Masticar y chupar la
pintura de sus juguetes dejó terribles secuelas en un niño de cuatro años
de edad. Sus padres nunca imaginaron que lo que aparentemente era una práctica
inofensiva provocaría en su hijo graves secuelas físicas y cerebrales, muchas
de ellas irreversibles. El caso del pequeño —identificado como JP— fue
presentado esta semana en un popular canal de YouTube dedicado a las historias
médicas.
De acuerdo con el portal de noticias RT, en el trascurso de
un año, su madre, Sarah, notó que el niño acostumbraba a chupar y morder varios
juguetes antiguos que su abuela le había regalado. Aunque en ese entonces no
sospechaba nada y su hijo parecía sano y fuerte, decidió reemplazar estos
juguetes por unos nuevos.
Sin embargo, varias semanas después el estado de JP empeoró
progresivamente y tuvo que ser llevado al médico por problemas de
coordinación y del habla y por falta de apetito. Además, había perdido peso y
presentaba temblor en las manos.
Los primeros exámenes revelaron que el chico sufría de
ataxia —movimientos descoordinados—, daño renal debido al exceso de
proteínas encontrado en su orina y pérdida de audición de altas frecuencias, es
decir, problemas para detectar los sonidos agudos. Asimismo, los análisis de
sangre indicaron un nivel de plomo de 200 microgramos por decilitro, una
cifra unas 40 veces más alta de lo normal y capaz de causar daños cerebrales.
Toxicidad crónica con plomo
En este punto fue evidente para los galenos que el cuadro
neurológico era producto de una intoxicación y de inmediato JP fue sometido a
un tratamiento específico y perdió todo contacto con el plomo. Pero por
desgracia ocurrió algo atípico: los síntomas no cesaron y el estado del niño
siguió empeorando, para total sorpresa de los expertos.
"La toxicidad del plomo de JP era crónica, lo que
significaba que tuvo una exposición constante durante mucho tiempo y la
acumulación excesiva había comenzado a dañarlo de forma permanente",
asegura el informe.
Tras una serie de cálculos se logró determinar que la sangre
del pequeño solo había absorbido un 25 % del total de plomo en su organismo
—unos 2 mil microgramos— y el resto fluía por su cuerpo, deteriorando los
riñones, los huesos y principalmente el sistema nervioso, lo que provocaba
muerte celular y, con ello, daño cerebral permanente.
No está fuera de peligro
Gracias a un tratamiento con ácido etilendiaminotetraacético
disódico de calcio, los médicos lograron luchar contra el plomo y disminuir
satisfactoriamente sus niveles. No obstante, el déficit cognitivo y otros
trastornos de JP no pudieron ser revertidos con solo su eliminación, pues la
excesiva acumulación fue tratada demasiado tarde, lo que tuvo como consecuencia
que los daños fueran irreparables.
Han pasado varios años desde el tratamiento, pero
durante la etapa de crecimiento de JP parte del plomo en su cuerpo logró
acumularse en los huesos, sustituyendo al calcio. De esta manera, a medida que
su tejido óseo se desarrolla, parte de este metal pesado podría filtrarse hacía
su sangre y desencadenar un nuevo cuadro de intoxicación.
RT