LLegó al último asiento de un vuelo junto a desconocido; hoy llevan 40 años casados

14 febrero 2023
Noticias de Yucatán. 

(CNN) -- Vickie Moretz nunca había salido del sur de Estados Unidos, y mucho menos había viajado al extranjero. La perspectiva de cruzar el Atlántico en avión era emocionante y aterradora al mismo tiempo.

Era febrero de 1982. Vickie tenía 22 años, acababa de graduarse de la Universidad de Tennessee e iba a Londres para participar en un programa de estudios.

Viajaba con una de sus mejores amigas, Sandra. Las dos jóvenes hicieron maletas enormes ("Nos llevamos todo lo que había en nuestro armario, dos maletas grandes cada una") y las arrastraron desde Ohio, vía Nueva Orleans, hasta lo que entonces se llamaba Aeropuerto Nacional de Washington.

Las amigas habían reservado pasajes “standby”, en lista de espera, en un vuelo de World Airways al aeropuerto londinense de Heathrow. Lo habían hecho porque era la opción más barata. Nunca se les ocurrió cuestionar por qué los pasajes eran tan económicos.

"Ni siquiera sabía lo que significaba la palabra 'standby'", cuenta Vickie a CNN Travel. "Lo único que sabía era que había conseguido un buen precio".

Las dos mujeres estaban tan aliviadas de haber llegado a la ciudad de Washington, no había sido poca cosa arrastrar sus grandes maletas hasta un autobús y un tren con mucho tráfico que, cuando llegaron al aeropuerto, ambas se relajaron.

"No sabía que había que registrar la maleta, no sabía qué había que hacer", recuerda Vickie.

Cuando Vickie y Sandra se dieron cuenta de que sus pasajes no garantizaban que fueran a abordar el vuelo, entraron en pánico.

En la puerta de abordaje, las dos mujeres esperaban ansiosas, llorando ante la idea de que no conseguirían subir o, peor aún, de que una de ellas podría ser admitida y la otra no.

Entre sollozos, explicaron al personal del aeropuerto que ninguna de las dos había viajado antes al extranjero y que contaban la una con la otra como apoyo moral.

A Sandra la dejaron subir primero. Unos minutos después, a Vickie le dijeron que le había tocado el último asiento del avión.

"Me pasaron por primera clase, me acompañaron hasta la parte trasera del avión, dieron la vuelta, tiraron mi equipaje en un asiento, golpeó a la persona que estaba a su lado, se dio la vuelta y era mi amiga".

Contra todo pronóstico, Vickie y Sandra no solo habían conseguido abordar, sino que habían acabado sentadas una al lado de la otra. Se abrazaron y se secaron las lágrimas mientras respiraban aliviadas. Y entonces Sandra le presentó a Vickie al hombre que completaba su fila de tres.

"Este es Graham", dijo. "Es de Inglaterra".

Graham saludó con una sonrisa. Vestido con un jersey verde y el pelo rizado y pelirrojo, desprendía una confianza amistosa y relajada que tranquilizó a Vickie al instante. El pánico de las últimas horas se disipó oficialmente.

Él también tenía 22 años y era de Lancashire, en el norte de Inglaterra. Se había graduado el año anterior en la Universidad de Leeds y acababa de pasar varios meses viajando por Estados Unidos a la espera de empezar la carrera de Derecho.

"Ahorré algo de dinero, compré un pasaje de ida a Nueva Orleans y me pasé unas seis semanas conduciendo por Estados Unidos hasta que se me acabó el dinero", cuenta Graham a CNN Travel.

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Al igual que Vickie y Sandra, Graham reservó un pasaje en lista de espera. A diferencia de Vickie y Sandra, él sabía lo que eso significaba. No tenía ni idea de si le dejarían subir al vuelo o no, pero estaba encantado de conseguir un asiento, e igualmente encantado de sentarse con dos amables estadounidenses deseosas de saberlo todo sobre el Reino Unido.

"Estaban exhaustas y agotadas, pero evidentemente emocionadas por reencontrarse en el avión", recuerda Graham. "Y nos pusimos a charlar".

A Graham le cayeron bien Vickie y Sandra enseguida: eran una compañía relajada y divertida y su entusiasmo era contagioso. Les contaba historias sobre Inglaterra y le encantaba saber cómo era la vida en el sur de Estados Unidos.

A Vickie también le agradó Graham. Gracias a él, disfrutó de un primer vuelo transatlántico estupendo.

"Nos reímos muchísimo", recuerda Vickie. "Estuvimos despiertos toda la noche, y era la segunda noche que pasábamos despiertas, Sandra y yo, porque la noche anterior habíamos estado despiertas intentando llegar al aeropuerto. Y él era encantador. Se convirtió de inmediato en un buen amigo".

Aunque Vickie pensó que Graham era divertido y relajado, no creía que fuera más que un amigo, al menos no para ella.

"Por aquel entonces era pelirrojo y tenía el pelo rizado, era una permanente, no era de verdad, y a mi amiga le encantan los chicos con el pelo rizado. Así que pensé: 'Qué bien, Sandra conoció a alguien'".

Graham prometió ayudar a Vickie y Sandra a transportar su equipaje desde Heathrow hasta el centro de Londres. Después tendría que volver al norte a ver a su familia, pero dijo que no tardaría en regresar a la capital.

"Estábamos entusiasmadas porque iba a enseñarnos la ciudad", recuerda Vickie. "Nos contó la historia de Inglaterra durante toda la noche".

Vickie recuerda vívidamente a Graham intentando explicar 1066, considerada una fecha crucial en la historia inglesa, cuando Guillermo de Normandía derrotó al rey Harold II en la batalla de Hastings.

"Ni siquiera sabía lo que era 1066", dice Vickie. "En cuanto salí del avión, sabía todo lo que había pasado. Me sorprende que al final no me hubiera aprendido de memoria los reyes y reinas".

"Disfruté educando a las chicas y presentándoles mi país", dice Graham. "No podía creerme la suerte que tuve de sentarme al lado de dos rubias preciosas, y desde luego estaba deseando volver a verlas. Hice planes en firme para visitarlas antes de dejarlas ese primer día".

Tras aterrizar en el Reino Unido, el trío se dirigió en tren al céntrico hotel donde Vickie y Sandra iban a vivir y trabajar durante los tres meses siguientes. Graham les enseñó a Vickie y Sandra a desenvolverse en el sistema de transporte extranjero y les ayudó a subir y bajar sus grandes maletas de los vagones.

Era hora pico y el trío se encontró en un tren muy concurrido. A Vickie le sorprendió que nadie charlaba ni se miraba. Los tres interrumpieron la tranquilidad con su animada charla.

"Los tres causamos un alboroto con nuestras risas y nuestros constantes comentarios mientras señalábamos por las ventanillas, lo que hizo que algunos sonrieran ante nuestra emoción", recuerda Vickie.

"Cuando salimos de la estación, nos sobrecogió lo bonito que era Londres, incluso con la llovizna, y nos enamoramos de la ciudad ese mismo día".

Antes de despedirse y prepararse para tomar su tren hacia el norte, a casa de sus padres, Graham invitó a Vickie y Sandra a su primera taza de té británico. Prometió volver el fin de semana siguiente, pero su partida aún tenía un tinte de tristeza.

"Mientras tomábamos el té y él se preparaba para irse, nosotras decíamos: 'Ay, no'. Se había convertido en nuestro mejor amigo. Y pensábamos: 'Oh, odiamos que se vaya’. Así que dije: 'Bueno, tenemos que tomarnos fotos'", recuerda Vickie.

Vickie y Graham posaron para esta fotografía horas después de conocerse en 1982, tras desembarcar del avión en Londres. Crédito: Familia Kidner

Vickie sacó su cámara y tomó su primera fotografía en Londres: Graham y Sandra, sonriendo juntos.

Luego le pasó la cámara a Sandra y posó para su propia foto con Graham. Sin pensarlo, la turista estadounidense y el desconocido británico se abrazaron y se inclinaron, rozándose las manos y tocándose las cabezas.

"Seguía pensando que era más para Sandra que para mí", dice Vickie. "Pero en nuestra foto —se tomó la misma foto con Sandra y sus manos están más separadas— y, por supuesto, en la nuestra, nuestras manos están una contra la otra, lo cual es bastante gracioso. Supongo que era un vistazo al futuro".

En aquel momento, Vickie no le dio importancia. La foto era simplemente para celebrar el comienzo de su aventura en el Reino Unido.

"Era solo para conmemorar: llegamos a Londres, y aquí estamos. Y aquí está nuestro nuevo amigo, nuestro nuevo y único amigo en Londres", recuerda.

Graham se despidió prometiendo volver el fin de semana siguiente.

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