Amnistía Internacional denuncia en su último informe las torturas sexuales a las que son sometidas muchas mujeres detenidas arbitrariamente en México. "Aquí estamos en los tiempos de la Inquisición", nos cuenta la familia de una de las víctimas
" Mi hija Tailyn está detenida desde el 7 de febrero de 2014. De forma arbitraria, la sacaron de su domicilio. Ella residía acá en Ciudad de México, tenía un restaurante. Te digo tenía porque ya no lo tiene. Ese día, la policía federal ingresó en su domicilio, golpearon a su niño y entraron en su habitación. La comenzaron a golpear y abusaron sexualmente de ella, la desnudaron delante de sus hijos. Ella en todo momento preguntaba que por qué estaban ahí, que qué había hecho. La policía jamás enseñó una orden".
Al otro lado del teléfono habla María Wang, madre de Tailyn Wang, una cocinera peruana que lleva más de dos años detenida sin que haya mediado ningún juicio contra ella. Tailyn ha pasado por más de cuatro prisiones desde que aquel día de febrero la arrancaran de su hogar.
"Mi hija Tailyn estaba embarazada de dos meses. Desde el primer momento se lo dice a la policía. Les pide que no la golpeen, que está embarazada. Ellos no escucharon. En la misma oficina federal a la que se la llevan perdió el embarazo debido a los golpes. Ni siquiera le ofrecieron ayuda médica".
En cuanto entraron en su habitación, los policías federales le quitaron la ropa y comenzaron a tocarla. Uno de ellos se puso encima de ella y mientras le manoseaba el pecho le gritaba 'puta', 'pinche', 'cerda'. Su esposo gritó que estaba embarazada, que por favor no le pegaran. Nadie hizo caso
María relata la escabrosa detención omitiendo algunos de los detalles más dolorosos. Cuando detuvieron a su hija, su marido y sus hijos, entonces de 15, 7 y 5 años, estaban en casa. En cuanto entraron en su habitación, los policías federales le quitaron la ropa y comenzaron a tocarla. Uno de ellos se puso encima de ella y mientras le manoseaba el pecho le gritaba "puta", "pinche", "cerda". Su esposo gritó que estaba embarazada, que por favor no le pegaran. Nadie hizo caso.
Entre gritos, la policía se llevó a los dos a la oficina federal donde continuaron las torturas. Más tarde, la trasladaron a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada donde ella se enteró de que la acusaban de formar parte de una organización criminal. Entre golpes y amenazas la policía estuvo cuatro días presionándola para que firmara una confesión sobre unos hechos con los que no tenía nada que ver.
Tailyn Wang con sus hijos antes de ser detenida.
Al cuarto día, estando en la celda, Tailyn comenzó a sangrar profusamente en una cama de metal. Perdió el conocimiento y cuando volvió en sí, vio al feto entre sus piernas en medio de un charco de sangre. En vez de llamar un médico, los policías la metieron en un avión con destino a la prisión federal. Tailyn empapó con sangre todo el asiento. En prisión sangró cinco días más antes de que a alguien se le ocurriera dejar que la viera un doctor.
Estando en la celda, Tailyn comenzó a sangrar profusamente en una cama de metal. Perdió el conocimiento y cuando volvió en sí, vio al feto entre sus piernas en medio de un charco de sangre
Desgraciadamente, la historia de Tailyn no es un caso aislado. Las torturas, los abusos a sus derechos y las violaciones forman parte de una larga lista de delitos que las fuerzas del orden mexicanas han cometido a lo largo de los años sobre las mujeres.
Sobrevivir a la muerte
El último informe de Amnistía Internacional, Sobrevivir a la muerte: tortura de mujeres por policías y fuerzas armadas en México, relata la historia de muchas otras mujeres que como Tailyn sufrieron los maltratos de policías, soldados y marines.
Como resultado de una investigación de 8 meses, la organización ha conseguido contactar con 100 mujeres que denunciaron tortura y otras formas de violencia durante su arresto e interrogatorio a manos de la policía y las fuerzas armadas. De esas 100 mujeres, 72 denunciaron violencia sexual, 33 denunciaron violación.
Sorprendentemente, las 100 permanecen en prisión, acusadas de delitos graves que en muchos casos solo se sostienen con una confesión que fueron obligadas a firmar. No existe ningún otro tipo de prueba que las implique. Muchas no han recibido atención médica o psicológica, se han convertido en una carga para sus familias y sus hijos tienen que ser cuidados por sus familiares o abandonados en casas de acogida.
Los torturadores de todas ellas, siguen en la calle sin haber asumido ningún tipo de condena o responsabilidad.
De las 100 mujeres contactadas por Amnistía Internacional, 72 sufrieron diversas formas de violencia sexual y 33 fueron violadas
En el informe se determina que la mayoría de las mujeres sometidas a torturas y violencia por parte de la policía son mujeres jóvenes que proceden de entornos de bajos ingresos. En muchas ocasiones son detenidas arbitrariamente, encarceladas a causa de una discriminación machista que no acepta que no sigan las reglas patriarcales de la sociedad mexicana. Muchas de las detenidas son lesbianas, trabajadoras sexuales o madres solteras .
Cuando llegan a los cuarteles, los abusos suelen seguir casi siempre el mismo esquema: golpes en la cabeza, el estómago y los oídos, semiasfixia, descargas eléctricas en los genitales, manoseo de pechos y pellizcos en los pezones. En los peores casos, violación con objetos, dedos, armas de fuego y con el pene.
Confesiones arrancadas a golpes
En el caso de Mónica Esparza Castro, la tortura sexual se produjo después de que la policía municipal de Torreón parara el coche en el que viajaba junto a su hermano y su marido. La policía los llevó a los tres a un cobertizo y mientras su hermano y su marido estaban sentados, desnudos y ensangrentados después de las palizas, los agentes comenzaron a ensañarse con ella.
En muchas ocasiones las mujeres son detenidas arbitrariamente. Muchas de las detenidas son lesbianas, trabajadoras sexuales o madres solteras
Primero los policías le sumergieron la cabeza repetidas veces en una cubeta llena de agua. Luego le golpearon las nalgas con un tablón de madera y la arrastraron por el suelo agarrándola por el pelo. Le aplicaron descargas eléctricas en los genitales y la violaron delante de su marido y su hermano.
Uno detrás de otro, los policías abusaron de ella, se masturbaron en su cara y la obligaron a practicarles sexo oral mientras un grupo de soldados observaban las escenas impasibles. La policía trasladó entonces a los tres a la Procuraduría General de la República en Torreón. Durante el traslado, el marido de Mónica murió en sus brazos por las palizas y latigazos que había recibido.
Tras 12 horas de detención, llevaron a Mónica a las oficinas de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada de la Ciudad de México. Allí, Mónica fue obligada a firmar una confesión en la que decía que formaba parte del cártel de droga de los Zeta. Cuando acabó de firmar, se desmayó.
En casi todos los casos, las víctimas son detenidas por delitos que no han cometido pero aún así tienen que pasar largos años en prisión a la espera de una sentencia
Sistemáticamente, tanto en el caso de Tailyn como en el de Mónica los abusos van seguidos de insultos misóginos y sexualizados, amenazas y en definitiva, abuso psicológico. En casi todos los casos, las víctimas son detenidas por delitos que no han cometido pero aún así tienen que pasar largos años en prisión a la espera de una sentencia.
"Las autoridades son tan corruptas... aquí nunca vas a tener justicia. Si lees bien el expediente, no hay elementos suficientes para hacer una demanda contra mi hija. Pero aquí, te envían a prisión y tu expediente se duerme años y años. Mi hija lleva en prisión dos años y cuatro meses pero hay casos de mujeres que llevan ocho años, 10 años, y todavía no tienen sentencia", comenta María Wang.
La mayoría de los casos abiertos son casos "creados", es decir, la policía no ha realizado una investigación adecuada antes de detener a un sospechoso sino que ha aprehendido a una persona al azar y posteriormente, la ha obligado a firmar la confesión que querían
Según María, la mayoría de los casos abiertos son casos "creados", es decir, la policía no ha realizado una investigación adecuada antes de detener a un sospechoso sino que ha aprehendido a una persona al azar y posteriormente, la ha obligado a firmar la confesión que querían.
"Aquí hay muchos casos creados, lamentablemente, la policía no se dedica a investigar sino a crear. Hay una llamada anónima y los detienen, torturan y hacen firmar una confesión. Este es el patrón que se sigue en México en todos los delitos, hasta en el más insignificante. Aquí estamos en los tiempos de la Inquisición", relata la madre de Tailyn.
Heridas que no cicatrizan jamás
Una vez en prisión, se comienzan a mover unos engranajes bañados por la corrupción donde no se salva ni un solo funcionario de la cadena. Desde el policía que te detiene hasta el abogado que te asignan pasando por el juez que decide tu futuro y el médico que, viendo tu cara amoratada, certifica que tus heridas no son de tortura sino, como escribieron en el expediente de Tailyn, "fueron ocasionadas durante el traslado".
"Me siento indefensa pero en estos dos años he sacado la fuerza no sé de donde para poder defender a mi hija y quiero que esto se dé a conocer, quiero que se demuestre la verdad", confiesa María mientras su voz tiembla por las lágrimas que está tratando de contener. "El daño físico y psicológico que tiene mi hija ya es irreparable, en el sentido en el que siempre va a quedar dañada, siempre va a quedar una secuela en ella, en los niños que presenciaron los hechos...".
Todo el sistema es una cadena corrupta. Desde el policía que te detiene hasta el abogado que te asignan pasando por el juez que decide tu futuro y el médico que, viendo tu cara amoratada, certifica que tus heridas no son de tortura sino, como escribieron en el expediente de Tailyn, "fueron ocasionadas durante el traslado"
Muchas mujeres víctimas de abusos y torturas ni siquiera han intentado denunciar los hechos. La razón de esto se debe a que en México aún se siente una histórica normalización de la violencia sexual contra las mujeres que ha hecho que ni siquiera ellas identifiquen de manera inmediata que el hecho de que alguien toque su cuerpo sin permiso es violencia sexual.
A esto se suma el pasotismo de las autoridades, preocupadas en llenar las cuotas que den una imagen de que los agentes luchan contra la delincuencia el narcotráfico más que en defender y respetar los derechos humanos.
Según el informe de Amnistía, actualmente 3.285 mujeres permanecen encarceladas por haber cometido supuestos delitos federales. No hay datos de cuántas de estas detenciones han sido arbitrarias y habrá que esperar mucho tiempo para que alguna de ellas conozca su sentencia.
"Han detenido a tanta gente porque sí que... Aquí las cárceles están llenas y tienen que hacer muchas más para que quepan todas las detenciones ilegales", declara María Wang sabiendo que su hija es una de ellas.
"Aquí estamos en los tiempos de la Inquisición"