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A falta de rodaje competitivo sobre hierba, Rafael Nadal encontró en el pulso de apertura contra Dudi Sela la mejor puesta en escena posible. El israelí, veterano de juego tierno, supuso un gustoso bocado para el número uno, que por segundo año consecutivo aterrizó en La Catedral de Wimbledon sin haber disputado ningún torneo oficial previo, con solo dos ensayos en la exhibición de Hurlingham. Aunque el gran británico no conceda tiempo para adaptar los biorritmos, el balear disfrutó de un plácido estreno, resuelto por 6-3, 6-3 y 6-2 (en 1h 50m). Un triunfo que le conduce a un encuentro con Mikhail Kukushkin (6-4, 3-6, 6-2 y 6-3 a Vasek Pospisil) en la segunda ronda del torneo.
“Serví bien, me fui con frecuencia a la red… Puedo mejorar en el resto, pero en líneas generales ha sido un buen arranque”, expresó el de Manacor, con la hoja estadística en la mano mientras departía con los periodistas. “No he jugado partidos oficiales antes de venir, pero he hecho una buena preparación en Mallorca. Si hubiese competido en Queen’s tal vez me diríais que he jugado demasiado… Para mí la prioridad siempre es estar sano”, razonó en inglés.
En su primera aparición sobre el verde, Nadal ofreció una actuación categórica, sin manchas ni rastro alguno de los nervios que todavía le acompañan cuando arranca en un gran evento. Cedió solo una vez el servicio y dominó de principio a fin, marcando bien las distancias y disfrutando de un rival que le concedió el margen necesario para desarrollar todos los mecanismos que exige el césped: servicio, red, volea, maniobras rápidas y golpes definitivos. Fue un caramelo el israelí Sela, que a sus 33 años y como 127 del mundo contempla ya la recta final de su carrera.
Se resistió seis juegos, hasta que en el 3-3 el balear le rompió por primera vez el servicio y desniveló por primera vez la balanza. A partir de ahí, Nadal en tromba, Nadal enchufado, Nadal a todo trapo y despidiendo sudor para poner la maquinaria a punto, porque Wimbledon no concede una sola tregua y cada jornada se traduce en una trampa; no así Sela, borrado con 31 tiros ganadores, rotundidad con el servicio –79% de puntos con primeros– y un abordaje certero en la cinta: 29 subidas a la red del mallorquín, de las que acertó en 24. Números de hierba, al fin y al cabo.
“¿Totalmente adaptado? No. Ojalá pueda seguir en una línea ascendente, pero aquí cada día es una aventura y, por lo tanto, una opción de irte a casa”, zanjó el ganador de 17 grandes, superior en los precedentes contra Kukushkin: 3-0 en Bangkok (2010), Montecarlo (2012) y Wimbledon (2014).
A falta de rodaje competitivo sobre hierba, Rafael Nadal encontró en el pulso de apertura contra Dudi Sela la mejor puesta en escena posible. El israelí, veterano de juego tierno, supuso un gustoso bocado para el número uno, que por segundo año consecutivo aterrizó en La Catedral de Wimbledon sin haber disputado ningún torneo oficial previo, con solo dos ensayos en la exhibición de Hurlingham. Aunque el gran británico no conceda tiempo para adaptar los biorritmos, el balear disfrutó de un plácido estreno, resuelto por 6-3, 6-3 y 6-2 (en 1h 50m). Un triunfo que le conduce a un encuentro con Mikhail Kukushkin (6-4, 3-6, 6-2 y 6-3 a Vasek Pospisil) en la segunda ronda del torneo.
“Serví bien, me fui con frecuencia a la red… Puedo mejorar en el resto, pero en líneas generales ha sido un buen arranque”, expresó el de Manacor, con la hoja estadística en la mano mientras departía con los periodistas. “No he jugado partidos oficiales antes de venir, pero he hecho una buena preparación en Mallorca. Si hubiese competido en Queen’s tal vez me diríais que he jugado demasiado… Para mí la prioridad siempre es estar sano”, razonó en inglés.
En su primera aparición sobre el verde, Nadal ofreció una actuación categórica, sin manchas ni rastro alguno de los nervios que todavía le acompañan cuando arranca en un gran evento. Cedió solo una vez el servicio y dominó de principio a fin, marcando bien las distancias y disfrutando de un rival que le concedió el margen necesario para desarrollar todos los mecanismos que exige el césped: servicio, red, volea, maniobras rápidas y golpes definitivos. Fue un caramelo el israelí Sela, que a sus 33 años y como 127 del mundo contempla ya la recta final de su carrera.
Se resistió seis juegos, hasta que en el 3-3 el balear le rompió por primera vez el servicio y desniveló por primera vez la balanza. A partir de ahí, Nadal en tromba, Nadal enchufado, Nadal a todo trapo y despidiendo sudor para poner la maquinaria a punto, porque Wimbledon no concede una sola tregua y cada jornada se traduce en una trampa; no así Sela, borrado con 31 tiros ganadores, rotundidad con el servicio –79% de puntos con primeros– y un abordaje certero en la cinta: 29 subidas a la red del mallorquín, de las que acertó en 24. Números de hierba, al fin y al cabo.
“¿Totalmente adaptado? No. Ojalá pueda seguir en una línea ascendente, pero aquí cada día es una aventura y, por lo tanto, una opción de irte a casa”, zanjó el ganador de 17 grandes, superior en los precedentes contra Kukushkin: 3-0 en Bangkok (2010), Montecarlo (2012) y Wimbledon (2014).
Fuente: El País