Noticias de Yucatán.
Días antes de ser levantada por el crimen organizado, la joven Lucero Ávalos telefoneó a su mamá, Guadalupe Camarena. Con respiración agitada y visiblemente angustiada, se despidió y le pidió a su madre cuidar de sus dos pequeños hijos. Lucero se encontraba retenida en una casa donde se ejercía la explotación sexual.
La señora Guadalupe le sugirió ir a la policía para narrar el problema en el que estaba envuelta, pero Lucero chasqueó la lengua y soltó: “Ay mamá, a la cabaña donde me llevan van sicarios, fiscales, policías, ¿crees que podrán hacer algo?” Las últimas palabras que dijo Lucero a su madre fueron: “Caí en el lugar equivocado, no soy una modelo”.
Corría la segunda semana de 2016. La señora Guadalupe no ha vuelto a saber sobre el paradero de su hija y según sus propias investigaciones, Lucero, al igual que otras jovencitas, trabajaba en una red de centros de prostitución disfrazadas de estéticas masculinas, dirigidas por Edna Judith Aceves Félix, tía del estudiante de cine Javier Salomón Aceves Gastelum quien, junto con otros dos compañeros, fueron disueltos en aceite y sus restos identificados en una casa de seguridad en abril de 2018.
Edna Judith Aceves apenas pasaría nueve meses en prisión por lenocinio, pero sus ligas con células criminales jamás fueron investigadas.
Hoy, la nieta de Guadalupe e hija de Lucero, ya tiene 17 años y acude a todas las brigadas de búsqueda de fosas clandestinas ubicadas cerca o en casas de seguridad de Tonalá, Tlajomulco, Zapopan, Tlaquepaque y Guadalajara. En lugar de pensar en un futuro universitario,ya es una rastreadora más.
La tragedia en la familia Camarena no termina ahí. En diciembre de 2019, una semana antes de la navidad, cuatro hijos de Guadalupe: Tonatiuh, Javier, Oswaldo y José de Jesús –este enfermo de cáncer– fueron víctimas de “desaparición forzada” a manos de policías municipales de Ocotlán.
Cuando acudían a recoger a una sobrina para que cuidará de José de Jesús, que había recibido una quimioterapia, fueron interceptados en la carretera. Uno de los hermanos dejó el celular encendido, y su madre pudo escuchar cómo eran torturados, insultados y amenazados de muerte por uniformados y otros sujetos.
Al otro lado de la llamada escuchó burlas de cómo sus hijos eran desvalijados de sus carteras y equipos de telefonía, a manos de los supuestos cuerpos de seguridad pública. Con lo legible de la llamada no les cupo ninguna duda a ella y a su otra hija, Noemí Camarena, que los cuatro hermanos fueron entregados a una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en la conocida Región Ciénega.
“Yo no pienso descansar hasta encontrar a todos y cada uno de mis hijos”, dice la decidida madre, “como sea, como Dios me los quiera dar”.
En un país de 109 mil desaparecidos –y contando– en los últimos 17 años, el caso de la familia Camarena resulta no tan peculiar como debiera ser y en cambio ilustra la clara indolencia estatal de políticos provenientes de partidos como el Revolucionario Institucional, Movimiento Ciudadano y Morena a escala federal, a lo largo de los últimos gobiernos.
Por esa indiferencia o complicidad, tan solo en Jalisco los colectivos ya suman más de 17 mil desaparecidos. La entidad es declarada el fosario más grande de México por activistas que buscan los cuerpos de sus familiares. Esos buscadores son los que ven en el gobernador Enrique Alfaro a una de las personas más indolentes del país.
La señora Camarena jamás sonríe durante la entrevista con MILENIO, parecería de acero, consecuencia de tantas desgracias. Es puro coraje, rabia y ofuscación ante las omisiones del estado indiferente. Un semestre después de la desaparición de sus hijos varones, en agosto del 2020, la mujer decidió grabar un video pidiéndole ayuda al líder del CJNG, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, hoy enfermo por complicaciones renales.
Ella puso a circular la pieza en el ciberespacio, ahí imploraba:
“Señor Nemesio Oceguera, yo le pido por favor que me ayude a encontrar a mis cuatro hijos desaparecidos, hasta la fecha no he sabido nada… Yo sé que usted es bueno y ha ayudado a mucha gente”. El video fue grabado en una humilde vivienda, en donde Guadalupe sostiene una enorme sábana de cartón, con la fotografía de cada uno de sus cuatro hijos. “Lo busqué por desesperación… pero también porque sé que usted es poderoso”, era el mensaje de la señora para el capo.
¿Nunca le pidió ayuda a Enrique Alfaro?, le pregunta este diario a Guadalupe. “Alfaro es bien mentiroso, se llena la boca diciendo que nos está apoyando, que hay comunicación con la familia pero esa es la mentira más grande. Ni yo ni las hijas que siguen aquí conmigo hemos hablado nunca con él”.
El fosario de Occidente
En el área metropolitana de Guadalajara existen más de 10 colectivos para hallar gente que se esfumó sin dejar apenas rastros. La Calzada de Los Niños Héroes, en el sector Chapultepec, ya es rebautizada en esos sectores agraviados como “la rotonda de los desaparecidos”.
Fichas de búsqueda y lonas con los rostros de personas desaparecidas inundan los pilares de concreto, apenas debajo de las estatuas de los cadetes Juan Escutia, Agustín Melgar y Juan de la Barrera.
En las casetas telefónicas de Zapopan y en pleno centro de Tlaquepaque es muy común encontrar retratos pegados con Resistol de jóvenes desaparecidos en 2021 y 2022. En las calles Ramón Corona, Benito Juárez y José María Morelos, alrededor del Palacio de Gobierno, son constantes los cierres viales por parte de colectivos de desaparecidos como Luz de Esperanza, Corazones Rotos, Los Estamos Buscando y otros más que, ante la indiferencia gubernamental, optan con megáfono en mano por mentarle la madre a quienes ahí despachan. Los improperios a la seguridad pública y a la Fiscalía de Jalisco son algo cotidiano.
Pero no sólo hay insultos para las autoridades, también los buscadores se activan y al arrancar 2023 el Colectivo Luz de Esperanza ha encontrado “puntos positivos” en los alrededores de la zona residencial Las Cañadas, en Zapopan. Justamente ahí los miembros de la organización apremian la exhumación de todos los restos óseos que pueda haber, antes de que el constructor continúe con su lujoso desarrollo inmobiliario.
Hasta el 7 de marzo habían sacado seis osamentas y una bolsa con varios restos humanos. La Fiscalía, por su parte y ante la presión ciudadana, hace malabares jurídicos para dar por concluidos los trabajos en esa fosa clandestina.
Lo cierto es que en Jalisco hay una crisis humanitaria severa en materia de desaparecidos. Las carpetas de investigación de los casos de larga data –como los cinco de la familia Camarena– están abandonados, no avanzan. Las denuncias penales de desapariciones recientes tampoco son investigadas.
Ante la inacción del estado, las familias jaliscienses afectadas por una desaparición han salido a las calles, a los predios baldíos y a las casas de seguridad a buscar a los suyos.
Lucero Ávalos trabajó un par de años en la estética El Mediterráneo, uno de los más de 10 centros de prostitución que tenía Edna Judith Aceves Félix. Ahí le financiaron a Lucero una abdominoplastia y una operación de pechos, la cual le sería cobrada a la joven jalisciense en más de 100 mil pesos, los cuales iría cubriendo por “goteo”, mediante sus servicios. El médico que operó a esa y otras jóvenes era esposo de Ana Chavarín, socia de Edna.
La red de explotación sexual quedó al descubierto tras el triple homicidio de los estudiantes de cine. Edna apenas pasaría nueve meses en prisión, varias de sus estéticas cambiarían de nombre pero siguen operando e incluso presumen lonas en sus fachadas con la leyenda: “Estamos de regreso” o “gran reapertura”.
La disolución en aceite de Salomón Aceves Gastélum, de 25 años, de Jesús Daniel Díaz y de Marco Ávalos, ambos de 20 años, en una supuesta casa de seguridad de Carlos Enrique Sánchez El Cholo, fundador de Cártel Nueva Plaza, ejecutado en marzo del 2021, ocurrió en medio de la fractura de este mafioso con el que fuera su compadre, el poderoso Nemesio Oceguera, El Mencho, quien no le perdonó a su otrora aliado que quisiera formar su propia célula criminal en Jalisco.
El tema escaló a nivel internacional. El cineasta jalisciense Guillermo del Toro, visiblemente consternado, tuiteó en aquella ocasión: “Las palabras no alcanzan para entender la dimensión de esta locura. 3 estudiantes son asesinados y disueltos en ácido. El ¿por qué? es impensable, el ¿cómo? es aterrador.”
En el caso de los cuatro hijos de Guadalupe Camarena, policías municipales de Ocotlán les cerraron el paso para hacerlos bajar de una camioneta Gran Caravan blanca, placas JKJ-2252-2003. En el teléfono iPhone X del fisiculturista Oswaldo que quedó activado, la señora Guadalupe escuchó cómo golpeaban y torturaban con saña a José de Jesús: “Mis hijos eran de carácter fuerte, y yo escuchaba desde la otra línea cómo lloraban desgarradamente por la tortura”.
Por lo que escuchó, la señora Camarena da a entender que su hijo José de Jesús, el paciente de cáncer, fue asesinado en el lugar. A partir de eso, policías y sicarios optaron por desaparecer a sus otros tres hijos.
Guadalupe Camarena, junto con su hija Nohemí y su nieta, cita a MILENIO en la casa de uno de sus hijos desaparecido, en la periferia del municipio de Tonalá. Relatan que hace menos de un año las quiso entrevistar una televisora, pero que al salir, la periodista les informó por teléfono que sujetos extraños la fueron siguiendo en camioneta.
Acudir a fosas y a casas de seguridad y establecer medidas extremas de seguridad ocasionan estrés y ansiedad a la mayor de las hijas de Lucero Ávalos; la muchacha suele arrancarse el pelo o aislarse cuando se encuentra de peor ánimo, pero también lo hace como un
irremediable mecanismo de defensa por lo que ha tenido que vivir en apenas 17 años de vida.
Lo que le sucedió a esta familia deja el descubierto la sinergia entre cuerpos policíacos y el Cártel de Jalisco Nueva Generación en cuanto a la operación y protección de las distintas redes de prostitución que hay en el Área Metropolitana de Guadalajara.
Milenio