Según el último censo, 7251 personas viven en la calle en la Capital, y de ellas 5412 no tienen acceso a paradores ni establecimientos estatales. El tan promovido “Quedate en casa” pierde eficacia ante aquellos que no tienen donde vivir. A Jorge esta realidad no le es indiferente, lo toca de cerca.
Jorge tiene 39 años, eso acusa su DNI, aunque él dice que tiene 42. No nació en la Capital Federal, es de la provincia de Misiones. Emigró a Buenos Aires con 18 años buscando un mejor oportunidad laboral. Y perdió tiene contacto con su familia.
Instalado en la Villa 31, consiguió trabajo como albañil, oficio que llevó a cabo durante una década. Pero la empresa que lo contrataba fundió. Hace siete años su realidad cambió por completo. “Perdí el trabajo, logré hacer una changas, pero después no pude pagar más el alquiler, y quedé en la calle”, cuenta hoy.
Ahora, su lugar en el mundo son los tres metros de frente de la confitería Tibidabo en la avenida Corrientes al 2200, en el barrio de Once. Los dueños del comercio lo dejan dormir ahí. “Lo vemos levantarse a las seis de la mañana, ordenar sus cosas, limpiar el lugar y salir a trabajar. Tiene mucha voluntad” , relatan Gastón Taylor y Paula Comesaña, vecinos de la cuadra que le acercan comida, y también lideran una campaña solidaria junto a la Fundación SAUN para que Jorge logre un trabajo y un techo, y así cambiar su realidad.
Sin ingresos y sin vivienda, Jorge sobrevive recolectando cartones. “Separo la basura de los comercios cercanos: cartón, nylon, plástico. Los vecinos son generosos, me acercan mercadería para juntar algo más de plata. Tengo una rutina diaria, que inicio a las 8 de la mañana y terminó a las 8 de la noche, que es cuando pasa el camión a llevarse todo lo que pude juntar”, cuenta.
Recién puede ir a descansar -sobre una pila de cartones- con el cierre tardío de la confitería. “Él se gana el dinero justo para comer día a día, pero le es muy difícil salir de esa situación, por no decir imposible. Es por eso que iniciamos esta campaña a través de la Fundación SAUN para recolectar 20.000 pesos y así pueda hospedarse en un hotel, estar tranquilo”, resalta Gaston
Actualmente Jorge, tiene que trasladarse varias cuadras a hasta la Parroquía San Pedro para hacer uso del baño e higienizarse. "El encargado de acá la vuelta a veces me presta su baño, siempre me dice que venga, pero no me gusta pedir demás. La gente es muy buena conmigo.”
“Es un hombre muy trabajador, honesto y muy querido por sus vecinos, comerciantes y hasta por los policías que cuidan por la noche”, destaca Gastón. que lo ve interactuar a diario.
Pero con la llegada de la pandemia su único ingreso -el de la recolección- fue interrumpido. Primero como medida de prevención ante la emergencia sanitaria, y luego porque no había material para juntar ya que los comercios permanecían cerrados. La situación para Jorge es cada vez más angustiante. “Hay días que tengo que caminar kilómetros para conseguir algo porque, claro, el camión dejó de pasar como antes”, lamenta.
A esto se le suma la emergencia sanitaria. Ante la pregunta del temor a contagiarse, no duda cuando responde: “Le tengo más miedo a la vida que llevo en las calles que al coronavirus”
La calle nunca es un buen lugar para vivir. En más de una ocasión fue víctima de hechos violentos. “Ya me robaron los documentos, y la semana pasada me quisieron robar el carrito con mis pertenencia (algo de ropa, yerba, y cartones). Me golpearon mientras dormía, me abrieron la cabeza. No estoy tranquilo”.
“Hay algo que lo diferencia a Jorge del resto de las personas y es que no espera nada de los demás, si es posible él está dispuesto a ayudarte en lo que pueda. Es una persona confiable y pura. Siempre tiene una sonrisa”, reconoce Gaston.
El anhelo de Jorge es “tener un techo y un trabajo digno para pasar las noches, sin lujos. No me interesa lo material, ni lo económico”.
Se define como “un ecosistema solidario donde todos podemos ayudar”. Nació en el 2014 y fue creado por Gonzalo Erize, quien descubrió su vocación mientras viajaba por Laos y se involucró en la vida de un chico con el Síndrome de Hirschsprung. Sin conocerlo, se quedó con él hasta que se curó. A partir de entonces, junto a los hermanos Méndez Trongé, surgió una iniciativa con el espíritu de dar la posibilidad, entre todos, de salvarle o cambiarle la vida a una persona vulnerable. En la actualidad ya colaboraron con más de 120 casos.
En este contexto de pandemia, Erize ideó el programa “Ahora más juntos que nunca”, para trabajar en la ayuda de aquellos a los que les faltan alimentos, medicación o elementos de desinfección; darle apoyo escolar a los chicos en posición de vulnerabilidad. Es posible hacerlo sin salir de casa.
Para compartir causas o anotarse en alguna para colaborar, su web es: https://saun.org
Vía Infobae