Las 4 lecciones que me dio un perro de la calle

21 marzo 2017
Hace tres semanas estaba agobiadísima. Me quería volver loca con tanto trabajo, así que de la nada, solo porque #yolo (you only live once), decidí que:
1) me iría a Mazatlán (yo soy de allá)
2) me hospedaría en un hotel pet-friendly
3) me llevaría a pasear a "mi Favorito", uno de los perros que ha rescatado mi papá en los últimos meses.
Al Favorito lo conocí en diciembre y me encantó. Es mi tipo de perro: tamaño mediano, macho, color caramelo, pelo corto, cara tierna pero masculina. El veterinario lo bautizó como "Tata" porque decía que ya estaba grande, pero después de llevármelo a correr supuse que más bien estaba "en la flor de su juventud", no viejito. Y como todo el tiempo me refería a él como "mi favorito", se le quedó el nombre... La verdad es que no importa cómo o qué le diga, mientras sea con voz chiqueada, como de niña chiquita, me entiende.
El viaje tan rápido como llegó, se fue, y si bien no te puedo decir que me súper relajé, la pasé bien. Sé que sueno ridícula, pero el hecho de que no hubiera wi-fi en el hotel me volvió loca. Un día me tuve que ir a trabajar a una cafetería y cuando cerraron (yo todavía no acababa) recordé que unos tacos que cerraban a la 1 de la mañana tenían internet. Así que ahí me tienes, pidiendo comida al por mayor con tal de poder trabajar y cumplir mis compromisos a tiempo.
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