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(Proceso).- En las redes sociales se pensaba, ese domingo 30 de septiembre, que sólo era un “rumor”, una noticia fake, de los críticos constantes del próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador: La boda de su exvocero y futuro coordinador general de Política y Gobierno, César Yáñez, había sido reseñada ampliamente en los medios de Puebla y varias fotos se divulgaron vía Twitter y Facebook.
Los militantes de Morena, los votantes de AMLO y hasta algunos críticos guardaron mesura. Se trataba de un “evento privado”, aun con sus 600 invitados, y no hubo desvío de dinero público.
Sin embargo, la edición de la revista Hola! que salió a la venta el jueves 4 derrumbó toda justificación, incluso las de los más leales e institucionales defensores de Morena. La crónica rosa intitulada “La boda de César Yáñez y Dulce Silva”, desplegada en 19 páginas, expresó desde el primer párrafo su objetivo:
“El pasado sábado 29 de septiembre, el reloj marcaba las 5 de la tarde, cuando el Packard 1949 de color blanco, en el que viajaba la novia, Dulce Silva Hernández, llegó al Templo de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Puebla. Ya la esperaba el novio, César Yáñez Centeno, el hombre de mayor confianza del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, desde hace 23 años, y su virtual Coordinador General de Política y Gobierno.”
Desde ese momento se quebró toda posibilidad de defender lo indefendible. Rafael Barajas, El Fisgón, amigo de López Obrador y de César Yáñez, fundador de los primeros círculos de estudio que dieron origen a Morena, redactó en su cuenta de Twitter:
“¿En qué estaba pensando César Yáñez? Yo creía que sus críticos exageraban. Debo confesar que yo no había captado la magnitud del dislate y la frivolidad hasta que vi la portada de el Hola!”
A la crítica del Fisgón se sumaron las de otros militantes y de los moneros más cercanos al lopezobradorismo. José Hernández, Monero Hernández, lo resumió así, al ser consultado por Proceso: “Esta portada resume justamente por lo que votamos en contra el 1 de julio”. Antonio Helguera citó la vieja tesis del canadiense Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”.
Hernán Gómez, analista y defensor de las propuestas de López Obrador en los debates televisivos, tuiteó ese mismo día: “Ojo: Beatriz y AMLO no posaron para la revista. Si César Yáñez lo hizo, específicamente para el Hola!, creo que es acto de frivolidad que incomoda y no debería repetirse”.
León Krauze, comentarista de Univision, argumentó también contra la incongruencia: “En mi opinión, cada quien se puede casar como le dé la gana. El problema, en esto como en otras cosas, es que el equipo del gobierno electo, como el propio López Obrador, ofreció un nuevo estándar de moral de conducta pública. Desde ese estándar se les juzgará y es natural”.
López Obrador fijó su posición el mismo jueves 4, durante su visita a Morelos: “Pues yo no me casé. Yo fui invitado, asistí. Cada quien es responsable de sus actos. No fue una acción de gobierno, se trata de un evento social, privado. Yo asistí a eso”.
Confrontado con algunos periodistas y medios a los que ha calificado de “fifís” en las últimas dos semanas, López Obrador no volvió a usar este término, y por primera vez admitió que se trataba de un “posible error” y que sus adversarios “tienen derecho a criticar, pero nosotros no vamos a cambiar”.
El contexto del escándalo no podía ser peor: ocurrió en medio de las resistencias de todos los niveles burocráticos a los recortes de salarios y medidas de austeridad impulsadas por el Poder Ejecutivo, en el Congreso federal y posiblemente en el Poder Judicial, pero también después de la conmemoración de la matanza del 2 de octubre de 1968 y con el compromiso reiterado de López Obrador de encabezar un gobierno cercano “a la gente”, sin el uso de aviones privados, elementos del Estado Mayor Presidencial ni otros lujos.
El precedente Peña
El peor precedente es el que dejan el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, Angélica Rivera, que convirtieron las portadas de la revista Hola! no sólo en su escaparate, sino en un mecanismo de autopromoción y simulación. Ahora ya se admite públicamente lo que antes se negaba: el romance entre ambos y su “matrimonio rosa” fue una teleproducción en función de la popularidad del mexiquense. Tan es así que desde agosto de este año se da por un hecho el distanciamiento y futuro divorcio de la pareja presidencial.
Desde la portada de la boda de Peña Nieto y Rivera, el 8 de diciembre de 2010, hasta la más reciente carátula con la foto de la hija del presidente, Paulina Peña, y el despliegue fotográfico de la primera dama en la ceremonia del 15 de septiembre, los mexicanos asistieron a una saturación de mensajes “rosa”, de fotos posadas y frivolidad que se extendieron a todas las revistas de socialités, farándula y ostentación del ocio.
El peor escándalo de corrupción del presente sexenio surgió precisamente de una pista de autopromoción narcisista en la revista Hola! En 2014 Angélica Rivera posó en un publirreportaje titulado: “La primera dama en la intimidad”. Ahí mostró su “residencia familiar”. Fue la primera pista para el reportaje de investigación titulado “La Casa Blanca de Peña Nieto”, difundida por el equipo de reporteros de Carmen Aristegui.
La moda de aparecer en la portada de esa revista, fundada en 1944, en plena etapa del franquismo español, se convirtió en una necesidad compulsiva para una clase política aspiracional que borró las fronteras entre lo público y lo privado, entre la publicidad y la información, entre la mesura y la ostentación.
Rivera apareció en esa portada siete veces. El gobernador Manuel Velasco, de Chiapas, le dio vuelo ahí a su boda con la cantante Anahí, en clara réplica del modelo peñanietista de publicitarse. Hasta Carlos Salinas de Gortari posó para Hola! a fin de presumir la boda de su hijo Juan Cristóbal.
El senador panista Javier Lozano promovió en sus páginas su nuevo matrimonio y la “pareja presidencial” de Marta Sahagún y Vicente Fox apareció en ellas el 27 de febrero de 2013, al inicio del sexenio de Peña Nieto, para demostrar que fueron los primeros en asociar la política con la vida de pareja.
En plena promoción anticipada de su futura aspiración presidencial, Margarita Zavala posó en la edición de noviembre de 2012 con el título “La primera dama que supo ganarse el corazón de México”.
Si bien el tabasqueño no es el protagonista del reportaje, es claro el impacto que buscó la revista Hola! al colocar una pequeña foto de él con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, con la frase:
“Entramos en la celebración de la que todo el mundo habla. Con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, como testigo principal, entre seiscientos invitados, en la capilla del Rosario de Puebla”.
Con este episodio, la revista de origen español –con franquicias en Venezuela, Brasil, Chile, Estados Unidos, Argentina, Colombia y México, entre otros países– supo explotar su fórmula reciente para la política mexicana: exhibir las historias de las familias presidenciales y de los políticos aspiracionales, como si fueran los aristócratas de una nación donde todo es bello y “el amor triunfa”, como declaró César Yáñez.
En estos momentos los recién casados gozan de su luna de miel en París, donde se prevé que pasen tres semanas.
(Proceso).- En las redes sociales se pensaba, ese domingo 30 de septiembre, que sólo era un “rumor”, una noticia fake, de los críticos constantes del próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador: La boda de su exvocero y futuro coordinador general de Política y Gobierno, César Yáñez, había sido reseñada ampliamente en los medios de Puebla y varias fotos se divulgaron vía Twitter y Facebook.
Los militantes de Morena, los votantes de AMLO y hasta algunos críticos guardaron mesura. Se trataba de un “evento privado”, aun con sus 600 invitados, y no hubo desvío de dinero público.
Sin embargo, la edición de la revista Hola! que salió a la venta el jueves 4 derrumbó toda justificación, incluso las de los más leales e institucionales defensores de Morena. La crónica rosa intitulada “La boda de César Yáñez y Dulce Silva”, desplegada en 19 páginas, expresó desde el primer párrafo su objetivo:
“El pasado sábado 29 de septiembre, el reloj marcaba las 5 de la tarde, cuando el Packard 1949 de color blanco, en el que viajaba la novia, Dulce Silva Hernández, llegó al Templo de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Puebla. Ya la esperaba el novio, César Yáñez Centeno, el hombre de mayor confianza del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, desde hace 23 años, y su virtual Coordinador General de Política y Gobierno.”
Desde ese momento se quebró toda posibilidad de defender lo indefendible. Rafael Barajas, El Fisgón, amigo de López Obrador y de César Yáñez, fundador de los primeros círculos de estudio que dieron origen a Morena, redactó en su cuenta de Twitter:
“¿En qué estaba pensando César Yáñez? Yo creía que sus críticos exageraban. Debo confesar que yo no había captado la magnitud del dislate y la frivolidad hasta que vi la portada de el Hola!”
A la crítica del Fisgón se sumaron las de otros militantes y de los moneros más cercanos al lopezobradorismo. José Hernández, Monero Hernández, lo resumió así, al ser consultado por Proceso: “Esta portada resume justamente por lo que votamos en contra el 1 de julio”. Antonio Helguera citó la vieja tesis del canadiense Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”.
Hernán Gómez, analista y defensor de las propuestas de López Obrador en los debates televisivos, tuiteó ese mismo día: “Ojo: Beatriz y AMLO no posaron para la revista. Si César Yáñez lo hizo, específicamente para el Hola!, creo que es acto de frivolidad que incomoda y no debería repetirse”.
León Krauze, comentarista de Univision, argumentó también contra la incongruencia: “En mi opinión, cada quien se puede casar como le dé la gana. El problema, en esto como en otras cosas, es que el equipo del gobierno electo, como el propio López Obrador, ofreció un nuevo estándar de moral de conducta pública. Desde ese estándar se les juzgará y es natural”.
López Obrador fijó su posición el mismo jueves 4, durante su visita a Morelos: “Pues yo no me casé. Yo fui invitado, asistí. Cada quien es responsable de sus actos. No fue una acción de gobierno, se trata de un evento social, privado. Yo asistí a eso”.
Confrontado con algunos periodistas y medios a los que ha calificado de “fifís” en las últimas dos semanas, López Obrador no volvió a usar este término, y por primera vez admitió que se trataba de un “posible error” y que sus adversarios “tienen derecho a criticar, pero nosotros no vamos a cambiar”.
El contexto del escándalo no podía ser peor: ocurrió en medio de las resistencias de todos los niveles burocráticos a los recortes de salarios y medidas de austeridad impulsadas por el Poder Ejecutivo, en el Congreso federal y posiblemente en el Poder Judicial, pero también después de la conmemoración de la matanza del 2 de octubre de 1968 y con el compromiso reiterado de López Obrador de encabezar un gobierno cercano “a la gente”, sin el uso de aviones privados, elementos del Estado Mayor Presidencial ni otros lujos.
El precedente Peña
El peor precedente es el que dejan el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, Angélica Rivera, que convirtieron las portadas de la revista Hola! no sólo en su escaparate, sino en un mecanismo de autopromoción y simulación. Ahora ya se admite públicamente lo que antes se negaba: el romance entre ambos y su “matrimonio rosa” fue una teleproducción en función de la popularidad del mexiquense. Tan es así que desde agosto de este año se da por un hecho el distanciamiento y futuro divorcio de la pareja presidencial.
Desde la portada de la boda de Peña Nieto y Rivera, el 8 de diciembre de 2010, hasta la más reciente carátula con la foto de la hija del presidente, Paulina Peña, y el despliegue fotográfico de la primera dama en la ceremonia del 15 de septiembre, los mexicanos asistieron a una saturación de mensajes “rosa”, de fotos posadas y frivolidad que se extendieron a todas las revistas de socialités, farándula y ostentación del ocio.
El peor escándalo de corrupción del presente sexenio surgió precisamente de una pista de autopromoción narcisista en la revista Hola! En 2014 Angélica Rivera posó en un publirreportaje titulado: “La primera dama en la intimidad”. Ahí mostró su “residencia familiar”. Fue la primera pista para el reportaje de investigación titulado “La Casa Blanca de Peña Nieto”, difundida por el equipo de reporteros de Carmen Aristegui.
La moda de aparecer en la portada de esa revista, fundada en 1944, en plena etapa del franquismo español, se convirtió en una necesidad compulsiva para una clase política aspiracional que borró las fronteras entre lo público y lo privado, entre la publicidad y la información, entre la mesura y la ostentación.
Rivera apareció en esa portada siete veces. El gobernador Manuel Velasco, de Chiapas, le dio vuelo ahí a su boda con la cantante Anahí, en clara réplica del modelo peñanietista de publicitarse. Hasta Carlos Salinas de Gortari posó para Hola! a fin de presumir la boda de su hijo Juan Cristóbal.
El senador panista Javier Lozano promovió en sus páginas su nuevo matrimonio y la “pareja presidencial” de Marta Sahagún y Vicente Fox apareció en ellas el 27 de febrero de 2013, al inicio del sexenio de Peña Nieto, para demostrar que fueron los primeros en asociar la política con la vida de pareja.
En plena promoción anticipada de su futura aspiración presidencial, Margarita Zavala posó en la edición de noviembre de 2012 con el título “La primera dama que supo ganarse el corazón de México”.
Si bien el tabasqueño no es el protagonista del reportaje, es claro el impacto que buscó la revista Hola! al colocar una pequeña foto de él con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, con la frase:
“Entramos en la celebración de la que todo el mundo habla. Con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, como testigo principal, entre seiscientos invitados, en la capilla del Rosario de Puebla”.
Con este episodio, la revista de origen español –con franquicias en Venezuela, Brasil, Chile, Estados Unidos, Argentina, Colombia y México, entre otros países– supo explotar su fórmula reciente para la política mexicana: exhibir las historias de las familias presidenciales y de los políticos aspiracionales, como si fueran los aristócratas de una nación donde todo es bello y “el amor triunfa”, como declaró César Yáñez.
En estos momentos los recién casados gozan de su luna de miel en París, donde se prevé que pasen tres semanas.