Johnny Dwight Whited no pudo ocultar más su secreto mejor guardado en los últimos 25 años: “Quiero confesar un crimen que cometí hace años” dijo la semana pasada al detective Sean Mukaddam, especialista en casos antiguos de la policía de Decatur, en Alabama, según The New York Times.
Aprovechando su situación de enfermo terminal -recientemente le diagnosticaron una enfermedad sin cura-, el homicida ofreció su “ayuda” para resolver el caso que data de hace casi tres décadas. Supuestamente le llamó por teléfono al detective para confesar que él había “apretado el gatillo”.
Al principio la policía no sabía a qué se refería: “Nos esforzamos para tratar de averiguar de qué estaba hablando”.
Sin embargo, aunque Whited había olvidado la fecha exacta en la que había cometido el crimen, sí recordaba dónde lo había cometido: en una zona boscosa cerca de la ciudad.
Escarbando en archivos antiguos, el detective Mukaddam finalmente descubrió que se refería al homicidio de Christopher Alvin Dailey, asesinado de un tiro en la cabeza el 26 de abril de 1995. Su auto había sido recuperado en el río Tennessee.
“A pesar de la extensa investigación, nunca se tuvo ni siquiera un sospechoso por el caso. En los años que siguieron el caso fue revisado varias veces en busca de pistas, pero nunca se había encontrado un culpable”, aclaró la policía en un comunicado.
Tras comprobar la verosimilitud del relato de Whited, éste fue detenido, acusado de asesinato e internado en una prisión estatal.
Ahora está detenido con una fianza de USD 15,000, y el informe de arresto no menciona cuál fue el posible móvil del asesinato.
“Nunca tuve una situación así en la que simplemente levanto el teléfono y recibo una llamada como esa, en la que el sospechoso me llame de la nada y quiera confesar”, dijo el detective Mukaddam, aún sorprendido por el desenlace del caso.
Dailey era de Huntsville. Alabama. Su cuerpo fue descubierto por un adolescente y una niña que exploraban el bosque en aquella época. Sin querer tropezaron con los restos de Dailey. Su cuerpo estaba ubicado a unos 20 metros de un importante camino forestal.
Después de hacer el sombrío descubrimiento, los adolescentes alertaron a un equipo de servicios públicos que convocó a la policía del área. Los investigadores nunca lograron identificar a ningún sospechoso potencial en el caso, pese a que lo revisaron varias veces en el último cuarto de siglo. No tenían ni la menor pista.
Mukaddam, que poco después informó a la familia de la víctima que habían atrapado al asesino, dijo al diario neoyorquino que Whited “estaba arrepentido” y que antes de morir quería “quitarse ese peso de encima”. El detective le restó importancia a su papel y celebró que finalmente “pudo darle un cierre” a la familia de Dailey después de 25 años.
Según Fairfield Citizen, Whited ya estaba a la espera de juicio en mayo por un cargo de metanfetamina.