Noticias de Yucatán.
Emma tiene dos años y seis meses. Lleva 25 días internada por las complicaciones de la hidrocelafia, un padecimiento con el que nació y que le provoca una acumulación de líquido en las cavidades profundas del cerebro. Llegó al hospital con una fiebre tan alta que la hizo convulsionar, luego estuvo intubada durante cinco días, y ahora ya ni siquiera habla. Pasa las horas acostadita, con la mirada ausente. Tiene electrodos de monitoreo invadiendo su pequeño tórax y una sonda de oxígeno en la nariz que le ayuda a respirar. “Se está apagando”, dice América, su abuela.
Está en el hospital Aurelio Valdivieso en Oaxaca, junto a decenas de bebés provenientes de todo el estado que también demandan atención, aunque los médicos y enfermeras no se dan abasto. Adamaris, de 23 años, madre de la pequeña ha pasado día y noche en la silla contigua a la cuna.
América, la abuela, ha tenido que dormir en la calle, afuera del hospital, las noches en que no le alcanza para pagar los 70 pesos del albergue que está a unas cuadras, porque su casa está en el municipio de Huajuapan de León, a tres horas de distancia.
A veces la abuela entra al hospital a cuidar a Emma para que la mamá pueda salir a comer algo o a bañarse. Luego cada una regresa a su sitio sin siquiera tener tiempo para llorar juntas ni intercambiar consuelo.
Aún así, ninguna de esas penurias representa un sacrificio. “Estaría el tiempo que fuera necesario con tal de que estuviera bien”, dice América, pero en realidad la situación de Emma ha empeorado y la desesperación es cada vez más grande.
Los médicos le dijeron que Emma necesita ser operada para intervenir una de las cavidades del cerebro que está tapada a causa de un quiste. El líquido acumulado ya le está haciendo una “bolita” en el cráneo que no deja de crecer, por eso la cirugía es urgente. Pero en el hospital Valdivieso no tienen el equipo necesario ni hay cirujano que pueda hacerla.
Desde el miércoles 24 de enero, los médicos han buscado el traslado de la pequeña Emma a un hospital de tercer nivel, como el de la Niñez Oaxaqueña, el Hospital Infantil, o el Nacional de Pediatría en la Ciudad de México. También intentaron en Puebla y Querétaro, pero hasta el momento no lo han conseguido.
Algunos, ya respondieron que están rebasados y no podrían recibirla. Otros ni siquiera han atendido la petición. Se trata de hospitales financiados, en mayor parte, por la Federación, pero que han sufrido los estragos de los recortes presupuestales debido a la “política de austeridad” del presidente Andrés Manuel López Obrador.
“A donde tenga que ir, lo haré porque mi nena merece vivir. Es valiente, no se rinde”, escribe América a través de un chat para suplicar ayuda. Pero sus súplicas no son escuchadas.
Si bien el sistema de salud mexicano siempre ha tenido carencias, la actual administración decidió aplicar la política de austeridad también en los hospitales. Eso se tradujo en recortes a lugares como el Hospital Infantil de México Federico Gómez que ha tenido el menos presupuesto de los últimos 10 años. En 2022 tuvo mil 997 millones de pesos, mientras que en 2018 tuvo 2 mil 315 millones de pesos.
Mientras que el Instituto Nacional de Pediatría pasó de tener 2 mil 519 millones de pesos en 2018, a 2 mil 369 millones de pesos en 2022, de acuerdo con el Análisis “Tesofe, Fonsabi y la simulación del gasto en salud: análisis anual 2022”, de México Evalúa.
América y Adamaris saben bien lo que significan esos recortes. En este momento, ningún hospital de cinco ciudades dice tener capacidad para recibirla y ellas no saben a quién recurrir, ni qué hacer para lograr esa operación. Apenas han podido solventar este mes en el hospital, con América yendo a trabajar haciendo limpieza y pidiendo dinero prestado a cada familiar.
Ellas serían esa población de la que tanto habla el presidente con su lema “primero los pobres”, pero que en la práctica están en el abandono, lanzando plegarias y esperando un milagro.
América ha tenido que dormir en la calle afuera del hospital Aurelio Valdivieso, de Oaxaca, las noches en que no le alcanza para pagar los 70 pesos del albergue. Foto: Lizeth Ovando
Adamaris solo tiene el apoyo de América porque el padre de su hija no se hizo cargo. Han salido adelante como han podido, pero estos 24 días han sido especialmente duros. Hacen ver lejanos los planes que tenían de inscribirla al kínder en febrero y darle la mochila que quería de Mosha y el oso, su caricatura favorita. Ahora la niña no sonríe, ha perdido peso y ya no tiene su pelo negro y liso que enmarcaba sus ojos grandes, los médicos tuvieron que raparla para las revisiones. Se ve tan frágil como cuando nació.
Emma nació en el Hospital Aurelio Valdivieso que depende de la Secretaría de Salud, y que atiende a la población más vulnerable, la que no tiene seguridad social, como Adamaris.
“Por parte del personal, por parte de los médicos, siempre ha sido para nosotros buena atención, pero de hecho sí, que hay muchas carencias en verdad. No se dan abasto”, dice América.
Desde el nacimiento de Emma han vivido en carne propia los efectos de las decisiones de “austeridad” del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, como la de eliminar el Seguro Popular, que financiaba las consultas, tratamientos y cirugías otorgadas en hospitales como el Aurelio Valdivieso.
Por eso es que ahora, sin esos recursos, el hospital no tiene medicamentos, ni personal necesario para atender la demanda. Además de estar rebasados por la cantidad de pacientes de todo el estado que llegan ahí, las familias deben comprar medicinas o pagar los estudios que no pueden hacer dentro del hospital.
Cuando Emma nació requirió estudios especializados que le costaron 9 mil pesos, recuerda América, pero gracias a ellos, los médicos pudieron detectarle la hidrocefalia que padecía en grado leve, lo cual le permitiría tener una vida normal, pero requería una operación para colocarle una válvula que drenara el líquido del cerebro. Sin embargo, en ese momento el hospital no tenía neurocirujano que pudiera operarla. Justamente en ese periodo, cuenta Emma, despidieron a varios especialistas por falta de recursos.
Tuvieron que esperar un año, para que la niña fue intervenida en el Hospital de la Niñez Oaxaqueña, de especialidad. Ocurrió en noviembre del año pasado y evolucionó bien las semanas siguientes, pero luego comenzó con una fiebre incontrolable que asustó a su madre, Adamari. La llevó al centro de salud de su comunidad, Huajuapan de León, pero le dijeron que la niña necesitaba atención más especializada, por eso es que nuevamente llegó al hospital Aurelio Valdivieso.
En estos 23 días, la niña ha sido sometida a varios estudios, como tomografía, y cultivos, pero también ha requerido medicamentos que el hospital no tiene, además de solventar los gastos de estar ahí, aún en la calle, cuenta América.
“Entre medicamentos en esos días, la estancia y los gastos –porque Oaxaca es muy caro– llevo como 10 mil pesos. De hecho, queríamos rentar un lugarcito para poder venir a quedarnos, pero nos lo estaban dando en 3 mil 500 en una semana ¡imagínese! Y hasta la comida es cara. Va usted a comprar una torta, un agua, el traslado, o para bañarse, para cargar el celular, para todo es un gasto y a veces no se tiene. Yo tengo que irme a trabajar y volver a regresar para traer algo. Y entre la familia nos cooperamos, hay que ver cómo”.
Para América y su hija, lo más importante es conseguir la operación de Emma, pero su petición para el resto de las familias que también pasan las noches en la calle en espera de sus pacientes es que los gobiernos atendieran las necesidades.
“Más que nada nuestro presidente, que hemos sabido que ha venido, pero a veces digo ‘bueno, viene ¿y sí sabe las necesidades?’, porque son muchas las necesidades en los hospitales, en la educación. Ojalá se enfocaran un poquito más, porque nada más vienen cuando son las votaciones (que a lo mejor ya pronto ya los vamos a ver por acá), pero que vinieran afuera de un hospital a platicar con la gente y ver qué necesidades tiene porque son muchas”.