Estadísticamente hablando, Hickle, que reside en el barrio Hillcrest de San Diego (EEUU), debería estar enferma. Debería padecer una enfermedad cardiovascular, cáncer o insuficiencia cardíaca. Pero en realidad solo tiene la tensión un pelín, sólo un pelín, alta. Al ver a esta nonagenaria coreana-estadounidense de 1,5 metros de altura, nadie le echaría ni un día más de 70 años.
¿Qué es lo que hace que Hickle esté tan sana? La respuesta a esa pregunta sigue siendo un misterio a pesar de uno de los estudios genéticos más amplios hasta la fecha. El trabajo fue realizado por el investigador del Instituto Scripps de Ciencias Traslacionales de San Diego Eric Topol y publicado la semana pasada en la revista Cell.
Reconocido cardiólogo y defensor de la salud digital, Topol lanzó el llamado ProyectoWellderly* en 2008, después de convencerse de que la tercera edad sana representa un rasgo distintivo, identificable y rastreable, al igual que la esquizofrenia o ser muy alto.
Después de analizar los genomas de 600 personas de la tercera edad excepcionalmente sanas, Topol cree que la gente como Hickle puede disponer de una constelación de genes que les aportaría resistencia a la enfermedad de Alzheimer y a la cardiopatía isquémica. Pero hasta ahora no se ha podido demostrar. Topol y sus coautores de Cypher Genomics, una empresa de bioinformática, han calificado a los resultados de "preliminares" y han dicho que pondrán los genomas a disposición de otros científicos.
Aunque Topol no ha localizado la fuente de la juventud, el proyecto representa un intento pionero de identificar variantes genéticos que den paso a la buena salud en lugar de las enfermedades. Desde entonces, la filial de ciencias biológicas de Google, Verily, también ha lanzado un estudio de personas sanas . Otro esfuerzo, llamado el Proyecto Resiliencia, busca individuos cuyos cuerpos parecen haber ignorado unas mutaciones que deberían dar paso a enfermedades graves.
Entender por qué algunas personas se libran de muchas de las aflicciones debilitantes de la edad avanzada (incluso si fallecen más o menos a la misma edad que muchos de sus homólogos) podría proporcionar un importante impulso para el desarrollo de fármacos, aliviar gran parte del sufrimiento humano y ayudar a controlar unos alcistas costes de la atención médica para una población que envejece.
"Hoy día, se puede mantener a la gente con vida durante largo tiempo aunque sufra de demencia, múltiples cánceres, graves derrames cerebrales y enfermedades crónicas", afirma Topol, desde su despacho con vistas a un campo de golf y el océano Pacífico. Y continúa: "Pero alguien que se haya adentrado en su novena o décima década libre de enfermedades importantes, ese el el grupo más fascinante y al que queremos emular".
Algunos científicos aseguran que existen motivos para creer que la "caza del gen" está mal informada. El colaborador científico del Centro Genómico de Nueva York (EEUU) Yaniv Erlich cree que puede que no haya tanto por saber acerca del ADN y el envejecimiento como cree mucha gente. En 2013, creó junto con sus compañeros un árbol genealógico de 13 millones de personas que se remonta al siglo XV, incluidas las fechas de nacimiento y de defunción. Erlich encontró que la longevidad "es uno de los rasgos menos heredables".
Vivir largo tiempo, y mantenerse sano hasta el final, probablemente tenga mucho que ver con la suerte. El experto afirma que "el grado al que los genes lo explican no es muy alto".
La propia Hickle podría ser un buen ejemplo. Sus dos hermanas fallecieron a las edades de 100 y 99. Mientras que esto podría sugerir que la longevidad le viene de familia, sus cuatro hermanos fallecieron mucho más jóvenes y su madre falleció siendo Hickle una niña pequeña.
Otros investigadores creen que el genoma que se hereda al nacer podría resultar menos importante para el envejecimiento que la epigenética, o la manera en la que unos grupos químicos se adhieran al ADN en respuesta al entorno y las experiencias vitales. En el caso de Hickle, estos factores incluyeron una infancia pobre y desfavorecida en Hawái (EEUU) pero un largo y feliz matrimonio.
El resultado de los cambios epigenéticos que se producen a lo largo de la vida puede aumentar, limitar, activar o desactivar el efecto de los genes y ejercer una influencia sobre las enfermedades. Un estudio multinacional de 2005 con gemelos demostró que mientras que los genomas de los gemelos parecían idénticos en gran parte al principio, con el tiempo, según cambiaban sus experiencias vitales, la actividad de sus genes respectivos varió.
El científico de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos y el director del Estudio Longitudinal de la Salud de Baltimore (EEUU), el estudio sobre envejecimiento humano más largo del mundo, Luigi Ferrucci, está de acuerdo. Los estudios a mayor escala para establecer la correlación entre los genes y la longevidad o la salud "no han tenido demasiado éxito porque", en su opinión, "el secreto reside en la interacción gen-entorno".
Ferruci acaba de lanzar un esfuerzo llamado GESTALT, acrónimo derivado del nombre en inglés: Genetic and Epigenetic Signatures of Translational Aging Laboratory Testing(Pruebas de Laboratorio de las Firmas Genéticas y Epigenéticas del Envejecimiento Traslacional), para probar si es posible medir las interacciones entre nuestros cuerpos en envejecimiento, nuestros genes, nuestros entornos y nuestros estilos de vida. En lugar de intentar minar muchos cientos o miles de genomas, Ferruci está reclutando a 100 personas y les extraerá células sanguíneas a intervalos regulares para poder rastrear los cambios epigenéticos con el paso del tiempo. Todos los participantes también se someterán a una batería de pruebas para medir los cambios corporales con la edad y la experiencia vital.
Topol afirma que su grupo también está empezando a estudiar los cambios epigenéticos. Están investigando si los genomas de los "wellderly" poseen rasgos sanos que puedan ser transferidos a las células de otras personas. Por ejemplo, en un novedoso enfoque el equipo de Scripps ha introducido secuencias de ADN de estos pacientes sanos en las células madres de personas con cardiopatía isquémica.
El laboratorio empleó esta técnica para estudiar el cromosoma 9p21 (un enorme locus genético implicado en las arterias obstruidas, que abarca varios genes y regiones regulatorias que influencian cómo funcionan los genes). El estudio Wellderly se convirtió en el primer grupo, según Topol, en cortar con precisión un locus tan grande del genoma de una célula humana y trasladarlo a otra.
Cuando el trozo de ADN de un paciente del estudio fue introducido en las enfermizas células madre, empleadas después para formar células de músculo arterial, tenía "un aspecto totalmente distinto", recuerda Topol. El experto concluye: "Podemos convertir a gente con enfermedades cardíacas en personas sanas, dentro de una placa de Petri".