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Esto ha creado un cuello de botella y ha hecho que la responsabilidad del éxodo centroamericano caiga sobre los hombros de la ciudad fronteriza de Tijuana, donde se calcula que ya hay 2.000 migrantes. La incertidumbre sobre el futuro de la caravana y cómo se dará desahogo a la presión migratoria en la frontera ha polarizado a los tijuanenses: unos apoyan el éxodo y otros se organizan para frenarlo. "Vienen exigiendo mucho y dando poco, Donald Trump no los va a dejar pasar y ¿qué vamos a hacer con esta caravana y con la siguiente y la siguiente?", cuestiona Ángel Mendoza, un habitante de la ciudad.
“No me atrevo a calificarlos como migrantes (…) Son una bola de vagos y mariguanos”. Así ha reaccionado el alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, a la llegada de la caravana de migrantes centroamericanos a la frontera entre México y Estados Unidos. Gastélum ha reclamado que el Gobierno mexicano “no ha hecho su trabajo” y ha exigido recursos para hacer frente a la última crisis migratoria en la región. “La tranquilidad y la seguridad de Tijuana está siendo afectada”, ha dicho el alcalde en una entrevista al canal mexicano de noticias Milenio.
El político del conservador Partido Acción Nacional ha anunciado que convocará una consulta para que la ciudadanía decida si quiere permitir o frenar el arribo de más migrantes de las caravanas en tránsito por territorio mexicano, aunque no ha ofrecido detalles del referendo. Gastélum ha prometido también una política de mano dura. “Cualquier miembro de la caravana migrante que no respete la ley o la tranquilidad de los tijuanenses será presentado al Instituto Nacional de Migración para que sea regresado a su país de origen”, ha escrito este viernes en su cuenta de Twitter.
Los migrantes de la llamada primera caravana, el grupo más adelantado en el camino hacia Estados Unidos, han llegado esta semana en autobuses que les han permitido cubrir una distancia de más de 2.000 kilómetros en pocos días. Los Gobiernos estatales de la llamada ruta del Pacífico (Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Sonora), la que han escogido los organizadores y miembros de la caravana, han acelerado el tránsito de los migrantes y no han permitido que permanezcan en sus Estados. Pueblos sin fronteras, los coordinadores del éxodo, se han dicho preocupados por la integridad de los migrantes: sin agua, comida ni descanso al no tener acceso a albergues y en viajes de hasta 48 horas en autobús.
Gritos xenófobos y golpes a los migrantes anoche durante una protesta contra la #CaravanaMigrante en #PlayasDeTijuana. Lamentable y doloroso. Por suerte algunos vecinos salieron a apoyar a los hondureños y me devolvieron la fe en la humanidad. Casi la pierdo. pic.twitter.com/xetl5EeAQo— Teresa de Miguel (@tdemigueles) 15 de noviembre de 2018
Esto ha creado un cuello de botella y ha hecho que la responsabilidad del éxodo centroamericano caiga sobre los hombros de la ciudad fronteriza de Tijuana, donde se calcula que ya hay 2.000 migrantes. La incertidumbre sobre el futuro de la caravana y cómo se dará desahogo a la presión migratoria en la frontera ha polarizado a los tijuanenses: unos apoyan el éxodo y otros se organizan para frenarlo. "Vienen exigiendo mucho y dando poco, Donald Trump no los va a dejar pasar y ¿qué vamos a hacer con esta caravana y con la siguiente y la siguiente?", cuestiona Ángel Mendoza, un habitante de la ciudad.
Las tensiones escalaron el miércoles pasado cuando hubo un choque entre vecinos de Playas de Tijuana y centroamericanos que se habían instalado en esa zona de la ciudad. “¡Que se vayan, que se vayan!”, gritaban los vecinos y momentos después otro pateó a uno de los migrantes, que antes se habían encaramado en el grupo fronterizo y habían retado a los agentes de la patrulla fronteriza estadounidense. “Los derechos humanos son para los humanos derechos”, ha dicho Gastélum al justificar la posición de ese grupo de ciudadanos, criticada como xenófoba y racista. Este fin de semana se han convocado manifestaciones a favor y en contra de la caravana en Tijuana, a donde se espera que en los próximos días lleguen hasta 6.000 migrantes que están en tránsito por el Pacífico mexicano. El País