cientos de parisinos y de turistas se reúnen, sobre todo un viernes a la noche; o la sala de conciertos Le Bataclan, donde los espectadores nunca imaginaron que ese recital de rock se convertiría en una carnicería, con más de cien muertos.
En las calles vacías de transeúntes, los autos con sirenas empezaron a multiplicarse.
De repente las noticias informaban de un nuevo ataque, esta vez en Les Halles, antiguo mercado central de París por el que hoy pasan diariamente miles de personas. Había que llegar a casa, era el único refugio seguro. Imposible no pensar en los ataques de Charlie Hebdo, hace once meses, que activaron el estado de alerta en esta ciudad.
Los padres se acostumbraron a dejar a sus hijos en escuelas protegidas por soldados armados. Los periodistas ya conocen los nuevos caminos para ingresar a sus redacciones desde que las entradas y salidas se unificaron en un solo y único acceso.
Pero algo cambió esta vez. En enero el objetivo de los terroristas era lo que acá llaman un "cuerpo de metier": los periodistas y caricaturistas, en este caso de Charlie Hebdo.
Los ataques de ayer, que se extendieron pasada la medianoche acá en París, confirman que nadie está a salvo. Esa alarma interna que se enciende naturalmente desde enero de repente estalló. Y se apodera de todos los sentidos