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El nuevo escándalo por cientos de abusos sexuales cometidos por clérigos en Pensilvania, Estados Unidos, ha sacudido al Vaticano y es un nuevo desafío de transparencia para el Papa Francisco, que ya lidia con crisis similares en otros países.
“Es doloroso para quien sea que lo lea, en particular para los sobrevivientes a los abusos sexuales y para sus familias”, indicó Vatican News, el sitio web oficial de noticias de la Santa Sede, sobre el informe de un Gran Jurado que sacó esta semana a la luz más de mil ataques perpetrados por unos 300 sacerdotes en un periodo de 70 años.
El texto, retomado por el portal vaticano, citó una declaración de la diócesis de Filadelfia que agregó: “Estamos profundamente apenados por su dolor y seguimos en el camino de la sanación”.
Añadió que, al mismo tiempo, el obispo de Pittsburgh escribió en su declaración que “en ningún modo” se quiere “disminuir el dolor surgido” del reporte de más de 900 páginas redactado tras dos años de investigaciones.
El mismo recopiló testimonios de unas mil víctimas, aunque estimó que el número total de afectados es aún mayor. Todos los casos se verificaron en seis de las ocho diócesis que existen en el Estado de Pensilvania, las otras dos ya habían sido motivo de investigaciones previas.
“El informe es el más completo elaborado jamás por una institución gobernativa en los Estados Unidos sobre casos de abusos. Además de los nombres mencionados en el expediente, emerge sobre todo la acusación de que la Iglesia tenía su propio ‘guión’ para cubrir los casos”, indicó el reporte de Vatican News.
Es decir, la voz autorizada del Vaticano en materia informativa constató que existía una estrategia sistemática para encubrir los abusos.
Al mismo tiempo consideró necesario combatir este tipo de crímenes “para garantizar que ningún niño sea víctima de abusos”, y que “ningún culpable sea protegido”, en referencia a una declaración pública de la diócesis de Scranton.
Incluso, el reporte vaticano destacó que esa demarcación eclesiástica publicó en su sitio web los nombres de 70 culpables, sacerdotes y laicos, incluidas personas que no son mencionadas en el informe del Gran Jurado.
Añadió que la diócesis de Erie citó a 34 abusadores, informando incluso sobre los lugares donde viven, además de indicar los nombres de 31 culpables fallecidos.
Entre esos 65 nombres destacan una mujer y un obispo, el portal diocesano precisó que el prelado no investigó las acusaciones de abusos en su área de competencia.
“Seguiremos haciendo expiación por los pecados de nuestro pasado y ofreceremos oraciones y apoyo a todas las víctimas de estas acciones”, indicó el obispo de Harrisburg, Ronald W. Gainer, según Vatican News.
“Nos comprometemos a proseguir e intensificar los cambios positivos para garantizar que tales atrocidades no vuelvan a ocurrir nunca más (…) No hay nada que tomemos más en serio que la protección de aquellos que atraviesan nuestras puertas”, añadió.
Por lo pronto, ni el Papa ni la sala de prensa de la Santa Sede se han manifestado de manera pública sobre el escándalo en Estados Unidos, que ha captado la atención de los medios informativos en todo el mundo.
Pero la realidad ha obligado a Francisco a colocar el tema de los abusos sexuales contra menores como prioridad de su pontificado, especialmente por crisis de amplias magnitudes en Chile y otras latitudes.
En las últimas semanas, la Iglesia católica en ese país sudamericano ha afrontado la peor turbulencia de su historia con investigaciones civiles a amplia escala sobre casos de abuso en diversas diócesis del país, luego que el Papa mismo reconoció un problema endémico de ataques y encubrimiento.
Apenas pocos días atrás, autoridades judiciales realizaron cateos en la sede de la Conferencia Episcopal Chilena, luego de conducir allanamientos en oficinas del Tribunal Eclesiástico de Santiago, de la diócesis de Rancagua y del obispado castrense.
Los procedimientos, sin precedentes, han sido consecuencia de la decisión del Papa de afrontar el problema en primera persona, enviando al inicio de este año a ese país a delegados personales para realizar una investigación a fondo.
Como resultado, Jorge Mario Bergoglio invitó a su casa del Vaticano, la residencia Santa Marta, a tres emblemáticas víctimas de abusos y convocó después a todos los obispos chilenos en mayo. Luego de tres días de analizar la situación a fondo, los prelados presentaron sus renuncias en bloque.
En meses pasados, el pontífice aceptó algunas dimisiones empujando la salida de escena de obispos acusados de negligencia e, incluso, de abusos. Un verdadero tsunami que llevó a la apertura de diversas causas civiles y la aplicación de medidas drásticas por parte de la conferencia episcopal.
Al caso chileno se suman dificultades en otras latitudes, como por ejemplo Australia donde el cardenal George Pell, secretario de Economía del Vaticano, afronta un juicio por abusos y encubrimiento, luego que otro obispo, Philip Wilson, de Adelaida, fue sentenciado a 12 meses de prisión por encubrimiento, aunque pagará su condena en régimen de arresto domiciliario.
Además, algunas semanas atrás el Papa ordenó el apartamiento y la reclusión del cardenal y arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, quien afrontará un juicio eclesiástico por supuestos abusos perpetrados años atrás.
El purpurado llegó a ser uno de los clérigos católicos más poderosos de Estados Unidos y emblema de la ortodoxia en tiempos del Papa Juan Pablo II. La decisión de Francisco de degradarlo tiene poquísimos precedentes. Notimex