NECOCLÍ, Colombia.- Un pequeño pueblo colombiano a orillas
del mar Caribe llamado Necoclí vive la mayor crisis migratoria de los últimos
años: más de 10.000 migrantes del Caribe y África están varados en sus calles
esperando para embarcarse en una lancha, adentrarse a la hostil selva del Tapón
del Darién en la frontera con Panamá y finalmente intentar llegar a Estados
Unidos.
Muchos de ellos, con niños en brazos, esperaban el miércoles
un turno para comprar por 50 dólares los escasos boletos en las embarcaciones
—propiedad de una sola empresa de turismo-- que los llevarían hasta Capurganá,
un corregimiento de Acandí, el pueblo donde inicia la travesía por el Tapón del
Darién. Sólo 750 personas lograron embarcar.
La situación en Necoclí —ubicado en Antioquia, al noroeste
del país— se empezó a salir de control desde hace semanas. Primero se
acumularon cientos y luego fueron miles. Las autoridades han dado varias
explicaciones. La Defensoría del Pueblo dijo el martes en un comunicado que las
lanchas no han podido salir "debido a factores climáticos", sin
especificar cuáles, lo que ha ocasionado represamientos.
Por su parte, César Zúñiga, director de la Unidad de Gestión
del Riesgo y Desastres de Necoclí, le dijo a la AP que en las últimas seis
semanas el número de migrantes que ha llegado al pueblo ha sido mayor que el
que ha seguido su tránsito. "Se nos han estado acumulando personas debido
a la incapacidad logística y operativa de la empresa transportadora, ya que
ellos solamente pueden transportar alrededor de 750 personas diarias, pero en
la noche nos llegan alrededor de 1.000 o 1300... Además, ellos no operan los
fines de semana, lo que también nos aumenta el número de migrantes",
agregó.
Ser migrante en Colombia no es ilegal, sin embargo, la
mayoría de quienes llegan a Necoclí lo hacen de manera irregular y suelen
cruzar por la frontera entre Ecuador y Colombia. La Defensoría del Pueblo ha
calculado que en 2021 al menos 33.000 personas han pasado hacia la frontera con
Panamá, la mayoría provenientes de países como Haití, Cuba, Senegal y Ghana.
Las autoridades migratorias también han reportado personas de Somalia, Guinea,
República del Congo y Burkina Faso.
"Estoy aquí para buscar una mejor vida, un mejor
empleo", dijo a The Associated Press Samedy Rijkaard, un haitiano de 27
años, quien junto a su esposa y su hijo decidió irse de Chile, donde vivió los
últimos cinco años tras sentirse "discriminado".
Los migrantes corren graves riesgos al cruzar por vía
marítima. En enero de este año, una embarcación naufragó cerca de Necoclí con
más de 16 personas abordo y al menos seis de ellos murieron, según las
autoridades.
Juan Arturo Gómez, periodista independiente del Darién
colombiano, le dijo a la AP que grupos armados han ejercido control sobre
algunas de las embarcaciones que salen de Necoclí de forma ilegal a altas horas
de la noche y sin medidas de seguridad, especialmente después de los
naufragios. "A falta de un control efectivo por parte del Estado, se da un
control muy estricto de los grupos ilegales, no porque tengan una parte
humanitaria, sino porque estas situaciones les afectan los medios económicos,
como son las rutas de narcotráfico", indicó.
Las necesidades de alimentación, hospedaje, servicios
públicos y de salud en medio de la pandemia de COVID-19 de la población
migrante ha desbordado la capacidad de las autoridades locales. Según Zúñiga,
los servicios básicos, previstos para atender a 20.000 habitantes de Necoclí,
están colapsados, los residuos sólidos aumentaron en 17 toneladas y el
acueducto no tiene la capacidad necesaria para abastecer a los barrios
periféricos.
"Es urgente que las autoridades de Colombia y Panamá
encuentren soluciones compartidas para salvar vidas, un plan de respuesta
humanitario para aliviar el sufrimiento de la población migrante y refugiada es
necesario", dijo a la AP Dominika Arseniuk, directora del Consejo Noruego
para Refugiados en Colombia.
En el Tapón del Darién los migrantes no solo están expuestos
a la inclemencia de la selva, también a las redes de tráfico de migrantes y de
narcotráfico. Arseniuk explicó que han evidenciado que los migrantes en esta
zona han sido extorsionados, víctimas de tráfico y violencia sexual.
"Personas de nacionalidad haitiana le dijeron a la organización que uno de
sus familiares fue víctima de violación sexual en el Darién, pero que
extorsiones e intimidaciones ocurrieron en otros países de Suramérica",
agregó.
Pese a los peligros, el haitiano Rijkaard asegura que quiere
continuar el viaje con la esperanza de que al llegar a Estados Unidos las
políticas del presidente Joe Biden lo beneficien y le brinden una ayuda
especial debido a que asegura que no puede volver a Haití por la crisis que
atraviesa. "Lo que está pasando en mi país es demasiado complicado; el
presidente no tiene seguridad", agregó Rijkaard en referencia al asesinato
del presidente Jovenel Moïse.