Un golpe seco de dolorosa realidad destruyó al milagro. En cuestión de instantes la guerra convirtió en pasado, el presente de otra de las vidas que en poco más de 200 días se han esfumado en Gaza.
Redujo a un simple número el futuro de una bebé que apenas el sábado pasado fue rescatada del vientre de su madre fallecida, quien fue asesinada junto a otras 18 personas por la explosión de un misil israelí en la ciudad de Rafah.
Pulmones de menor no resistieron
La imagen de la pequeña se había convertido en el estandarte de resiliencia, de un pueblo mojado durante casi 7 meses por una incesante lluvia de plomo; alimentado únicamente por toneladas de hambre.
La esperanza de los médicos que la atendían como podían en lo quedaba de un hospital, era que durante al menos cuatro semanas tomará fuerzas en el interior de una incubadora, pero sus pulmones no resistieron y la esperanza se extinguió en menos de siete días.
Hoy lo que queda de la que sería su familia llora por ella junto a la tumba de sus padres, otros tres muertos entre los más de 35 mil que ha dejado la barbarie en palestina.
“Rouh se fue, mi hermano se fue, su hija se fue y su cuñado se fue y se fue el hogar que nos reunió a todos. Esperábamos encontrar un recuerdo de mi hermano, recuerdos de su hija, recuerdos de su esposa, no hay nada, todo se ha ido”, dice Rami Al-Sheikh Jouda, tío de la bebé.
Según cálculos realizados al día de hoy, 65% de las construcciones que existían en Gaza se han ido. La franja está invadida por más de 37 millones de toneladas de escombros y con el trabajo diario de 100 camiones de volteo, tomaría alrededor de 14 años dejar habitable el lugar donde aún ocurre lo que ni siquiera la eternidad será capaz de borrar.