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La zona oriente de Yucatán es una de las regiones menos exploradas turísticamente a pesar de contar con importantes vestigios arqueológicos, con al menos cuatro asentamientos mayas que se fueron deteriorando con el tiempo y que de ser rescatados, podrían detonar un importante circuito, que se podría conectar inclusive con la costa local.
Alfredo Barrera Rubio, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), refirió que a diferencia de las porciones de la Ruta Puuc y Chichén Itzá donde existe arquitectura en pie, en la zona oriente no se cuenta con zona maya abierta al público.
Aseguró que en esa región no se cuenta con personal fijo de vigilancia y protección del patrimonio, excepto en Kulubá, cuyo proyecto de investigación inició aproximadamente en el 2000. “En estos años hemos realizado numerosos proyectos de restauración e investigación, fundamentalmente en Kulubá, así como salvamentos y rescates en comisarías de Tizimín, Buctzotz, Sucilá, Calotmul, Espita, San Felipe, Río Lagartos y El Cuyo”, precisó.
Destacó que gracias a estos trabajos se ha obtenido una muestra representativa de la ocupación maya en esas regiones, así como de sitios arqueológicos que no habían sido reportados.
“En esa zona hay muchos sitios arqueológicos; la diferencia es que la arquitectura está sepultada, es decir, los edificios más recientes están escombrados, pero debajo hay arquitectura anterior, el caso de Kulubá es el más escuchado”.
Barrera Rubio estimó que en la zona existen por lo menos cinco asentamientos mayas que de ser rescatados podrían concertar un importante circuito que sirva no solo para las investigaciones arqueológicas, sino para la detonación del turismo. “Tenemos registros por la región de Dzonot Carretero y las Ruinas de Aké, por ejemplo. Si se restauraran estos asentamientos arqueológicos y se convierten en atractivos, podría dar lugar inversiones y, por ende, a actividad turística”, explicó. Sipse