El terror del narco en redes: crueles campañas digitales para mostrar su poderío

08 diciembre 2019
Noticias de Yucatán. 

Los cadáveres son los boletines de prensa. Los videos, el medio que el narco utiliza para difundir el miedo y terror.

En México, la leyenda negra del horror digital se remonta a los años 80, cuando la familia de Héctor Palma Salazar, alias “El Güero Palma" —narco que dirigió mano a mano con “El Chapo” el poderoso Cártel de Sinaloa— fue asesinada cruelmente.

De orígenes modestos, “El Güero" arrancó su carrera asesina como un sicario más a las órdenes del ex policía y líder del extinto Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo.

Bajo su égida se establecieron los vínculos con los cárteles colombianos y el narco mexicano. En ese entramado, “El Güero” ascendió con celebridad y acabó formando con Joaquín Guzmán Loera una sólida alianza. Pero con la detención de Félix Gallardo se desató una ola de violencia: “El Güero” y “El Chapo” se enfrentaron a los hermanos Arellano Félix, del Cártel de Tijuana.

Éstos últimos se aliaron con el diablo para asestarle un terrible golpe a su principal adversario, “El Güero” Palma.

El encargado de cumplir la misión con creces era el venezolano Rafael Clavel Moreno quien, según las versiones de la policía, sedujo a la hermana del Güero, y luego ya instalado en el círculo más cerrado del poder sinaloense, se ganó los favores de su esposa, Guadalupe Lejía.

Con ella salió del país y tras robarle USD 2.000.000 la mató y en una caja metálica refrigerada envió su cabeza a “El Güero”. Quince días después, en Venezuela sus dos hijos, Nataly y Héctor, fueron arrojados por el puente de la Concordia, en San Cristóbal.

Desde entonces, la sangre pidió más sangre.

Dos décadas después, con el nacimiento de Los Zetas, las víctimas asesinadas a través de la decapitación crecieron y a la par, la tortura por medio de grabaciones.

Para la Dra. Ainhoa Vásquez Mejías, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Mexicanos, la estrategia de terror a través de video, es una forma de mandar un mensaje a los otros cárteles.

Vásquez especifica que no se trata de una advertencia para la población general, sino para los sicarios rivales.

“Lo veo como una expresión de masculinidad hegemónica. Principalmente a través de los videos, le dicen a los otros hombres que ellos son los que tienen el poder, que ellos son los más violentos, los más chingones, los que no tienen miedo. Con esto buscan amedrentar a los rivales, atemorizarlos, por supuesto, pero también ponerlos en una posición subalterna, mancillar la masculinidad del otro. Y ese juego de masculinidades debe ser visible para todos, por eso grabar las torturas al enemigo, como lo hace el Cártel Jalisco Nueva Generación o la Nueva Familia Michoacana. Yo considero que es una puesta en escena de la masculinidad hegemónica”, señaló a Infobae México.

El método de tortura a través de grabaciones podría asemejarse al impuesto por el grupo terrorista ISIS.

Los narcos mexicanos, en tiempo real

En México, la violencia de los cárteles de la droga no sólo queda grabada en la vida de los involucrados, sino que, como suele ocurrir actualmente, se expanden a través de videograbaciones.

El material audiovisual difundido a través de internet se ha convertido en un método recurrente entre los criminales que pretenden amplificar su alcance e infundir terror. Todo mecánicamente orquestado.

Para algunos sicarios, la difusión de videos sobre masacres parece ser tan crítica como la preparación de sus armas, debido a que no sólo se viralizan las imágenes, sino también los sentimientos de pánico que las acompañan.

En el país, no existe una ley oficial que clasifique a los videos como objetable, como ocurre en otras naciones, donde la divulgación podría significar multas millonarias.

Al igual, los medios de comunicación se han encargado de publicitar éste tipo de contenido por diversas razones como la sensibilidad por el dolor de los familiares de las víctimas, el derecho a la privacidad de las víctimas en momentos de extrema vulnerabilidad, y la posibilidad de incentivar la idea de venganza.


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