Noticias de Yucatán.
Desde que vendedores ambulantes de mariscos comenzaron a aparecer en los hospitales de Wuhan con una extraña y debilitante neumonía, el mundo ha aprendido mucho sobre el COVID-19, desde la forma en que se propaga hasta cómo vacunarse contra la infección.
A pesar de estos avances, sigue habiendo un abismo en nuestra comprensión del virus que ha matado a casi dos millones de personas y ha azotado la economía mundial pues todavía no sabemos cómo empezó.
Dónde surgió el patógeno por primera vez y cómo se transmitió a los humanos es todavía un misterio que se vuelve más difícil de alcanzar con cada mes que pasa. Antes del brote entre propietarios de puestos en un mercado de productos agrícolas en el centro de China, las pistas son escasas y China, el país que fue golpeado primero por el nuevo coronavirus y al que muchos culpan por desencadenar una enfermedad para la que el mundo no estaba preparado, tiene pocos incentivos para encontrar el origen de la mayor emergencia de salud pública en un siglo.
China ha contenido al virus SARS-CoV-2, gracias a estrictas restricciones fronterizas, pruebas masivas y una red de vigilancia que permite rastrear a las personas infectadas y sus contactos a través de los datos del teléfono móvil. Con la lucha por conocer el origen de la pandemia convirtiéndose en una extensión del conflicto más amplio entre las dos superpotencias del mundo, China ahora está tratando de revisar la narrativa del virus desde el principio, y en ningún lugar es más evidente que en el epicentro original: Wuhan.
Las imágenes de socorristas hacen que la entrada a la sala de exposiciones de la ciudad parezca más pequeña. El oficial de policía, el médico, el soldado, con sus rostros oscurecidos por máscaras, aparecen como héroes de los carteles de propaganda de la era maoísta.
En el interior, una foto gigante de las manos inflamadas de una enfermera cuelga sobre un ejército de maniquíes con trajes par el manejo de residuos peligrosos. Un holograma en 3D de médicos que atienden a un paciente crítico con coronavirus se transmite sobre una cama de hospital, y los pitidos de un monitor de frecuencia cardíaca crean una sensación de drama entre los estudiantes universitarios que pasan por ahí. Cerca, los kits de prueba están sellados en vitrinas transparentes, etiquetados como si fueran artefactos de otra época.
Mientras el mundo continúa lidiando con el aumento de muertes y las cepas mutadas, China ya está relegando la pandemia a su versión de la historia.
La exposición especial 'La batalla contra el COVID-19' busca conmemorar todo, desde máquinas para fabricar cubrebocas y hospitales temporales de 2 mil camas hasta cortes de cabello característicos del confinamiento y el aprendizaje a distancia. Una línea de tiempo en la entrada de la exhibición narra las acciones del presidente Xi Jinping contra el patógeno con mucho detalle, comenzando el 7 de enero, cuando ordenó a los líderes del país contener el brote rápidamente y terminando en septiembre, cuando Xi pronunció un discurso ante los burócratas en Beijing sobre cómo China dominó el coronavirus.
No hubo mención para el mercado de mariscos de Huanan, las que fueron las primeras infecciones, o el alboroto público por los encubrimientos del gobierno en los primeros días de la epidemia, cuando ocultó el alcance de la transmisión de persona a persona y retrasó la adopción de medidas.
Li Wenliang, el médico denunciante cuya muerte por el virus SARS-CoV-2 provocó la mayor reacción violenta que Beijing había visto en años, aparece en una lista de otros médicos de Wuhan afectados por el virus, apenas visible. Para muchos chinos, esa ira ha sido reemplazada por un sentimiento de orgullo, de que su país superó una crisis que ha derrotado a Estados Unidos, dejando a China más fuerte y en camino, según al menos una estimación de una consultora, para convertirse en la mayor economía del mundo en cinco años. antes de lo previsto anteriormente.
Con el patógeno firmemente contenido (Wuhan no ha tenido casos de transmisión local desde mayo), existe un impulso creciente para disipar la idea de que China es la fuente principal del virus. Un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ha mostrado su apoyo a teorías que vinculan al virus con el ejército de EU, y después de una serie de casos detectados en trabajadores portuarios, los medios respaldados por el Estado afirman que el nuevo coronavirus podría haber ingresado al país en alimentos congelados importados. También han aprovechado una investigación que sugiere que hubo infecciones de COVID-19 en EU e Italia anteriores a las de Wuhan.
Si bien algunas de estas teorías pueden tener credibilidad, la ironía es que es posible que nunca sepamos cómo y dónde surgió el virus. China ha ignorado los llamamientos para una investigación independiente sobre su origen, golpeando a Australia con restricciones comerciales después de que pidió una. También ha obstaculizado los esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que los principales expertos en enfermedades infecciosas lleguen a Wuhan este año. Eso impidió un meticuloso trabajo de 'detective epidemiológico', que incluye desde sondear muestras de las aguas residuales de la ciudad, hasta verificar las muestras de pacientes recolectadas meses antes de que apareciera el brote para detectar rastros tempranos del patógeno y realizar pruebas en el mercado de alimentos que podrían proporcionar información sobre la cadena de eventos que llevó el virus a la bulliciosa capital de la provincia de Hubei, y cómo evitar que eso vuelva a ocurrir.
Ahora, con un equipo de la OMS programado para visitar Wuhan en enero, y un equipo encargado por la revista médica The Lancet para investigar el origen del patógeno, la ciudad puede no tener mucho que revelar. La vida ha vuelto en gran parte a la normalidad para los 11 millones de habitantes de Wuhan, los primeros en experimentar las cuarentenas que ahora cierran partes de Europa y América del Norte por segunda vez.
"Estas cosas son terriblemente difíciles de hacer retrospectivamente, incluso si la evidencia todavía está en su lugar", explicó Robert Schooley, médico de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Diego y editor en jefe de la revista Clinical Infectious Diseases.
Ubicado a solo 8 kilómetros al sur del centro de exposiciones, el mercado de mariscos de Huanan está dividido por barricadas de metal de dos metros y medio de altura, repletas de imágenes de tranquilas de escenas rurales. Palmeras en macetas salpican el perímetro del edificio de varios pisos que fue escenario del primer brote de COVID-19 del mundo. Hasta que los limpiadores del gobierno se abalanzaron a finales de 2019 para cerrar, desalojar y desinfectar docenas de puestos, era una fuente clave de productos para los lugareños y restaurantes en el centro de Wuhan. Los medios de comunicación, incluida la Agence France Presse, también informaron que ahí se vendía una variedad de animales salvajes y su carne, desde koalas y cachorros de lobo hasta ratas y civetas de palma, unos animales parecidos a gatos sospechosos de ser el conducto del virus del SARS que los llevó de murciélagos y humanos, lo que provocó un brote mortal en China en 2002 que posteriormente se extendió a otras partes del mundo.
Ahora solo los vendedores de anteojos se alinean en los pasillos escasamente llenos del segundo piso de Huanan, y los guardias de seguridad examinan cuidadosamente su reducida clientela. En una visita reciente al mercado, los reporteros de Bloomberg News fueron advertidos de que abandonaran el lugar por funcionarios vestidos de civil y más tarde por la policía.
Más allá de las cuidadosamente construidas exhibiciones del museo, existen pocos signos de la batalla épica de Wuhan contra el coronavirus. Un hospital improvisado que se construyó en apenas dos semanas para tratar a miles de pacientes críticos ha sido cerrado. Dos mujeres de la localidad dijeron que habían oído que el sitio se convertirá en apartamentos.
En Wuhan Tiandi, un distrito comercial que afirma tener la primera calle de comida al aire libre de China con aire acondicionado, las parejas y familias que se enfrentan al frío invernal se quitan casualmente los cubrebocas para comer y charlar. Cuando se les preguntó sobre los orígenes del patógeno, la mayoría afirmó que no comenzó en la ciudad.
A pesar de todos los obstáculos puestos por China, los científicos sospechan que podrían tener razón.
El lugar donde un virus infecta por primera vez a un ser humano no es necesariamente el lugar donde comienza a propagarse de manera eficiente entre las personas, enfatizó Joel Wertheim, profesor asociado de medicina en la Universidad de California en San Diego, donde estudia la evolución y epidemiología de las enfermedades infecciosas. Se cree que el VIH, por ejemplo, se originó en los chimpancés en el sureste de Camerún, pero no comenzó a propagarse fácilmente entre las personas hasta que llegó a la ciudad de Kinshasa, a cientos de kilómetros de distancia.
Si bien los investigadores supusieron desde el principio que el murciélago de herradura identificado como la fuente probable del SARS también podría haber generado el SARS-CoV-2, no está claro cómo cruzó la barrera entre las especies para infectar a los humanos. Es probable que los precursores de este virus se esparcieron sobre su depósito natural muchas veces, pero se extinguieron cuando los individuos infectados no transmitieron el virus a nadie, según Wertheim. Finalmente, el patógeno infectó a alguien que se lo transmitió a varias personas, quienes también lo transmitieron a otras.
“Podrías tener una especie de cadenas de transmisión únicas y sin salida hasta que llegues a la provincia de Hubei, que es donde los datos epidemiológicos dicen que aquí es donde se estaba extendiendo”, agregó Wertheim. "Y parece haber contagiado al resto de China desde allí, y luego desde China al resto del mundo".
Los científicos chinos publicaron la secuencia genética del virus en enero, una medida que ha permitido a los expertos de otros lugares hacer algunos avances en cómo pudo haber comenzado. Wertheim y sus colegas estudiaron los genomas del virus SARS-CoV-2 y el ritmo al que mutaron y se diversificaron a partir de los primeros especímenes conocidos en Wuhan. Desde mediados de octubre hasta mediados de noviembre de 2019 es el período más plausible en el que surgió el primer caso en personas, según una preimpresión de la investigación de Wertheim publicada el 24 de noviembre.
La cuestión de cómo llegó el patógeno al centro de China es objeto de más debate. Los coronavirus más estrechamente relacionados con el SARS-CoV-2 se encontraron en murciélagos en la provincia china de Yunnan, a unos mil 600 kilómetros al suroeste de Wuhan. La región montañosa limita con Vietnam, Laos y Myanmar, todos los países que se sabe que tienen poblaciones considerables de murciélagos de herradura.
"No podemos descartar que la persona que contrajo este virus por primera vez estaba en Yunnan y luego infectó a otra persona que se subió a un avión y regresó a Wuhan después de sus vacaciones", apuntó Michael Worobey, jefe de Ecología y Biología Evolutiva en el Universidad de Arizona en Tucson, quien trabajó con Wertheim.
Otros científicos ven una respuesta potencial en brotes ubicados a medio mundo de distancia. En los últimos meses, el nuevo coronavirus se ha propagado con facilidad entre las poblaciones de visones en Europa y América del Norte después de que el patógeno fuera introducido por humanos infectados, con los que comparten algunas características del tracto respiratorio. Millones de mamíferos carnívoros semiacuáticos, criados por sus pieles blandas, han tenido que ser sacrificados para eliminar el virus de granjas donde se han relacionado con mutaciones que, según algunos científicos, podrían representar una amenaza para la eficacia de la vacuna.
"Para mí, el escenario del visón dice que donde hay una gran población de animales susceptibles en las condiciones adecuadas con una cierta densidad, este virus simplemente la atravesará", explicó Hume Field, un epidemiólogo australiano de vida silvestre que trabajó en la investigación internacional que vinculó al SARS con los murciélagos en herradura y es miembro del grupo de trabajo de orígenes del COVID-19 de The Lancet.
Field descubrió la fuente de un virus mortal que mató a los caballos y sus cuidadores en el este de Australia hace más de 20 años. Después de una búsqueda exhaustiva, finalmente encontró que el virus Hendra se originó en grandes murciélagos frugívoros, conocidos localmente como zorros voladores. El hallazgo llevó a los científicos a comprender que los murciélagos son un 'tesoro' para los virus.
Además de su investigación sobre los orígenes de Hendra y SARS, Field también ha ayudado a rastrear los virus Nipah y Ebola Reston hasta esos animales.
¿El SARS-CoV-2 saltó directamente de los murciélagos a los humanos, o se propagó a otro animal, un 'huésped intermedio', que luego lo transmitió a las personas? Descubrirlo es clave para reducir el riesgo de brotes secundarios y la aparición de nuevas cepas inmunes a las vacunas contra el COVID-19 que se están aplicando en todo el mundo. La afinidad del virus con el visón sugiere que los animales salvajes de la misma familia de los mustélidos, que incluye comadrejas y hurones, que interactuaron con murciélagos portadores del nuevo coronavirus pueden haber jugado un papel intermediario, según Field.
El visón se asemeja a "un microcosmos de lo que podría haber sucedido antes del COVID-19", consideró Peter Daszak, un zoólogo con sede en Nueva York que forma parte de los equipos de la OMS y The Lancet que intentan rastrear los orígenes del virus. Él teoriza que el patógeno pasó de los murciélagos de herradura a las personas en Wuhan a través de los especímenes de vida silvestre que se vendía en la ciudad o de personas relacionadas con ese comercio. Tras el brote, China aseguró haber restringido la venta y el consumo de animales salvajes, pero el comercio es difícil de vigilar debido a lo integral que es para la cocina y las medicinas tradicionales, particularmente en el sur de la nación.
Dado que los murciélagos no vuelan regularmente desde el sur de China a Wuhan, es más probable que el virus se propague en civetas u otros animales susceptibles criados en granjas para la venta en el mercado de Huanan, explicó Daszak. En la naturaleza, los coronavirus se propagan a través de las especies animales a través de la ruta fecal-oral, como cuando una civeta come fruta contaminada con excrementos de murciélago.
"Todavía no sabemos realmente qué animales estaban presentes en ese mercado al principio", comentó. "Es muy posible que haya otros animales en China que estén infectados".
Será difícil averiguar más de los que estuvieron allí, especialmente después de que pasó un año. Los científicos aún no conocen la fuente precisa del virus del Ébola, por ejemplo, ni cómo el virus de la influenza AH1N1, que arrasó el mundo en 2009, saltó de los cerdos a las personas. Es posible que nunca se encuentre el origen del COVID-19, advirtió George Gao, director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, a la agencia de noticias Xinhua esta semana. "Buscamos animales sospechosos en Wuhan, pero no encontramos ninguno".
Después del cierre del mercado de Huanan, algunos de sus puestos fueron reubicados en el cavernoso mercado de alimentos Sijimei en las afueras del norte de Wuhan. En un día gélido a mediados de diciembre, casi no había clientes, pero pocos proveedores estaban dispuestos a hablar con Bloomberg sobre los eventos que tuvieron lugar 12 meses antes. Un vendedor de especias y condimentos quien aseguró apellidarse Xie confirmó que se había mudado de Huanan en marzo, pero afirmó no recordar nada de lo que sucedió allí. Poco después, los guardias de seguridad aparecieron diciendo que los medios extranjeros tenían prohibido filmar.
La respuesta fue similar en un mercado al aire libre cercano, donde otros vendedores de Huanan habían instalado puestos. Un asistente que vendía cadáveres de cordero confirmó que el negocio se mudó allí en marzo antes de que su gerente le ordenara que se callara. Momentos después, aparecieron dos guardias, diciendo que cualquier entrevista debía ser autorizada por el Partido Comunista.
Bloomberg ha realizado múltiples solicitudes en el transcurso de 2020 para entrevistar a científicos chinos clave como Shi Zhengli, directora y epidemióloga jefe del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades del país, y la experta en coronavirus con más experiencia del país.
Shi, conocida como la 'mujer murciélago' de China por su intrépida exploración y recolección de virus durante una década en cuevas con murciélagos, ha estado en el centro de las especulaciones sobre la fuente del SARS-CoV-2 desde sus primeras semanas. Opera un laboratorio en el Instituto de Virología de Wuhan que estudia algunas de las peores amenazas de enfermedades infecciosas del planeta. Su ubicación en una zona industrial periurbana a unos 32 kilómetros del mercado de Huanan ha alimentado las teorías de que el virus escapó accidentalmente del laboratorio o, lo que es más siniestro, que fue diseñado genéticamente y liberado a propósito.
Shi ha indicado que las características genéticas de los virus en los que ha trabajado no coinciden con el SARS-CoV-2 y declaró al periódico estatal China Daily a principios de febrero que estaba dispuesta a "apostar su vida" a que el brote "no tenía nada que ver" con las actividades del laboratorio". Shi también está abierta a "cualquier tipo de visita" para descartarlo, informó la BBC el 22 de diciembre.
Aún así, en un vacío de información, las teorías de la conspiración se han afianzado, con el presidente Donald Trump, quien se ha referido repetidamente al SARS-CoV-2 como el 'virus chino', como uno de los defensores de la hipótesis del laboratorio.
En abril aseguró que China pudo haber desatado el patógeno "a sabiendas", y Estados Unidos ha criticado la falta de cooperación del país para rastrear su origen. Por su parte, China defiende su trabajo con la OMS. Está comprometido con el organismo sobre el rastreo de origen de una manera "transparente" y los expertos de la organización han podido visitar el país, subrayó Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, a los periodistas este mes.
Field, quien también es asesor científico y político de EcoHealth Alliance, una organización sin fines de lucro con sede en Nueva York que trabaja para prevenir brotes virales en todo el mundo, calculó que es posible que los científicos chinos estén muy avanzados en sus investigaciones, pero teme que cualquier hallazgo sobre cómo se originó el virus, ya sea si fue en China o en otra parte del mundo, se verá empañado por "señalamientos conspiranoicos de encubrimiento".
En una visita reciente al Instituto de Virología de Wuhan, el personal de seguridad intentó evitar que un periodista de Bloomberg tomara fotografías y videos desde una vía pública en el exterior. Un guardia se interpuso en el camino del automóvil hasta que llegó la policía. Se rechazaron múltiples solicitudes para visitar el laboratorio de enfermedades infecciosas.
Fuera de la exhibición 'La batalla contra el COVID-19' de la ciudad, no hay restricciones de filmación. Los visitantes se toman fotos sacando la cabeza de siluetas de madera con agujeros en el lugar de las caras, del tipo que ves sobre personajes de dibujos animados en los parques temáticos, aunque aquí hay médicos con trajes protectores y guantes.
Yang Feng, una jubilada de 51 años, platicó que encontró la exhibición catártica, un recordatorio de todo lo que había pasado en su ciudad natal, desde el encierro de casi tres meses hasta las 3 mil 869 personas que murieron.
"Quería recapitular la historia", dijo.
Pero Yang negó con la cabeza cuando se le preguntó dónde cree que se originó la pandemia.
"No lo sé. Realmente no lo sé", comentó.