Los empleados federales recibieron talones de pago en ceros al reflejarse los efectos del cierre del gobierno con lo que aumentan las ansiedades sobre el pago de hipotecas y recibos vencidos.
Aproximadamente 800 mil empleados federales no recibieron sus pagos por primera vez desde que comenzó el cierre hace tres semanas.
Trabajadores publicaron fotos de los talones con cero dólares y ventilaron su frustración mientras el cierre continuaba el vigésimo primer día. Al toque de la medianoche, pasará a ser el cierre de gobierno más largo en la historia de Estados Unidos.
Algunos legisladores demócratas aprovecharon los talones de pago para renovar las críticas contra el presidente Donald Trump, quien provocó el cierre debido a sus exigencias para financiar el muro fronterizo.
Aproximadamente 420 mil empleados federales fueron catalogados como imprescindibles y trabajan sin sueldo mientras que 380 mil más permanecen en casa sin paga. Aunque en cierres pasados los empleados federales han recibido su pago retroactivo, no hay garantía de que en esta ocasión suceda lo mismo.
Los contratistas del gobierno, que están en licencia sin paga por tiempo indefinido, no serán compensados por las horas perdidas.
Un empleado federal común suele ganar 37 dólares la hora, que se traduce a mil 480 dólares a la semana, según datos del Departamento del Trabajo. Esto se aproxima a mil 200 millones de dólares de salarios caídos cada semana al multiplicarse por 800 mil empleados federales.
A pesar de la sólida economía y la muy baja tasa de desempleo, muchos trabajadores viven al día y estarían en apuros si sus sueldos son interrumpidos.
Tiauna Guerra, una de las 3 mil 750 empleadas en licencia del Servicio de Impuestos Internos en Ogden, Utah, busca un segundo empleo pero dijo que los empleadores no quieren contratarla cuando explica su situación porque no quieren perderla en unas semanas.
Mientras tanto, sacó un préstamo para hacer el pago de su auto, y ella y su esposo retrasan los planes de salirse de casa de sus padres hasta que termine el cierre.
“A duras penas salimos”, dijo Guerra, madre de dos niños pequeños. “No podemos pagar muchas de nuestras cuentas. Tenemos dificultades para intentar comprar gasolina y alimentos”.