Maestro crea robot para dar clases en las zonas más pobres de Perú

23 julio 2020
Noticias de Yucatán. 

La pandemia de coronavirus ha provocado un despertar tecnológico masivo, pues en todo el mundo se están dando caso de elementos robóticos que ayudan a la gente en estos tiempos de crisis, por ejemplo: el dispositivo en Monterrey que atiende a los pacientes de un hospital, el perro electrónico que patrulla las calles en Singapur y las creaciones que ayudan en las labores de limpieza ante el covid 19.

Ahora, a esta lista de inventos con fines benéficos, se suma Kipi, una robot ecologista hecha con chatarra reciclada que recorre los Andes peruanos con su creador, un joven profesor al que ayuda a llevar educación a donde no llega Internet, radio ni televisión.

"Soy una robot especial. Fui creada y programada para cantar, bailar y aprender con estudiantes con necesidades especiales", dice Kipi para presentarse a los alumnos del maestro Walter Velásquez cuando llega a las comunidades rurales de Colcabamba, en Huancavelica, región del centro de Perú a 3 mil metros de altitud.

A Kipi la controla Velásquez desde su teléfono móvil a través de una aplicación que ha programado con software libre para enseñarle palabras, y cada vez es más autónoma y bilingüe. Ya mantiene conversaciones sencillas en castellano y en quechua, la lengua materna de sus alumnos.

"Para mí, salió muy bonita. Kipi es una niña andina que lleva mensajes positivos y educativos ante esta pandemia. Viaja y comparte alegría y esperanza. Además, es muy ecológica porque tiene un panel solar y se autorrecarga durante el viaje", destacó su creador.

Ese panel solar en forma de mochila, tan necesario para mantener a la robot con vida en esas comunidades campesinas donde no hay electricidad, es el origen de su nombre, pues, en quechua, Kipi significa cargar, como cargan sus cosechas los campesinos andinos sobre sus espaldas.

Cuarentena, la inspiración para Kipi

Esta androide fue concebida en el laboratorio de creatividad del colegio Santiago Antúnez de Mayolo. Con la cuarentena por el covid-19, las clases se suspendieron, las aulas se vaciaron y prácticamente la mitad de los 60 alumnos a cargo de Velásquez regresaron a sus comunidades campesinas, que se encuentran a varias horas del pueblo por caminos de tierra.

 

Sus familias tampoco volvieron para recoger los materiales educativos que el Ministerio de Educación repartió durante el confinamiento ni tampoco los alimentos de Qali Warma, el programa social del Gobierno que da desayuno a unos 3 millones de estudiantes.

 

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