Mientras pedaleo por la colonia Roma y miro cómo la ciudad se quita las lagañas de la sana distancia, me pregunto si eso que llaman la 'nueva normalidad' son don José y su amigo Luis, un par de albañiles a los que encuentro afuera de una obra en la calle Oaxaca. Es decir: en el 2020, el último año de la era antes del covid-19, don Luis trabajaba en una obra allá por sus rumbos, en Chalco, y ganaba unos 3 mil pesos al mes que iban directo para comprar la comida de sus tres hijos. Luis era eventual en una inmobiliaria y le pagaban mil 800, y por lo mismo nunca se ha podido arreglar los dientes.
En el año 1 d. C., ambos se conocieron hace tres semanas afuera de la terminal de autobuses La Tapo, donde esperaron en vano a que alguien los contratara. Desde entonces, peinan juntos barrios para encontrar trabajo.
“Ya le buscamos en Polanco, en la Del Valle, en la Condesa, en la Juárez y lo único que hemos encontrado es que la policía nos revise por sospechosos”, se queja don José mientras se desprende de la mochila donde trae sus herramientas y que es la razón de la sospecha. Pero se quejará más cuando el encargado de la obra le diga que no hay nada, ni el saludo. “En las noticias dijeron que ya se había acabado todo, pero lo único que se acabó fue el trabajo”.
Mientras pedaleo por la colonia Juárez y miro a la gente usando los más variopintos cubrebocas, pienso que, si antes nos poníamos la máscara de nuestra propia cara para guardar las apariencias, ahora que usamos y mal usamos el cubrebocas la simulación es más honesta. Luego me pregunto si la 'nueva normalidad' es Antonio, que en el año 2020 a. C. trabajaba en un estudio de diseño, tenía novia y se quería mudar con ella. Ahora, en el año 1 d. C. se quedó solo, volvió a casa de sus padres y vende caretas tipo Mad Max en la Zona Rosa.
—¿Mucha gente en las calles? —le pregunto.
—Sí, sí hay más, pero la mayoría es gente desempleada.
—¿Y cómo sabes?
—Porque muchos me han preguntado por direcciones de empresas de seguridad.
—¿Y cómo van las ventas?
—Mal. Te digo que la gente no tiene ni para comer. Pero yo creo que en un mes esto se va a alivianar.
No le digo que el pronóstico más optimista habla de seis meses muy oscuros.
Mientras pedaleo por el Eje Central y veo a gente abrir sus negocios, me pregunto si la 'nueva normalidad' es Eugenia, que en el año 2020 a. C. trabajaba de mesera en una fonda del mercado Oceanía, le alcanzaba para no depender del marido y ella pensaba volver a estudiar. Ahora, en el año 1 d. C. lo único que quiere es conseguir un empleo y por eso está formada afuera del Kentucky Fried Chicken, donde solicitan personal a bajo costo. “Lo que sea ahorita es bueno”, me dice, “Las cosas están muy tensas con mi marido”.
Y no sé por qué, entonces, pienso que antes del covid-19, en México mataban a diez mujeres al día y cada hora el 911 recibía tres mil 150 llamadas relacionadas con violencia sexual, de género y familiar. Ahora, después del covid-19, matan a once mujeres diario y las llamadas al 911 son tres mil 437 por hora.
Mientras pedaleo por el metro Chilpancingo y me detengo en un puesto de periódicos, le digo al voceador que bien recuerdo cuando en el 2020 a. C. había puñados de periodistas que hablaban de la llegada del Apocalipsis a México, periodistas que mentían con la misma facilidad de quien escupe en la calle. Ahora, en el año 1 d. C., le digo al voceador que esos periodistas desempolvaron la palabra comunista y rezan porque haya un rebote.
—¿Y cree que haya rebote? —le pregunto.
—A güevo.
Entonces me pregunto si la 'nueva normalidad' es "L", que hace meses le iba muy bien vendiendo café, pan de dulce y tortas afuera del metro Chilpancingo, pero hoy lunes ya son más de las 10 de la mañana y sólo le han comprado un café. “A la líder (Alejandra Barrios) hay que pagarle cada semana, a ella le vale madre lo del coronavirus”.
Mientras pedaleo por avenida Reforma un bolero me dice que hoy le ha lustrado los zapatos a dos hombres que “iban a pedir trabajo”, pienso que la 'nueva normalidad' dejó de ser un término financiero para convertirse en un eufemismo, uno que el gobierno español propagó y que los presidentes del mundo repiten para nombrar de alguna manera a la etapa donde todavía no existe vacuna, donde el riesgo a contagiarnos es muy alto y universal, y donde se le viene a cada país un drama económico, social y político.
Vía Milenio