La música es estruendosa en la discoteca y el baile está en su apogeo. En los alrededores, en la barra, de pie o en sus mesas, varios menores de edad dan rienda suelta al consumo de alcohol, aprovechando la ausencia de vigilancia paternal y oficial.
Para entrar a la disco no hubo problemas. Poco importa no tener 18 años.
En otra discoteca, en las primeras horas de la madrugada, también con menores adentro, empieza el concurso en la pista de baile. Tres mujeres quieren ser las ganadoras y poco a poco sube de tono el atrevimiento ante las miradas perdidas por el alcohol.
Las jóvenes empiezan a despojarse de sus prendas como parte del concurso, quitadas de la pena. Personal del lugar les acerca a la boca una bebida para que tomen más valor. Luego siguen los jóvenes. Uno de los concursantes se queda sólo con boxer ante el delirio femenino. Gana el que se quede con menos ropa y a los triunfadores les regalan una botellas de ron o vodka.
Observando el concurso hay varios menores, varones y mujeres, en estado de ebriedad.
Jóvenes de 15 ó 16 años pueden entrar a los centros de diversión a consumir alcohol porque el personal de esos sitios no pide la credencial del IFE. Cuando requieren ese documento oficial lo hacen selectivamente, pues no es parejo para todos: los amigos de los empleados de la discoteca sí pasan a pesar de ser menores y otros se quedan en la puerta porque carecen de la mica por su minoría de edad.
Los menores que logran entrar a esos sitios por su amistad con el personal de seguridad retribuyen después a aquellos. Por lo general les regalan una cajetilla de cigarros.
Los adolescentes aprovechan las barras libres y las promociones para consumir elevadas cantidades de bebidas embriagantes sin problemas. En sus mesas se pueden ver botellas de licor y jarras de cerveza, que ingieren entre las 11 de la noche y las 3 de la madrugada.
En un recorrido el fin de semana pasado por varias discotecas y bares se constató la presencia de menores adentro de los establecimientos. Sin embargo, también se pedía la credencial de elector a muchos de ellos.
Afuera de una discoteca, un joven de 17 años expresaba su inconformidad contra el personal del establecimiento, ubicado en la prolongación de Paseo Montejo. No entendía el motivo de que le exigieran la credencial de elector el sábado en la noche, cuando en otras ocasiones, incluso la semana pasada, pudo entrar sin problemas. Según comenta, en otros bares tampoco le pedían la mica oficial y podía entrar y beber alcohol sin restricción alguna.
La exigencia de la credencial de elector creció días después del escándalo en que estuvo involucrado el cantante Kalimba, en Chetumal. Como se sabe, la joven supuestamente violada en un hotel por el artista estaba antes dentro de una discoteca a pesar de que era menor de edad.
Muchas veces el personal de las discotecas sólo se guía por la apariencia de la edad. Por ejemplo, si una persona tiene 16 años y aparenta 19 no tendrá problemas para ingresar a la disco.
"A los que parecen menores les pedimos el IFE", afirma el empleado de una disco.
Los menores que tienen contactos en la discoteca son llevados a un sitio especial en esos establecimientos para que puedan ser alertados en caso de que surja una operación de vigilancia de las autoridades, que en el pasado han clausurado establecimientos de este tipo por descubrir que se permitía el paso a numerosos adolescentes.
"La clave está con los cadeneros", asegura Ricky, quien como menor nunca tuvo problemas para entrar a las discotecas y consumir alcohol con sus amigos hasta las tres de la madrugada.
Los cadeneros son los empleados de las discotecas que franquean el paso a los asistentes a esos centros de diversión.
"Si agarras confianza con ellos ya la hiciste. No te piden tu IFE", agrega Ricky, quien recuerda que como adolescente entró como 15 veces a diferentes discotecas. Sólo en contados establecimientos no pudo ingresar por no ser mayor de edad.
Otro problema que se da en los centros de diversión juvenil es el sobrecupo. En ocasiones los asistentes pasan mucho trabajo para moverse y es evidente el exceso de personas en su interior, así como la falta de suficientes salidas de emergencia.
También han surgido quejas por la calidad del alcohol que se expende, sobre todo en las promociones de barra libre para hombres y mujeres.
Este año, en febrero, llegó una queja contra una discoteca a la Comisión Estatal de Derechos Humanos. El motivo fue una discriminación contra una persona discapacitada a la que no dejaron entrar.
A lo largo del año han ocurrido otros hechos protagonizados por menores en esos establecimientos, como una pelea a navajazos en el interior de una discoteca de Progreso, y cateos en una disco de Tixkokob que evidenciaron la presencia de adolescentes en su interior.
Algunos jóvenes y menores usan varias tácticas para burlar la vigilancia familiar y escaparse de noche a la disco.
De acuerdo con reportes que ha recibido la agrupación Voces de Prevención, que encabeza Silvia González Romero, hay casos de padres que se van a dormir y no se enteran de lo que pasa después en su casa.
El hijo o la hija espera un tiempo y, una vez que está seguro de que sus progenitores ya se durmieron, piden un taxi para irse de fiesta a la discoteca. Regresan a las tres de la mañana y nadie se entera.
Voces de Prevención también ha tomado conocimiento de otros casos. Muchas veces los papás dejan en una fiesta a sus hijos y éstos poco tiempo después toman un taxi para ir a un antro. A la hora en que los deben ir a buscar regresan a la casa y los padres de familia nunca se enteran que se fueron a otro lado.
Los propietarios de centros de diversión han sido llamados en varias ocasiones a respetar la normativa que impide el acceso de menores de 18 años a las discotecas. Sin embargo, los dueños de esos establecimientos han afirmado que en ocasiones los propios padres permiten que sus hijos menores tomen e incluso llegan hasta las puertas de los antros a pedir que se les permita entrar
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