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Una investigación realizada por científicos británicos cuestiona los supuestos efectos benéficos de las relaciones íntimas entre humanos y robots sexuales que la industria de este tipo de androides suele esgrimir para promover sus productos. El trabajo advierte a los profesionales de la salud actuar con precaución ante la falta de evidencia sólida sobre el tema.
Chantal Cox-George y Susan Bewley, las autoras del estudio, realizaron una extensa búsqueda bibliográfica en diversos recursos en línea para recopilar los argumentos a favor y en contra de la industria de robots sexuales y evaluar potenciales implicaciones para la salud de sus consumidores.
La investigación se enfocó en cuatro interrogantes clave sobre los robots sexuales:
Si promueven un sexo más seguro frente a las enfermedades de transmisión sexual.
Si ofrecen potencial terapéutico para individuos con disfunciones sexuales.
Si pueden ayudar a tratar a los pedófilos y a otros delincuentes sexuales.
Si producen un impacto en las normas sociales en cuanto a la objetivación del cuerpo femenino.
Para ello, las investigadoras realizaron búsquedas en Google, así como en el portal PubliMed, con los términos 'robot', 'sexo', 'juguetes sexuales', 'muñeca', 'abuso sexual de menores', 'terapia sexual' y 'pedófilo', mencionados tanto en estudios científicos publicados como en los espacios de discusión entre especialistas.
De esta manera, Cox-George y Bewley concluyeron que actualmente no existe suficiente evidencia científica para responder a las interrogantes planteadas. La industria de la tecnología al servicio del placer sexual, que ya se estima en unos 30.000 millones de dólares, continuará expandiéndose de manera inevitable, generando un futuro abaratamiento de los precios de este tipo de productos. Ante esta perspectiva, las autoras llamaron a la comunidad científica a investigar más a fondo este campo para ofrecer una base sólida para los profesionales de la salud.
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Una investigación realizada por científicos británicos cuestiona los supuestos efectos benéficos de las relaciones íntimas entre humanos y robots sexuales que la industria de este tipo de androides suele esgrimir para promover sus productos. El trabajo advierte a los profesionales de la salud actuar con precaución ante la falta de evidencia sólida sobre el tema.
Chantal Cox-George y Susan Bewley, las autoras del estudio, realizaron una extensa búsqueda bibliográfica en diversos recursos en línea para recopilar los argumentos a favor y en contra de la industria de robots sexuales y evaluar potenciales implicaciones para la salud de sus consumidores.
La investigación se enfocó en cuatro interrogantes clave sobre los robots sexuales:
Si promueven un sexo más seguro frente a las enfermedades de transmisión sexual.
Si ofrecen potencial terapéutico para individuos con disfunciones sexuales.
Si pueden ayudar a tratar a los pedófilos y a otros delincuentes sexuales.
Si producen un impacto en las normas sociales en cuanto a la objetivación del cuerpo femenino.
Para ello, las investigadoras realizaron búsquedas en Google, así como en el portal PubliMed, con los términos 'robot', 'sexo', 'juguetes sexuales', 'muñeca', 'abuso sexual de menores', 'terapia sexual' y 'pedófilo', mencionados tanto en estudios científicos publicados como en los espacios de discusión entre especialistas.
De esta manera, Cox-George y Bewley concluyeron que actualmente no existe suficiente evidencia científica para responder a las interrogantes planteadas. La industria de la tecnología al servicio del placer sexual, que ya se estima en unos 30.000 millones de dólares, continuará expandiéndose de manera inevitable, generando un futuro abaratamiento de los precios de este tipo de productos. Ante esta perspectiva, las autoras llamaron a la comunidad científica a investigar más a fondo este campo para ofrecer una base sólida para los profesionales de la salud.
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