Noticias de Yucatán
(ElDiario.es/SinEmbargo).- El hombre que convirtió a
cientos de miles de campesinas pobres en víctimas de esterilizaciones forzadas
está libre. Está fuera de la cárcel el jefe que accionó ese aberrante mecanismo
de control demográfico diseñado décadas antes por el primer mundo para el
tercero y para ser aplicado como política de Estado por gobiernos afines al FMI
y al Banco Mundial, violentando los cuerpos de las mujeres. Está en la calle quien
dio la orden de despojar a tantas de su derecho fundamental, tratándolas como
si fueran cifras en una estadística, dejando atrás heridas abiertas, tierras
baldías, territorios yermos. El que mandó a torturar a su esposa. El que dejó
sin justicia a miles de víctimas de violación. El que hizo secuestrar y
maltratar a sus propias agentes de inteligencia. El cabecilla de una banda que
mandaba sobres bombas a mujeres periodistas y dejaba dinamita en la puerta de
las casas de activistas feministas. El que desconoció el dolor de las madres
que buscaban a sus hijos muertos.
Alberto Fujimori está libre. El actual Presidente de
Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), acaba de soltarlo, en lo que ha sido a todas
luces un canje político disfrazado de indulto humanitario. Días atrás, la
revelación de los vínculos entre una empresa propiedad de PPK y la empresa
constructora y corrupta Oderbrecht, durante la época en que el primero era
ministro de economía, lo puso al filo de la vacancia presidencial por
incapacidad moral, pero a última hora el Congreso, mayoritariamente
fujimorista, decidió la votación a favor de la permanencia del Presidente. Lo
que pocos sabían es que PPK se quedaba porque había negociado con ellos debajo
de la mesa la libertad y el perdón del reo más famoso de Perú.
El indulto humanitario para el ex dictador viene con derecho
de gracia, eso quiere decir que Fujimori – quien ayer publicaba un video en sus
redes sin rastro de padecer una enfermedad terminal– ha sido exculpado también
de los procesos que tiene abiertos y juicios pendientes, como el de las
esterilizaciones forzadas, una de las violaciones de derechos más graves en la
historia peruana cometida contra las mujeres, que continuaba en investigación
fiscal y ahora podría quedar impune, salvo que prosperen los recursos de
nulidad.
YERMA EN LOS ANDES
Entre 1995 y 2000, los años más duros de la dictadura de
Alberto Fujimori, se estima que fueron esterilizadas contra su voluntad 331.600
mujeres indígenas en Perú. Esto es, que muchas veces mediante engaños, otras
recurriendo directamente a la violencia, cientos de miles de mujeres no solo se
vieron privadas de su derecho a concebir sino que han arrastrado durante años
las secuelas psicológicas del abuso al que fueron sometidas e incluso el
estigma que las persiguió en sus lugares de origen, casi siempre pueblos de los
Andes, donde el dictador y sus cómplices se creían con más derecho a aplicar su
“Programa Nacional de Planificación Familiar”.
¿Cómo se llevaba a cabo este programa? Según informes de
Amnistía Internacional algunas de las prácticas iban desde imponer a los médicos
un sistema de cuotas o “metas numéricas” para la práctica de estos
procedimientos (además de “estímulos” si cumplían las metas), la amenaza de
practicarles abortos a las mujeres embarazadas si no accedían a ligarse las
trompas, campañas engañosas en las que se ofrecía la ligadura como cualquier
otro método anticonceptivo no permanente, el secuestro, el chantaje a los
maridos para que firmasen “autorizaciones” o el uso de la fuerza.
Alberto Fujimori demostró, durante todo su Gobierno, su
misoginia radical y una dinámica perversa en su relación con las mujeres. Fue
el único Presidente del mundo que acudió a la Conferencia Mundial de Mujeres en
Beijing en 1995, pero luego de ofrecerse como un defensor de la causa femenina,
puso en marcha el programa de control de la natalidad en los Andes. “A Fujimori
en realidad no le importaban las mujeres –cuenta hoy Rocío Silva Santisteban,
ex directora de la Coordinadora de Derechos Humanos en el Perú– sino el dinero
que el Banco Mundial había ofrecido a cambio de un decidido apoyo del Gobierno
a la política de control poblacional.
Esa política se entroncaba con el famoso Plan Verde de
los militares: controlar a la población indígena, rural y pobre para evitar la
proliferación de “terroristas”. Las esterilizaciones forzadas son la punta de
lanza de ese plan.” En ese proceso usó también a algunas ONG que trabajaban con
colectivos de mujeres y que gestionaron el programa. Se hizo, explica Ana María
Vidal, Secretaria Ejecutiva Adjunta de la Coordinadora, “en el marco de una
política de salud pública, y utilizó como fachada un discurso de reconocimiento
de los derechos sexuales y reproductivos para luego enviar a cientos de médicos
por las regiones más pobres del país con la orden de esterilizar”.
Muchas feministas se opusieron duramente, como la abogada
Gina Vargas, que acuñó la frase: “Lo que no es bueno para la democracia no es
bueno para las mujeres”. Otra activista feminista histórica, Giulia Tamayo, publicó
el informe “Nada Personal”, denunciando las ligaduras de trompas ilegales y al
poco tiempo el grupo Colina –el comando paramilitar de Fujimori y Montesinos–
le colocó una bomba en la puerta de su casa y tuvo que refugiarse en España.
Las agresiones sexuales también fueron banalizadas
durante esos años, y aunque el Estado les entregó muchos años después del
Gobierno de Fujimori un certificado de víctimas a las 5 mil mujeres violadas,
también en su mayoría indígenas –lo que prueba el cariz doblemente discriminatorio
de estas prácticas violentas–, que se atrevieron a denunciar (deben ser
muchísimas más), solo hay una sentencia en el poder judicial en la que se
sanciona al violador, el de una mujer identificada como “MMM”, las demás nunca
fueron juzgadas.
Esto ocurre en el mismo país en que la ley de violencia
de género sirve para poco, donde siete de cada diez mujeres ha sufrido
agresiones, en el que el aborto sigue siendo ilegal, incluso en caso de
violación y en donde el Arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani es capaz de
declarar que “los abortos no se deben a que han abusado de las niñas sino a que
la mujer se pone como en un escaparate provocando”.