Una mujer de Singapur que golpeó, hizo pasar hambre y mató a
su empleada doméstica, de nacionalidad birmana, fue condenada a 30 años de
cárcel este martes por un juez, que describió el caso como "uno de los
peores tipos de homicidio voluntario".
En la rica ciudad-Estado del sureste asiático viven unas 250
mil empleadas del hogar, la mayoría procedentes de países empobrecidos de Asia,
y muchas de ellas sufren malos tratos.
El juez See Kee Oon, que criticó la "crueldad atroz de
la espantosa conducta de la acusada", decidió condenar a Gaiyathiri
Murugayan, una singapurense de 41 años, a una larga pena de prisión.
Los ataques contra la joven empleada birmana, Piang Ngaih
Don, de 24 años, especialmente violentos, fueron grabados por las cámaras de
vigilancia colocadas en la vivienda de sus jefes y se producían casi a diario.
La trabajadora fue pisoteada, estrangulada, asfixiada,
golpeada con escobas y quemada con una plancha, según los documentos aportados
en el juicio.
La joven birmana murió en julio de 2016, tras haber sufrido
ataques durante horas, lo cual dio lugar al arresto de su jefa. En
febrero, la singapurense se declaró culpable de 28 cargos, incluyendo el de
homicidio voluntario.
Este martes, la acusada compareció ante el tribunal con
gafas y mascarilla negra. Permaneció sentada en silencio, con los ojos
cerradas, e inclinó la cabeza cuando el juez dictó sentencia.
El juez tuvo en cuenta que la acusada padecía un trastorno
obsesivo-compulsivo y depresión desde que dio a luz y por ello no ordenó cadena
perpetua, una pena que no habría sido "ni justa ni adecuada".
La empleada fue contratada en 2015 por Gaiyathiri Murugayan
y su esposo, un policía, para cuidar a su hija, de cuatro años, y a su hijo, de
un año.
La joven birmana solo tenía derecho a dormir unas cinco
horas por noche, y debía ducharse e ir al lavabo dejando la puerta
abierta. Estaba mal alimentada y cuando murió solo pesaba 24 kilos.