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Nazareth Marino Hurtado es un joven 25 años que utiliza la tecnología para ayudar. Desde hace tres años se encontró con la impresión 3D y desde entonces no ha dejado de imprimir prótesis de manos y brazos.
Siempre le había atraído la tecnología y un día encontró en internet la impresión 3D. En un video vio que un joven en Argentina entregaba una prótesis a una niña con discapacidad, eso le marcó el rumbo.
Entonces comenzó a investigar quiénes estaban haciendo prótesis con esa herramienta en Guerrero, México, y en otro país. En la búsqueda se topó con una realidad, el costo de las máquinas era superior a sus capacidades económicas: iban desde los 15 mil hasta los 120 mil pesos. Sin embargo, no se rindió.
Solicitó 15 mil pesos en préstamos a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), donde trabaja como bibliotecario en la Facultad de Matemáticas, y sus padres lo apoyaron con el resto. Compró tres máquinas, las de menor precio. Nazareth no sabía utilizarlas, así que vino el proceso de aprendizaje. Se sumergió en dos mundos que desconocía: la impresión 3D y la ortopedia.
Comenzó a trabajar en un salón de su casa en obra negra, sin muebles. Poco a poco logró tener lo básico y arrancó con las pruebas de prótesis. Después vino la búsqueda de las personas que podrían utilizarlas.
Una tarde, decidió hacer público su proyecto y escribió un mensaje en su cuenta de Facebook, donde también pidió ayuda para encontrar a posibles pacientes. Salió con su esposa y su hija al zócalo. Cuando regresó tenía más de 50 mensajes pidiendo información.
Conforme fue leyendo se topó con otra realidad: muchos le preguntaban por sus estudios, si era médico, si tenía maestría o algún doctorado y la ubicación de su consultorio.
Nazareth no tenía nada de eso, él era sólo un joven que estudió sistemas computacionales que quería hacer lo que le gustaba y además ayudar. Muchos no quedaron satisfechos con las respuesta y la lista de posible pacientes se depuró sola.
Descubrió que en Guerrero la necesidad de una prótesis es grande y no está siendo atendida. En el estado no hay estudios ni cifras exactas de cuántas personas requieren o utilizan algún tipo de prótesis. Pero conoce muchos hombres y mujeres, niños y niñas que necesitan de una.
En 2010, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía(Inegi) registró a 664 mil personas que perdieron alguna de sus extremidades. Este número no incluye a las personas que nacen con alguna malformación.
Una empresa con sentido social
Desde que comenzó esa idea, el proyecto de Nazareth ya tiene forma y nombre: LabMaKe es una pequeña empresa que administra con la colaboración de amigos y compañeros.
Es un proyecto en construcción, que tiene mucho por crecer. En este tiempo ha generado cientos de prótesis y otro tipo de objetos con las impresoras 3D; ha logrado ayudar a 16 personas, sobre todo a 13 niños que necesitaban alguna prótesis.
La producción, dice Nazareth, puede ser mayor, pero necesita recursos financieros. Su plan está bien trazado, por ahora quiere construir prótesis que sean útiles, más que estéticas. En los primeros años pudo regalarlas, ahora los costos de mantenimiento, renta y compra de material lo han obligado a cobrar. Pero sus precios, asegura, son mucho más bajos que en una tienda, pues aún continúa firme en su propósito de ayudar.
Ha presentado su proyecto en muchas ocasiones al gobierno del estado, en particular al DIF con el que ha tenido, incluso, algunos eventos, pero ahí su lucha ha sido infructuosa.
Para que su empresa funcione necesita un millón de pesos para patentes, la mayoría de quienes se dedican a la impresión 3D utiliza diseños prefabricados subidos en internet. Invertiría en diseños propios y en la resistencia de los aparatos.
“Yo sé que la prótesis para las personas con algún problema es sólo una herramienta, pero se puede convertir para ellos en una herramienta que puede cambiarles la vida”, asegura el joven.
El nacimiento de una mano
Cuando se puso por primera vez la prótesis supo lo que se siente tener dos manos: primero el aditamento se convirtió en una extensión extraña, algo ajeno, pero con el tiempo ha ido formando parte de su cuerpo.
Miguel nació a los siete meses de gestación y su mano derecha no alcanzó a formarse. Esto le ha traído dificultades para desarrollarse. De niño tardaba horas para hacer su tarea. Miguel es derecho y escribir con la mano izquierda le costó mucho. Ahora estudia Matemáticas en la UAGro y trata que nada lo limite.
Nunca había usado prótesis, hasta hace dos años, cuando conoció a Nazareth. Las había rechazado porque algunos médicos le habían hablado de injertarle dedos de los pies en su mano. La idea lo aterró. Ahora se siente más seguro; sin embargo, dice, en la prótesis no recae toda su seguridad, él sabe que hay tantas discapacidades, que la suya pareciera ser una de las menos graves.
En una plática que Nazareth dio hace tres años en la universidad, su curiosidad por las prótesis resurgió. La misma combinación que atrapó al joven creador, tecnología y prótesis, cautivó a Miguel. Desde entonces, no sólo se han convertido en integrantes de un proyecto, sino en cómplices y amigos.
Con la prótesis, Miguel ha podido tomar cosas, como vasos de vidrio y de plástico incluso ha logrado escribir con la mano derecha.
Fuente: El universal
Nazareth Marino Hurtado es un joven 25 años que utiliza la tecnología para ayudar. Desde hace tres años se encontró con la impresión 3D y desde entonces no ha dejado de imprimir prótesis de manos y brazos.
Siempre le había atraído la tecnología y un día encontró en internet la impresión 3D. En un video vio que un joven en Argentina entregaba una prótesis a una niña con discapacidad, eso le marcó el rumbo.
Entonces comenzó a investigar quiénes estaban haciendo prótesis con esa herramienta en Guerrero, México, y en otro país. En la búsqueda se topó con una realidad, el costo de las máquinas era superior a sus capacidades económicas: iban desde los 15 mil hasta los 120 mil pesos. Sin embargo, no se rindió.
Solicitó 15 mil pesos en préstamos a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), donde trabaja como bibliotecario en la Facultad de Matemáticas, y sus padres lo apoyaron con el resto. Compró tres máquinas, las de menor precio. Nazareth no sabía utilizarlas, así que vino el proceso de aprendizaje. Se sumergió en dos mundos que desconocía: la impresión 3D y la ortopedia.
Comenzó a trabajar en un salón de su casa en obra negra, sin muebles. Poco a poco logró tener lo básico y arrancó con las pruebas de prótesis. Después vino la búsqueda de las personas que podrían utilizarlas.
Una tarde, decidió hacer público su proyecto y escribió un mensaje en su cuenta de Facebook, donde también pidió ayuda para encontrar a posibles pacientes. Salió con su esposa y su hija al zócalo. Cuando regresó tenía más de 50 mensajes pidiendo información.
Nazareth no tenía nada de eso, él era sólo un joven que estudió sistemas computacionales que quería hacer lo que le gustaba y además ayudar. Muchos no quedaron satisfechos con las respuesta y la lista de posible pacientes se depuró sola.
Descubrió que en Guerrero la necesidad de una prótesis es grande y no está siendo atendida. En el estado no hay estudios ni cifras exactas de cuántas personas requieren o utilizan algún tipo de prótesis. Pero conoce muchos hombres y mujeres, niños y niñas que necesitan de una.
En 2010, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía(Inegi) registró a 664 mil personas que perdieron alguna de sus extremidades. Este número no incluye a las personas que nacen con alguna malformación.
Una empresa con sentido social
Desde que comenzó esa idea, el proyecto de Nazareth ya tiene forma y nombre: LabMaKe es una pequeña empresa que administra con la colaboración de amigos y compañeros.
Es un proyecto en construcción, que tiene mucho por crecer. En este tiempo ha generado cientos de prótesis y otro tipo de objetos con las impresoras 3D; ha logrado ayudar a 16 personas, sobre todo a 13 niños que necesitaban alguna prótesis.
La producción, dice Nazareth, puede ser mayor, pero necesita recursos financieros. Su plan está bien trazado, por ahora quiere construir prótesis que sean útiles, más que estéticas. En los primeros años pudo regalarlas, ahora los costos de mantenimiento, renta y compra de material lo han obligado a cobrar. Pero sus precios, asegura, son mucho más bajos que en una tienda, pues aún continúa firme en su propósito de ayudar.
Ha presentado su proyecto en muchas ocasiones al gobierno del estado, en particular al DIF con el que ha tenido, incluso, algunos eventos, pero ahí su lucha ha sido infructuosa.
Para que su empresa funcione necesita un millón de pesos para patentes, la mayoría de quienes se dedican a la impresión 3D utiliza diseños prefabricados subidos en internet. Invertiría en diseños propios y en la resistencia de los aparatos.
“Yo sé que la prótesis para las personas con algún problema es sólo una herramienta, pero se puede convertir para ellos en una herramienta que puede cambiarles la vida”, asegura el joven.
El nacimiento de una mano
Cuando se puso por primera vez la prótesis supo lo que se siente tener dos manos: primero el aditamento se convirtió en una extensión extraña, algo ajeno, pero con el tiempo ha ido formando parte de su cuerpo.
Miguel nació a los siete meses de gestación y su mano derecha no alcanzó a formarse. Esto le ha traído dificultades para desarrollarse. De niño tardaba horas para hacer su tarea. Miguel es derecho y escribir con la mano izquierda le costó mucho. Ahora estudia Matemáticas en la UAGro y trata que nada lo limite.
Nunca había usado prótesis, hasta hace dos años, cuando conoció a Nazareth. Las había rechazado porque algunos médicos le habían hablado de injertarle dedos de los pies en su mano. La idea lo aterró. Ahora se siente más seguro; sin embargo, dice, en la prótesis no recae toda su seguridad, él sabe que hay tantas discapacidades, que la suya pareciera ser una de las menos graves.
En una plática que Nazareth dio hace tres años en la universidad, su curiosidad por las prótesis resurgió. La misma combinación que atrapó al joven creador, tecnología y prótesis, cautivó a Miguel. Desde entonces, no sólo se han convertido en integrantes de un proyecto, sino en cómplices y amigos.
Con la prótesis, Miguel ha podido tomar cosas, como vasos de vidrio y de plástico incluso ha logrado escribir con la mano derecha.
Fuente: El universal