El origen lejano de antiguos ?gladiadores?

27 enero 2016

No hay duda de que los habitantes del Imperio Romano viajaban mucho.

Según las evidencias de un cementerio de la época romana, la ciudad de York, Inglaterra –antigua avanzada en la lejana frontera de Roma- fue hogar de nativos e inmigrantes originarios de miles de kilómetros de distancia.

En un artículo publicado el 19 de enero en la revista Nature Communications, el genetista Dan Bradley y sus colegas de Trinity College Dublín describen el análisis del ADN preservado en la densa porción petrosa del hueso temporal de siete cráneos hallados en el cementerio. Los investigadores informan que el ADN de seis de los esqueletos coincide con el de personas que viven en la moderna Gales; pero para su sorpresa, uno de los hombres provenía de un lugar muy lejano. De hecho, del otro extremo del Imperio Romano.

“Las correspondencias genéticas más próximas fueron con Palestina o Arabia Saudita”, informa Bradley. “No era originario de Europa, definitivamente”.

Para confirmar los resultados del ADN, Gundula Müldner, de la Universidad de Reading, analizó las firmas químicas de los dientes del cráneo en busca de pistas. Y las diferencias entre esa y otras muestras fueron drásticas.

“Este hombre del Cercano Oriente es realmente distintivo. Provenía de algún lugar árido y caluroso”, dice. “Donde encaja mejor es en el Valle del Nilo o en un ambiente similar; no podemos precisarlo con exactitud, pero debe ser alguna parte del Cercano Oriente”.

Inscripciones, fuentes literarias, y otras evidencias sugieren que la elite del Imperio Romano solía inmigrar de una parte a otra del imperio. De hecho, un entierro romano de York contenía los restos de una mujer procedente de África que llevaba un brazalete de marfil.

La investigación de Bradley aporta nueva información a lo que, de por sí, era un hallazgo intrigante. Los esqueletos estudiados se contaban entre muchos otros descubiertos en 2004. El cementerio donde fueron sepultados yacía a orillas de Eboracum, fortaleza legionaria y asentamiento romano que se contaba entre los más grandes de Britania hace 1800 años. “York era una población muy importante, donde los emperadores se hospedaban cuando visitaban la Britania romana”, explica Hella Eckhardt, arqueóloga de la Universidad de Reading, Reino Unido, y especialista en la Britania romana, quien no participó en el estudio. “También tenía una gran presencia militar”.

Los hombres –los arqueólogos encontraron un total de 80- no eran ajenos a la violencia. Muchos de los esqueletos mostraban señales de heridas sanadas. Uno incluso fue mordido por un gran depredador, tal vez un león o un oso. Lo más extraño es que casi la mitad de ellos fueron decapitados al morir o inmediatamente después, y los sepultaron con las cabezas cercenadas.

Con base en los esqueletos, los arqueólogos pudieron determinar que todos los hombres tenían menos de 45 años, eran más altos que el promedio y musculosos. En opinión de Bradley: “Una explicación es que eran gladiadores o soldados romanos”.

Análisis previos de las firmas químicas de los huesos y los dientes de otros esqueletos del cementerio determinaron que algunos hombres crecieron en climas más fríos, quizás en Alemania o más al oriente, en Europa continental. Las evidencias químicas también indicaron que, en la infancia, algunos comieron granos de mijo, un cultivo que no existía en Britania.

Según expertos, los hallazgos recientes podrían ser la primera evidencia de ADN del cosmopolitismo del Imperio Romano. Investigaciones ulteriores permitirían esclarecer cómo vivía y viajaba la elite romana.

“Esto demuestra que había movilidad, sobre todo en los contextos urbano y militar”, afirma Eckhardt. “Con este ADN, podremos hacer un muestreo más amplio y averiguar de dónde provenían”.

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