Para “interceptar la pregunta que grita el corazón del pueblo”, como ha sugerido el papa Francisco, los obispos mexicanos han conducido su centésima primera asamblea plenaria con elección de cargos para el trienio 2016-2018 y servicios así como con una revisión profunda a los reflejos de la realidad eclesial y social que les ha dejado la visita del papa Francisco.
Acaparados los reflectores en las elecciones de representación en cada área de administración, consejo y animación pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), poco se ha hablado de la actitud con la que el presidente reelecto, cardenal Francisco Robles Ortega, ha dado apertura a la reunión: “Si acaso llegamos a esta asamblea ‘con pensamientos negativos’ imitemos a aquel apóstol que no se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas… prefirió el encuentro, la confianza, se abrió a la voz de la esperanza”.
Líneas que dibujan una respuesta de actitud franca frente a las muchas encomiendas particulares que el pontífice Bergoglio les espetó en la Catedral de México. Robles pidió a sus homólogos que los proyectos a elaborar favorezcan la cercanía de los obispos con la gente: “hemos de contribuir a la unidad de nuestro pueblo; favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de sus diversidades; promover la solución de sus problemas endógenos; recordar la medida alta que México puede alcanzar si aprende a pertenecerse a sí mismo; ayudar a encontrar soluciones compartidas y sostenibles para sus miserias”. Este es el discurso, concretar los deseos en acciones concretas y constatables depende de cada uno y de lo que pueda promover desde su área.
Por una parte, queda claro que el resultado de las elecciones de la asamblea de obispos para el trienio 2016-2018 confirma prácticamente al Consejo de Presidencia y al Consejo Permanente y también sucede así en los organismos de gestión y animación pastoral (salvo los casos que, por estatuto, era imposible la reelección). La lectura que algunos obispos vislumbran es “de continuidad pero renovada bajo la actitud exigida por el Santo Padre y declarada así por el presidente de la CEM en su mensaje”.
En este contexto aparecen los dos cambios en el cuerpo colegiado del Consejo de Presidencia, dos obispos cuyos discursos y perfiles son ampliamente conocidos no sólo en México: Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, fue elegido para el servicio de Vocal y Tesorero de la CEM; y Alfonso Miranda Guardiola, obispo auxiliar de Monterrey, llevará la compleja oficina de la Secretaría General.
El experimentado obispo Castro Castro prácticamente ha llevado una cruzada contra la violencia en Morelos los últimos años, su participación en manifestaciones por la paz es sólo la consecuencia de las múltiples denuncias contra grupos criminales y autoridades corrompidas en la región, algo que le ha acarreado amenazas y hasta confrontaciones con el gobernador Graco Ramírez. Además participó y animó a la campaña de recolección de firmas para la Ley 3 de 3 que básicamente exige mínimos de transparencia a funcionarios públicos y a candidatos. Por su parte, el joven obispo Miranda Guardiola ha recibido elogios por su trabajo de representación del episcopado mexicano en el Sínodo de la Familia de octubre pasado; de él también son públicas sus oposiciones a proyectos de gobierno o empresas que afecten a la sociedad y al entorno, como sucedió con el proyecto MonterreyVI.
Para todos los obispos, aunque especialmente para el primer círculo de la CEM del trienio 2016-2018, les queda el enorme reto de no ceder ante las tentaciones que varias fuerzas políticas y económicas seguramente les pondrán enfrente. El Papa se los advirtió: “No se dejen corromper por materialismo ni ilusiones seductoras de acuerdos bajo la mesa… no pongan su confianza en carros y caballos de los faraones actuales”.
Acaparados los reflectores en las elecciones de representación en cada área de administración, consejo y animación pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), poco se ha hablado de la actitud con la que el presidente reelecto, cardenal Francisco Robles Ortega, ha dado apertura a la reunión: “Si acaso llegamos a esta asamblea ‘con pensamientos negativos’ imitemos a aquel apóstol que no se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas… prefirió el encuentro, la confianza, se abrió a la voz de la esperanza”.
Líneas que dibujan una respuesta de actitud franca frente a las muchas encomiendas particulares que el pontífice Bergoglio les espetó en la Catedral de México. Robles pidió a sus homólogos que los proyectos a elaborar favorezcan la cercanía de los obispos con la gente: “hemos de contribuir a la unidad de nuestro pueblo; favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de sus diversidades; promover la solución de sus problemas endógenos; recordar la medida alta que México puede alcanzar si aprende a pertenecerse a sí mismo; ayudar a encontrar soluciones compartidas y sostenibles para sus miserias”. Este es el discurso, concretar los deseos en acciones concretas y constatables depende de cada uno y de lo que pueda promover desde su área.
Por una parte, queda claro que el resultado de las elecciones de la asamblea de obispos para el trienio 2016-2018 confirma prácticamente al Consejo de Presidencia y al Consejo Permanente y también sucede así en los organismos de gestión y animación pastoral (salvo los casos que, por estatuto, era imposible la reelección). La lectura que algunos obispos vislumbran es “de continuidad pero renovada bajo la actitud exigida por el Santo Padre y declarada así por el presidente de la CEM en su mensaje”.
En este contexto aparecen los dos cambios en el cuerpo colegiado del Consejo de Presidencia, dos obispos cuyos discursos y perfiles son ampliamente conocidos no sólo en México: Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, fue elegido para el servicio de Vocal y Tesorero de la CEM; y Alfonso Miranda Guardiola, obispo auxiliar de Monterrey, llevará la compleja oficina de la Secretaría General.
El experimentado obispo Castro Castro prácticamente ha llevado una cruzada contra la violencia en Morelos los últimos años, su participación en manifestaciones por la paz es sólo la consecuencia de las múltiples denuncias contra grupos criminales y autoridades corrompidas en la región, algo que le ha acarreado amenazas y hasta confrontaciones con el gobernador Graco Ramírez. Además participó y animó a la campaña de recolección de firmas para la Ley 3 de 3 que básicamente exige mínimos de transparencia a funcionarios públicos y a candidatos. Por su parte, el joven obispo Miranda Guardiola ha recibido elogios por su trabajo de representación del episcopado mexicano en el Sínodo de la Familia de octubre pasado; de él también son públicas sus oposiciones a proyectos de gobierno o empresas que afecten a la sociedad y al entorno, como sucedió con el proyecto MonterreyVI.
Para todos los obispos, aunque especialmente para el primer círculo de la CEM del trienio 2016-2018, les queda el enorme reto de no ceder ante las tentaciones que varias fuerzas políticas y económicas seguramente les pondrán enfrente. El Papa se los advirtió: “No se dejen corromper por materialismo ni ilusiones seductoras de acuerdos bajo la mesa… no pongan su confianza en carros y caballos de los faraones actuales”.