Noticias de Yucatán
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Con 40 años de experiencia en el ámbito de los bares y cantinas, Marco Antonio Martínez Encalada, conocido popularmente como “Palanca”, sostiene que la nueva clase política, incluyendo a los “júniors”, no frecuenta esos establecimientos que conservan su concepto original.
“La mera verdad, los políticos de ahora prefieren ir a bares más íntimos, donde casi no se les ve”, indica. “Piensan que si van a una cantina como el Chemas u otras enseguida los van a identificar: ‘Oye, allá estaba tomando los tragos el secretario del Ayuntamiento’, ‘¿Que no es el secretario de Gobierno?’. Por eso van a lugares más íntimos, porque creen que nadie sabe por allá”.
El antropólogo Sergio Grosjean Abimerhi, quien está preparando su segundo libro sobre las cantinas en Mérida, coincide en que los políticos jóvenes no se sienten muy atraídos por las tabernas tradicionales.
“Sí, ahorita (van) con menos frecuencia que antes”, afirma el investigador durante una entrevista. “Ahora que se han abierto bares de categoría, de caché en el Norte de la ciudad, como que les tienen miedo a las cantinas”.
2003. Una camioneta con placas oficiales se detiene a escasos metros de la entrada del bar Chemas, en la calle 55 con 66. Descienden dos personas que entran a la cantina y de inmediato solicitan que les sirvan cervezas.
No pueden pasar inadvertidos. Son nada menos que el gobernador Patricio Patrón Laviada y el secretario de Gobierno, Pedro Rivas Gutiérrez. El primero pide que le sirvan “orejas asadas” de botana, para acompañar la bebida.
Mediados de los 80. Interinato de Víctor Cervera Pacheco. El gobernador ordena un servicio a “La prosperidad”, entonces el bar de moda, para siete u ocho personas. La sede de la reunión es el despacho del Ejecutivo en el Palacio de Gobierno. Dos meseros se encargan de servir la comida y las bebidas al selecto grupo. Los testigos sólo identifican, además del gobernador, a Ignacio Mendicuti Pavón.
Estas anécdotas, narradas por gente que las vivió de cerca, marcan una relación muy antigua: los políticos y las tabernas. Es una relación abierta, en la mayoría de los casos, que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Ahora los políticos de las nuevas generaciones no visitan las cantinas tradicionales: prefieren exclusivos restaurantes de franquicias en el norte de la ciudad, aunque finalmente el resultado sea el mismo.
Les tienen miedo y prefieren ir a lugares de caché, aseguran
“Ahora cuidan más su imagen, pero antes no, antes había muchas negociaciones en esos lugares”.
En efecto, veteranos cantineros señalan que es muy raro ver en sus negocios a políticos jóvenes. Ahora, dicen, la mayor parte de los diputados locales y federales, delegados e integrantes de los gabinetes estatal y municipal, entre otros servidores públicos, frecuentan establecimientos de grandes franquicias. Es común que en esos sitios sostengan “reuniones de trabajo” donde no falta el consumo de bebidas alcohólicas.
Martínez Encalada, quien ha sido promotor de varios establecimientos vinculados con los bares, define las cantinas como “centros de reunión”.
“Por lo general, allá va la gente que tiene problemas, y también la que no los tiene”, añade. “Los que trabajan en la barra son como los doctores y como los peluqueros: el cliente les cuenta sus penas. Con dos o tres traguitos empieza: ‘Fíjate que me pelee con mi mujer, que mi hijo me trata mal’. El cantinero llega a saber todo de un cliente”.
Grosjean Abimerhi dice que en las cantinas una historia sepulta a la otra. Ante esa realidad se decidió a escribir “Anécdotas de las cantinas de Mérida”, que salió a la luz el año pasado, y ya tiene en preparativos una segunda obra con el mismo tema, que incluirá un mapa sobre las tabernas que operan en la capital yucateca.
“Muchas veces se sataniza a las cantinas, se piensa que son sitio para gente mala, que puro golpe hay allá y no, es todo lo contrario”, subraya.
Oficina alterna
Los políticos y las cantinas protagonizan una antigua relación
Una hora después se retiran tal y como llegaron: sin escolta, sin asistentes, sin protocolo…
Pasadas las horas, whisky de por medio, Cervera Pacheco comienza a hablar de temas que, a juicio de su jefe de ayudantes, eran delicados. Ese auxiliar, que ahora es alto jefe policíaco, decide pedir a los meseros que se retiren. La salida es por la calle 60.
Muchos políticos de la vieja guardia, de todos los partidos, eran o son -según el caso- asiduos visitantes de esos locales. Son comunes sus “altos” en la rutina diaria para ingerir alguna bebida embriagante, pasar un rato de entretenimiento con colegas o colaboradores y -¿por qué no?- hacer acuerdos o tomar decisiones que pueden influir en la vida de otros. Así, en muchos casos, la cantina se convierte en oficina alterna.
“Recuerdo a muchos alcaldes que iban a las cantinas y allí hacían sus ‘bistecs’, como decimos en el argot cotidiano. Allí hacían sus negociaciones”, dice el antropólogo e investigador Sergio Grosjean Abimerhi, autor del libro “Anécdotas de las cantinas de Mérida”.
“No voy a decir nombres, pero veías que allí hacían sus transacciones, allí soltaban sus ‘mordidas’, porque las había, y luego felices de la vida tomando sus ‘aguas fuertes’. De repente se hacían proyectos dentro de las cantinas”.
Cierto, en un bar confluye gente de todos los estratos sociales y de formación diferente, desde obreros hasta profesionales, pero la clase política siempre se ha distinguido entre la parroquia.
Reporteros de Grupo Megamedia se dieron a la tarea de recopilar información sobre los antiguos lazos entre políticos y cantinas. La intención no es satanizar esa relación y mucho menos denostar a los personajes de las historias. Es sólo el retrato de una realidad poco conocida fuera de ese ámbito, salpicada con detalles curiosos y, en algunos casos, jocosos.
Hay anécdotas que no se encierran en las paredes de una cantina, como la relatada sobre el interinato de Víctor Cervera, pero sí están ligadas a un negocio de ese tipo y al hecho de departir al calor de las copas. Todas nuestras fuentes atestiguaron lo narrado.
A continuación, la primera parte del material recopilado:
Origen del “Cheché”
Todos, o casi todos, saben que el ex alcalde meridano Carlos Ceballos Traconis carga con el sobrenombre de “Cheché”, pero muy pocos están enterados del origen de ese alias.
“Le dicen así porque desde sus inicios en la política se movía entre el Chemulpo (bar ya desaparecido) y el Chemas. Era de Che a Che, y se ganó el mote de ‘Cheché’”, explica antiguo cantinero que en múltiples ocasiones atendió al ex presidente municipal.
Muchos recuerdan que hace más de tres décadas Ceballos Traconis, entonces presidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, tenía prácticamente su oficina vespertina en el Chemas. Allí se reunía a beber con sus más cercanos colaboradores. En los fines de semana las reuniones se prolongaban varias horas. (Continuará).- ÁNGEL NOH ESTRADA
angelnoh@megamedia.com.mx
Mérida | Cantinas
La Real Academia define cantina como “puesto público en que se venden bebidas y algunos comestibles”
Más de 400
Según investigaciones del antropólogo Sergio Grosjean Abimerhi, en Mérida hay poco más de 400 cantinas que operan con el concepto tradicional.
Giro en el negocio
Hace unas décadas cobraron amplia popularidad los negocios con música viva y abundante botana.