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En Sudán del Sur viven 12,2 millones de personas. Y hay unos 11,8 millones de vacas, 13,5 de cabras y 17,5 de ovejas. Para los habitantes del país más joven del mundo, asolado por la guerra, la pobreza y el hambre, el ganado lo es todo. O casi todo. Dos de cada tres sursudaneses dependen de sus animales para salir adelante. El brote de una enfermedad que diezmara los rebaños sería un desastre de proporciones inimaginables en un lugar brutalmente acostumbrado a ellos. Y mayor aún si la dolencia puede contagiar a los humanos.
A finales del pasado diciembre, el fallecimiento de varias personas, junto a los abortos y muertes entre animales domésticos y pájaros salvajes en el centro del país despertaron las sospechas. Finalmente, el 12 de marzo el Gobierno declaró oficialmente un brote de fiebre del valle del Rift. Esta enfermedad vírica, transmitida generalmente por mosquitos, causa fiebre, debilidad, abortos y altas tasas de mortalidad en vacas, cabras y ovejas. Y también en humanos, que se pueden contagiar por picaduras de mosquitos, por consumir leche o carne de animales infectados sin pasteurizar o cocinar, o por contacto con la sangre o tejidos del ganado enfermo.
La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), ha lanzado una campaña de vacunación animal sin precedentes en Sudán del Sur, en la que prevé inmunizar a más de nueve millones de animales de esta zoonosis y otras dolencias. Porque, en este país desgajado de Sudán en 2011, que ocupa el puesto 181º de 188 en el Índice de Desarrollo Humano, un ejemplar enfermo tiene pocas posibilidades de sobrevivir, salvo que alguna receta tradicional funcione como cura. Los tratamientos escasean o su coste es inasumible para una población oprimida por el hambre. Mientras generales y altos cargos desvían millones de dólares, el año pasado se declaró la hambrunaen uno el Estado de Unity, y este verano se prevén emergencias alimentarias en siete de los 10 Estados.
Por eso, señalan desde FAO, es imprescindible proteger a los animales, fuente básica de alimento y de ingresos para una inmensa mayoría. La agencia ha formado ha más de 1.000 agentes veterinarios en las propias comunidades para que puedan hacer un seguimiento de la salud del ganado y aplicar las vacunas ante la dificultad de llegar a las aldeas y rebaños dispersos por un territorio en el que la violencia ha obligado a casi cuatro millones de sursudaneses a dejar sus casas. Aquí, como ocurre en otros países de la zona, también con la vacunación de personas, la ausencia de cadenas de frío para mantener las dosis en buen estado durante su transporte es una dificultad añadida.
A la violencia, las enfermedades que azotan a los animales y su debilidad por la mala alimentacion, se une el descontrol que anima a grupos de cuatreros (o de soldados) a robar ejemplares o rebaños enteros, dejando a las víctimas sin nada con lo que salir adelante. La ayuda internacional en forma de comida será imprescindible un año más. Pero salvar al ganado es la única forma de que esa asistencia pueda algún día dejar de ser necesaria.
En Sudán del Sur viven 12,2 millones de personas. Y hay unos 11,8 millones de vacas, 13,5 de cabras y 17,5 de ovejas. Para los habitantes del país más joven del mundo, asolado por la guerra, la pobreza y el hambre, el ganado lo es todo. O casi todo. Dos de cada tres sursudaneses dependen de sus animales para salir adelante. El brote de una enfermedad que diezmara los rebaños sería un desastre de proporciones inimaginables en un lugar brutalmente acostumbrado a ellos. Y mayor aún si la dolencia puede contagiar a los humanos.
A finales del pasado diciembre, el fallecimiento de varias personas, junto a los abortos y muertes entre animales domésticos y pájaros salvajes en el centro del país despertaron las sospechas. Finalmente, el 12 de marzo el Gobierno declaró oficialmente un brote de fiebre del valle del Rift. Esta enfermedad vírica, transmitida generalmente por mosquitos, causa fiebre, debilidad, abortos y altas tasas de mortalidad en vacas, cabras y ovejas. Y también en humanos, que se pueden contagiar por picaduras de mosquitos, por consumir leche o carne de animales infectados sin pasteurizar o cocinar, o por contacto con la sangre o tejidos del ganado enfermo.
La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), ha lanzado una campaña de vacunación animal sin precedentes en Sudán del Sur, en la que prevé inmunizar a más de nueve millones de animales de esta zoonosis y otras dolencias. Porque, en este país desgajado de Sudán en 2011, que ocupa el puesto 181º de 188 en el Índice de Desarrollo Humano, un ejemplar enfermo tiene pocas posibilidades de sobrevivir, salvo que alguna receta tradicional funcione como cura. Los tratamientos escasean o su coste es inasumible para una población oprimida por el hambre. Mientras generales y altos cargos desvían millones de dólares, el año pasado se declaró la hambrunaen uno el Estado de Unity, y este verano se prevén emergencias alimentarias en siete de los 10 Estados.
Por eso, señalan desde FAO, es imprescindible proteger a los animales, fuente básica de alimento y de ingresos para una inmensa mayoría. La agencia ha formado ha más de 1.000 agentes veterinarios en las propias comunidades para que puedan hacer un seguimiento de la salud del ganado y aplicar las vacunas ante la dificultad de llegar a las aldeas y rebaños dispersos por un territorio en el que la violencia ha obligado a casi cuatro millones de sursudaneses a dejar sus casas. Aquí, como ocurre en otros países de la zona, también con la vacunación de personas, la ausencia de cadenas de frío para mantener las dosis en buen estado durante su transporte es una dificultad añadida.
A la violencia, las enfermedades que azotan a los animales y su debilidad por la mala alimentacion, se une el descontrol que anima a grupos de cuatreros (o de soldados) a robar ejemplares o rebaños enteros, dejando a las víctimas sin nada con lo que salir adelante. La ayuda internacional en forma de comida será imprescindible un año más. Pero salvar al ganado es la única forma de que esa asistencia pueda algún día dejar de ser necesaria.
Fuente: Milenio