Salvo algunas excepciones, los gobernantes de los países afectados por la pandemia han diseñado sus estrategias sanitarias con el apoyo de científicos y especialistas. Biólogos, epidemiólogos y médicos, llevan la voz cantante en términos de combate al Covid-19. No obstante, esta aparente luna de miel entre ciencia y política no durará mucho tiempo, prevé el doctor en Ciencias Biológicas argentino, Diego Golombek.
Autor de títulos como Cavernas y palacios. En busca de la conciencia en el cerebro y Las neuronas de Dios, el especialista advierte en entrevista los efectos del confinamiento en nuestro sistema cerebral. “La pandemia nos lleva a cuestiones muy primitivas y humanas”, asegura.
Parece que la pandemia nos recuerda la importancia de invertir en la ciencia, ¿no?
Es interesante ver cómo la ciencia tiene otro marketing y más proyección en los medios. Por ahora, el poder político no solo busca apoyar a la ciencia, sino apoyarse en la ciencia, como dice Marcelino Cereijido. Algo encomiable es la enorme colaboración en el mundo científico. Hoy, la ciencia es colaborativa y multidisciplinaria o no es. Esto nos debe hacer pensar en la forma de llevar los proyectos científicos hacia el futuro. Sin embargo, no todo es positivo. La memoria social humana es frágil. Los científicos quedaremos con buena prensa, pero volveremos a ser desplazados de las que se supone, son las necesidades básicas: pobreza, educación, salud, etc. Cuando regresemos a la normalidad nos olvidaremos de sus aportaciones para resolver problemas más cotidianos.
Algunos analistas prevén que debido al shock que dejará la pandemia, en el futuro veremos a científicos como líderes sociales o políticos.
Sin duda los sistemas sanitarios serán un eje de las próximas campañas políticas. Hay optimismo también en términos ambientales, dado que la pandemia exhibe el daño que ocasionamos a los ecosistemas. En lo personal soy más pesimista salvo en sociedades muy organizadas como la alemana. Aun así, percibo un pensamiento diferente entre los más jóvenes respecto a estos temas. Espero que cuando lleguen a puestos directivos no lo olviden y lo pongan en marcha. No creo que la ciencia sea un eje de futuras campañas políticas, aunque debo reconocer que en Argentina sí lo fue y ahora estamos viendo los frutos. En contraste, Trump cuestiona las acciones y del Instituto Nacional de la Salud y nadie reacciona. Todavía estamos lejos de comprender el verdadero valor de la ciencia en el desarrollo.
¿Desde la neurociencia y el estudio del cerebro cómo se analiza la pandemia?
La pandemia nos lleva a cuestiones muy primitivas y humanas. Respondemos con miedo y es lógico: el virus es potencialmente mortal y peligroso. No olvidemos que el miedo parte de nuestra historia. Si hemos evolucionado es porque hemos sabido salir corriendo. El miedo se genera de la interrelación entre comunicaciones neuronales y endocrinas que son parte de nuestra naturaleza. Al mismo tiempo nos lleva a una sensación muy profunda de protección. Otra cuestión primitiva que aflora es la dependencia de la autoridad. Esperamos que nos digan qué hacer y cuándo salir, desde el principio de nuestra especie las sociedades evolucionaron jerárquicamente.
¿El confinamiento tiene algún impacto en nuestro orden cerebral?
Sin duda, modifica nuestra rutina, nuestra estimación del tiempo, ritmo del sueño y exposición a la luz. La neurociencia todavía tiene mucho que aportar sobre lo que está ocurriendo.
¿Nos costará trabajo reacostumbrarnos al tipo de hábitos anteriores a la pandemia?
No me cabe duda. Experimentamos una estimación subjetiva del tiempo. El cerebro mide el día a partir de eventos. Si no sucede nada, el día se nos hace eterno. Pasa lo mismo con el ciclo del sueño o la falta de contacto físico. La gente que está en la parte alta de la escala social quizá le encuentra ganancias al confinamiento. Ahora tienen tiempo para ver películas, leer o desarrollar proyectos alternos. Si tienen la suerte de estar con sus seres queridos pueden aprovechar mejor el tiempo y a eso es fácil acostumbrarnos porque son experiencias agradables. De cualquier manera, creo que volveremos a la rutina pronto. Los estudiantes se quejarán, aunque en el fondo querrán volver a la escuela porque les brinda protección. Nos vamos a quejar más de lo que en realidad nos va a costar. El próximo tema de conversación será lo difícil que es cumplir horarios o encontrarme con alguien y no abrazarlo.
¿Tardaremos en superar el miedo?
Me parece que sí. La pandemia es un problema mundial sin duda, pero los medios se han aferrado al tremendismo. Estamos ante un problema evolutivo. Nos enfrentamos a un organismo vivo con una enorme capacidad de adaptación. Ataca a nuestras células y de paso afecta nuestra sociabilidad. Esto dejará marcas. Pensaremos dos veces antes de acercarnos a alguien para darle un beso o un abrazo.
¿En América Latina cómo convive el miedo con la necesidad económica?
Esa es la gran pregunta a la cual nos enfrentamos todos. En Argentina las medidas de aislamiento parecen adecuadas, pero el costo para la economía será terrible. La industria, el empleo formal y el informal, están parados. Hay una neurociencia de que estudia cómo la pobreza, la falta de educación y salud, inciden en el desarrollo del cerebro. En el fututo deberemos poner atención en estos aspectos. Cada país decidió conforme a su realidad. Brasil no paró, bajo la excusa de que sería letal para la economía. En México, el nivel de la economía informal imposibilitó la posibilidad de detener todas las actividades no esenciales. Argentina, en breve levantará la cuarentena de manera administrada. Una coincidencia es que todos los países tanto socialistas como neoliberales están poniendo dinero en el bolsillo de la gente, el problema es que se ayuda a quien está registrado por el sistema, pero no podemos olvidarnos de los están al margen. Es un dilema mundial.
¿A partir de su disciplina qué lecciones deja esta pandemia?
Estamos abusando de ciertas metáforas que son muy contrarias a un esquema de salud. Uno abre el diario y se habla de encierro. Y no es verdad, estamos aislados no encerrados. A partir del uso de esa palabra la gente llega al extremo de cerrar ventanas y evitar la luz solar. En Argentina no podemos salir a caminar o hacer ejercicio, como sí sucede en países como México, de ahí la importancia de enfatizar la importancia de la luz natural como algo necesario. Al no tener rutinas el ciclo de sueño se recorre a horarios más tardíos. Dormir mal produce ansiedad, estrés y mal humor. Dentro de mi disciplina hay mucho por estudiar. A nivel personal, el aislamiento es algo difícil de llevar. Alejarnos de la gente que queremos afecta nuestra rutina más íntima.