Un puente sobresale de la selva y cruza una carretera de
cuatro carriles en una zona rural en las afueras de Río de Janeiro. Es para
unos usuarios muy especiales: los tamarinos leones dorados, unos pequeños
primates color naranja que por décadas han estado en peligro de extinción.
El hábitat de estas
criaturas, cuyo nombre deriva del mechón de pelo naranja que rodea su cabeza
como si fuera una melena, ha esta decreciendo debido a la deforestación. Los
traficantes de animales también han atrapado durante décadas a estos monos de
color brillante.
Cediendo a la presión
de una asociación ambiental, y en acatamiento a una orden judicial, el
administrador de la carretera concluyó a finales de julio la construcción del
paso elevado que tiene como propósito contribuir a la conservación de la
especie.
El puente, de unos 20 metros de ancho y el doble de largo,
conecta la reserva biológica de Poco de Dantas, en la municipalidad de Silva
Jardim, del estado de Río, con una finca que la Asociación del Tamarino León
Dorado (AMLD) adquirió para convertirla en un parque ecológico.
Los árboles recién plantados sobre el puente miden apenas
unos centímetros, pero se espera que en un par de años alcancen una altura tal
que permita a los monos cruzar de una franja de la selva a otra. Pueden verse
algunos monos, que pesan alrededor de medio kilogramo, en los árboles de la
selva cercana.
“Nuestro objetivo es
consolidar un panorama de conservación para los monos. El mayor problema es la
fragmentación de los bosques, que ya estaban muy deforestados debido a la
expansión de los centros urbanos”, declaró Luiz Paulo Ferraz, geógrafo y
secretario ejecutivo de la AMLD. Conectar las selvas significa más espacio para
que los primates deambulen y se reproduzcan, y así conservar la diversidad
genética, agregó.
Antes de la colonización, el bioma de la selva de litoral
atlántico abarcaba más de 130 millones de hectáreas cerca y a lo largo de la
costa de Brasil, de la que más de 85 por ciento fue desmontada, lo que amenaza
a plantas y animales, según el grupo ambientalista The Nature Conservancy.
Más de 70 por ciento de la población de Brasil vive en zonas
que son o alguna vez fueron bosques en el litoral atlántico, según Rafael
Bitante, director de restauración selvática de la Fundação SOS Mata Atlântica.
Y aunque pocos brasileños han visto en persona un tamarino
león dorado, prácticamente todos han tenido uno en sus manos: se encuentra en
los billetes brasileños de 20 reales (82 pesos mexicanos). Esta criatura se ha
convertido en símbolo de la preservación de la vida silvestre en Brasil y más
allá.
En la década de 1970, cuando los científicos emprendieron
programas de conservación, existían sólo 200 ejemplares, según la AMLD. La
creación de la reserva Poco de Dantas en 1974 fue el punto de partida para
recuperar la población y el hábitat de estos animales en el interior del estado
de Río. En 2003, la categoría de conservación internacional de este primate
mejoró al pasar de especie “críticamente en peligro” a especie “en peligro”.
El número de tamarinos leones dorados alcanzó 3 mil 400 en
2014, el año del censo más reciente de AMLD.
Un brote de fiebre amarilla en 2016 y 2017 causó la muerte
de unos 900 ejemplares, el mayor golpe a esta especie desde el comienzo de las
tareas de conservación. Estos primates necesitan más hábitat para aumentar su
número, según Carlos Alvarenga Pereira, coordinador del programa de
restauración selvática de AMLD.
“Es un desafío local,
y se necesita la participación de las comunidades rurales, convencer a los
agricultores de reconvertir las tierras agrícolas improductivas en bosques
recuperados”, dijo Pereira.