Noticias de Yucatán
De Tlatelolco, de la Línea 3 del Metrobús, hasta Perisur
en la Línea 1, hay más de 30 estaciones. Un trayecto largo, pero el más directo
hasta la casa de Karen. El reloj marcaba las tres de la tarde cuando esta mujer
de 27 años decidió tomar esa ruta. El día en la capital era caluroso. La
temperatura de abril estaba por encima de los 25 grados centígrados. Karen
traía puesto un vestido que le llegaba unos centímetros arriba de las rodillas.
En su camino escuchó “piropos” por parte de extraños. Antes de pasar el
torniquete de entrada, un hombre se le quedó viendo por varios minutos. No le
dio importancia. “Piensas que no va a pasar de que te vean y ya”, relata. Pero
ese día una simple mirada se convirtió en un trayecto tortuoso.
Karen entró a la estación y observó al hombre entrar
detrás de ella. La solución inicial: moverse al vagón exclusivo de mujeres. Un
lugar seguro. Eso no lo detuvo. Durante más de una hora, incluso en el
transbordo, esta joven se tuvo que cuidar de que el desconocido que la observó
no se le acercara demasiado.
La mitad de las mujeres que habitan en la Ciudad de
México han sido violentadas
en espacios públicos. Esta cifra está por encima de 32% que se
registra a nivel nacional, de acuerdo con los datos que retoma el Diagnóstico sobre la
violencia contra las mujeres y las niñas en transporte público
de la
El Instituto
de las Mujeres, ONU Mujeres y El Colegio de México se
dieron a la tarea de analizar esta situación para entender las agresiones que
viven las usuarias del transporte en la capital. “Esta iniciativa surge porque
no hay estadísticas que te ayuden a visibilizar esta dinámica. Sin estos datos
no se pueden crear estrategias de prevención, iniciativas o programas (…).
Además, la violencia sexual que ocurre en la vida cotidiana de las mujeres en
todas la ciudades del mundo es un tema desatendido”, asegura Yeliz Osman,
coordinadora del programa Ciudades y
Espacios Públicos Seguros para Mujeres y Niñas de ONU Mujeres.
Mediante la recopilación de datos de la Procuraduría
capitalina, encuestas de Inegi y grupos focales, estas tres instituciones
lograron mostrar un panorama poco alentador para las mujeres de la Ciudad de
México. El objetivo fue que ellas identificaran el tipo de violencia que
sufrieron en los últimos tres meses al usar el transporte de la capital: 93%
afirmó que sufrió miradas lascivas; ocho de cada 10 padecieron chiflidos por su
forma de vestir o apariencia; 70% toleró majaderías sexuales o incluso
acercamientos desmedidos, y en 65% las mujeres respondieron que les
“recargaron” el cuerpo. Así está marcado el día a día de las mujeres que usan
desde el Metro hasta el Metrobús de la capital.
Karen ha padecido casi todas estas formas de violencia.
Desde “piropos” hasta las miradas. El día que entró a la estación Tlatelolco
nunca pensó que el señor que la vio fijamente en el torniquete se convertiría
en su acosador por la siguiente hora y media. Durante el camino hacia el sur de
la ciudad, esta joven intentó pensar que el hecho de que ambos fueran hacia el
mismo destino no era más que una coincidencia. Por fin llegó a Perisur. Bajó
sin mirar atrás. “Ese fue mi error”, acepta.
Caminó unos cuantos pasos y sintió que alguien iba detrás
de ella a una corta distancia. Volteó y ahí estaba de nuevo el mismo hombre que
la había incomodado con su mirada. El miedo se apoderó de ella. Aceleró su
andar. Él hizo lo mismo. Nunca la volteó a ver, sólo seguía sus pasos. Karen no
supo qué hacer, había más usuarios a su alrededor, pero en el fondo sabía que
estaba sola.
Ocho de cada 10 mujeres que sufrió una agresión en el
transporte público viajaban solas, según los datos reportados en el
diagnóstico. El problema de la violencia en espacios públicos “se focaliza en
ciertos transportes. Se da con mayor frecuencia en el STC Metro porque este
tipo de personas aprovechan la aglomeración para robar o realizar acercamientos
indebidos”, señala Georgina Cárdenas, investigadora en Políticas Públicas del
Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).
Horarios y
zonas peligrosas
Karen no viajó en la madrugada, ni siquiera en la noche.
Ella tomó el Metrobús a las tres de la tarde. Una de las principales horas
pico. Contrario a lo que se piensa, 40% de las agresiones (hostigamiento
sexual, manoseo, exhibicionismo o intento de violación) fueron entre el
mediodía y las seis de la tarde. El otro horario más riesgoso es a partir de la
medianoche y hasta las seis de la mañana.
El diagnóstico identificó también los principales hot
spots, es decir, aquellos puntos que concentran ataques sexuales cerca de
transportes públicos masivos y por lo tanto se podrían catalogar como áreas con
mayor riesgo para las mujeres en sus traslados en la ciudad. En las
delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y una parte de la Gustavo A.
Madero se identificó que las violaciones tienden a ocurrir en las cercanías de
las líneas del Metro. Estaciones como Pino Suárez, Balderas, Pantitlán, San
Lázaro y Tacubaya son las que presentan la mayor incidencia.
Para la realización del diagnóstico se hizo un análisis
espacial de uno de los principales delitos contra la mujer: la violación. San
Pedro Mártir, en Tlalpan; Jacarandas y Santa Marta Acatitla, en Iztapalapa;
Nativitas, en Xochimilco, y San Miguel Teotongo, en Tláhuac, son las zonas que
registraron el mayor porcentaje de este delito, de acuerdo con los datos
recopilados a partir de la información proporcionada por la Procuraduría de la
CDMX.
Cultura de
la tolerancia
Después de vivir los segundos más largos de su vida,
Karen vio de reojo cómo su acosador pasaba a su lado. El hombre bajó y lo
perdió de vista por un momento. Pero en realidad no se había ido. Sólo se
colocó en la parte baja de las escaleras con la mirada hacia arriba. Al verlo,
lo único que se le ocurrió fue confrontarlo desde la parte alta. Un grito de
“¡¿qué quieres?!” se escuchó en la estación. El agresor ignoró la pregunta y se
fue. Los demás usuarios voltearon a observar la situación, pero ninguno se acercó
a Karen.
Además de una nueva legislación sobre el tema, uno de los
principales huecos es la permisividad de la sociedad sobre estos hechos. “Hay
una cultura de tolerancia sobre este problema. Se normalizó el agredir a una
mujer en la calle”, asegura Osman.
En los grupos focales también participaron operadores de
transporte y en el reporte se especifica un dato sorprendente. “Algunos
aceptaron disfrutar cuando ven a alguien acosar a las mujeres o simplemente no
ven como su responsabilidad intervenir”, explica la representante de ONU
Mujeres.
Este tipo de violencia se ha minimizado por el hecho de
quedarse en frases ofensivas o incluso tocamientos. La perspectiva de los
hombres es que es responsabilidad de la mujer; para ellos las miradas morbosas,
chiflidos o piropos no son una forma de violencia sexual porque no hay golpes o
una agresión física más fuerte, detalla la especialista.
Todos estos factores terminan generando un halo de
impunidad en torno a este delito. La denuncia es un proceso lento, largo y no
garantiza los derechos de las víctimas, es por eso que “los caballeros se dan
el valor para seguir cometiendo este tipo de agresiones”, se especifica en el
informe. Ocho de cada 10 capitalinas que fueron violentadas decidieron no
denunciar, de acuerdo con los últimos datos de la ENDIREH, publicada por Inegi.
Karen fue parte de la estadística. El coraje y el miedo
la paralizaron. Su solución fue tomar clases de defensa personal. “Igual y no
tengo la fuerza suficiente, pero por lo menos estaré más lista si me vuelve a
ocurrir”. Con información de El Universal