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Cuando Tila subió al balcón de la casa El Minarete vestida de mestiza y ondeó la bandera nacional para dar un singular Grito de Independencia, el gozo del público era tan espectacular como su actuación.
La magnética torre de estilo árabe que adorna el Paseo Montejo de Mérida brillaba tricolor. Como si estuviera en su función de mezquita, decenas de aficionados atendían su admiración al teatro regional yucateco y al box, de manera simultánea, convirtiendo la fiesta patria en una memorable noche popular, entre palacios.
Con doble intensidad se vivió el momento, pues minutos antes de conmemorar la gesta de Hidalgo, le habían dado el triunfo al pelirrojo fajador mexicano Saúl El Canelo Álvarez.
La actriz se apoderó del escenario parecido a una carpa de palenque. En la terraza morisca se instaló una cómoda cantina para seguir la pelea. Las barras para venta de cervezas, tragos, antojitos y marquesitas hacían un pasaje que conducía a las escaleras de caracol, que sirven como base al alto faro.
Mesas colectivas y periqueras se encontraban al cruzar las columnas de estilo jónico del pórtico. Los plafones con relieves, las balaustradas y candelabros contrastaban con las pantallas de televisión que ya en ese momento mostraban el fiero golpeteo en cuerpos y rostros.
Los sonidos de la transmisión, las onomatopeyas y las frases redondas de los locutores (“Le conecta una zuuuurda que parece fue a estudiar en Harvard”), nunca pudieron con el estruendo de las carcajadas provocadas por la retahíla de insultos, peladeces, groserías, mentadas y obscenidades bien tejidas por Tila.
“Les pido que las pendejadas que traen en su cabeza las dejen afuera y vamos a burlarnos de todo, ¿t’as de acuerdo?”, preguntó.
De manera muy directa dio a escoger el color del humor para el show; blanco, rosado, rojo y negro. Por abrumadora mayoría ganó el último y a partir de ahí no dejó mono con cabeza.
El actor Óscar Martínez, que representa a la actriz y la transforma en Tila María Sesto, presentó su show A la mexicana y dio voz a las barbaridades que vemos pasar o hemos hecho.
Mencionando nombres y apellidos repasó a la clase política. El anecdotario de los errores, convertidos en memes, realizados por Peña Nieto, tuvo un lugar de honor y con una magnífica imitación del estilo de hablar de Andrés Manuel López Obrador nos obsequió una pieza muy pausada de cómo se escucharía el primer informe del presidente. “Se va a tardar todo su sexenio en terminarlo, ¿t’as de acuerdo?”, bromeó.
Como de La Independencia se trataba, Tila nos exhibió en nuestra exacta magnitud. La mayoría no supo los nombres de los Niños Héroes, salvo un hombre maduro que acertó . ¿Y quién es usted?, le inquirió Tila. Un simple ingeniero, respondió el profesionista. “Ma, entonces yo soy un simple travesti”, atajó la actriz.
Ridiculizó lo mexicano, el servicio de Starbucks, a Luis Miguel, lo yucateco, presidentes, gobernadores, e ironizó sobre Los Mauricios.
Netflix y Google fueron caballitos de batalla y no tuvo piedad con los boxeadores, niños, mujeres, guapos, jotas y chilangos.
Tampoco con los millenials y abdómenes de los cincuentones, citó a Chico Che, bailó El Gato Volador. Al orgullo, la razón y la tristeza les dedicó unas líneas memorables.
Las baladas cursis
Una pieza maestra en la caracterización, fue cuando anunció; “tengo una teoría puerca, sobre Maluma”, y en seguida narró una historia sexual sobre el significado oculto que tiene del reguetón Felices los Cuatro; “El código secreto está en que el cuarto, no existe”, y detalló línea por línea las estrofas, moldeando la pantomima en el imaginario de sus manos, tanto que a más de uno lo dejó con la boca abierta, los labios apretados y desternillados de tanta risa.
“La mierda del presente son las joyas del futuro”, afirmó, luego de un ataque de baladas cursis que la concentró en el éxtasis de la imitación, cantando.
Al momento de la victoria del Canelo, bajó desde la terraza un murmullo lejano, la sobria alegría. Así se dio el preámbulo para que Tila se dirigiera al balcón y, en representación de La Patria, vitoreara a los héroes, al país, Yucatán y al chile. Si, al chile, y al derecho de quitarse la cruda, pero no la vida.
Describir con palabras la gracia del humor improvisado puede convertirse en un mal. El gustar a Tila dando el Grito de Independencia fue un destello, que hizo bien, como todos los paisajes acumulados que se viven en Yucatán.
Tal vez un fragmento no le haga honor a la realidad, como los mosaicos no son murales ni la fotografía es la verdad, pero aquí les anexo un video que, como la ciruela, pasa.
Y los mariachis sonaron, de la fuerza de su mano izquierda alzó la bandera y brindó por ella. No hizo falta el himno nacional, ni enredarse en el lábaro. Ya era media noche y pidieron Paloma Negra.
Casi el final, cuando la protagonista ya comenzaba a desmaquillarse y varios caminaban sobre Paseo de Montejo, los músicos con sus alientos redondearon la velada.
Con una luna árabe flotando por arriba de El Minarete sonó Un mundo raro, y obvio, el domingo aparecía, otra vez en Mérida. La Jornada Maya