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Aunque jugara desnuda, cualquier aficionado al fútbol identificaría a Argentina. Vestida de negro fue la selección igualmente aburrida que cuando se pone la casaca Albiceleste. No juega a nada, concede ocasiones y desaprovecha las situaciones más ventajosas, como un penalti que marró Messi. El 10 se apagó como una vela ante la mirada de hastío de Maradona. El fallo fue imperdonable porque el encuentro solo se podía resolver desde la estrategia si se tiene en cuenta que la pelota siempre estuvo en los pies de Mascherano. A Islandia le alcanzó con defender de manera solidaria para empatar en su debut en un Mundial.
El problema de Argentina con el balón ha sido tan serio hasta ahora que a los tres minutos, justo cuando el árbitro pitó una falta a su favor, Messi mandó cambiarlo sin resultado: el 10 tiró el golpe franco y no atinó en el remate Otamendi. Tampoco acertaron después Tagliafico y Biglia en la segunda jugada a balón parada botada por el jugador de Rosario. Messi incluso marró más tarde un tiro desde los 11 metros y sus tiros libres nunca sortearon la barrera de Halldorsson.
Atacó y chocó siempre la Albiceleste mientras contragolpeaba Islandia. Muy bien parados en su cancha, los muchachos de Hallgrimsson salían disparados en busca de Willy Caballero, víctima de la taquicardia colectiva, torpe con los pies, como se advirtió en un malentendido con Rojo que no convirtió Bjarnason. Las montoneras se sucedían en el área de Argentina, vulnerable y frágil, de la misma manera que las aceleraciones de Messi desestabilizaban nada más empezar a la expectante Islandia.
El cuero siempre es fácil de localizar cuando juega Argentina. Alcanza con ubicar a Messi. El rosario va o viene, recibe, conduce, acelera y genera tanta atracción que incluso se le atribuyen goles que no son suyos como el 1-0 ante Islandia. Al tiro de Rojo respondió Agüero con una jugada propia del 10: pareció que se alejaba del área después de controlar la bola y se revolvió de manera rápida y efectiva para enganchar un tiro con la zurda que sorprendió a Halldorsson.
El gol no cambió el paisaje del encuentro porque la insulsa posesión argentina era respondida por los latigazos islandeses, animados por la falta de contundencia defensiva del contrario, que se mostraba reiterativo en la concesión de rechaces y remates, como se advirtió en el tanto de Finnbogasson. El empate devolvió la contienda al guion esperado: Messi desaparece, cansado de retroceder porque ni Mascherano ni Biglia le dan salida a la pelota ni rompen líneas, y el rival se agranda por las dudas defensivas de la Albicelete
A Argentina le faltan medios que reciban y giren, demasiado lentos, frontales y previsibles, poco dispuestos a conectar con Agüero. Hay que tener cintura y tocar con rapidez para desequilibrar a los adversarios y la Albiceleste retiene demasiado el balón, incapaz de generar espacios, siempre incómoda, incluso con el marcador a favor, como pasó con el 1-0. No tiene picos de juego, ni hace rupturas, ni genera desorden en cancha ajena sino que se pierde con sus pases al pie, pendiente de Messi.
Empeoró tanto Argentina que a poco de reanudarse el partido, después que Islandia alcanzara el descanso cerca del arco de Caballero, Sampaoli quitó a Biblia para poner a Banega. El nudo estaba en la medular y había que intentar generar fútbol, ser más protagonista, dar vida a Messi. La Albiceleste convierte el tic-tac en un toc-toc cuando maneja el cuero con independencia del rival, tanto da que sea americano o de Europa.
Un buen portero
Ni por fuera ni por dentro se imponía Argentina. Tampoco desde el punto de penalti porque falló Messi. El árbitro sancionó con pena máxima una caída de Meza que más pareció un tropiezo que un derribo del zaguero de Islandia. El 10 telegrafió el tiro, tibio y a media altura, al costado del meta Halldorsson. No remató sino que acompañó la pelota de mala manera, lejos del rincón de seguridad, reiterativo en el fallo porque nunca fue un especialista: es el cuarto penalti que falla sobre siete con Argentina.
No tuvo Messi energía ni convicción y el partido se hizo especialmente largo para Argentina. El 10 se desvaneció y respiró Islandia. Los chicos de Hallgrimsson entendieron que el partido se libraba en su cancha y se esmeraron en defender en lugar de desplegarse hacia Caballero. Sentado Dybala, ni Pavón, un extremo que ensancha el campo y desborda, ni un rematador como Higuain, mejoraron a Argentina, falta de profundidad, de pegada y también de ánimo, desbravada pese al entusiasmo de su hinchada desplazada a Rusia. No funciona el doble cinco, la madurez de Messi en su último Mundial no supone de momento una mejora en sus prestaciones y las sensaciones no son buenas en el colectivo de Sampaoli. Islandia jugó muy bien a una cosa mientras Argentina no sabe a que juega, de albiceleste o de negro, negada por Messi 12 años después de su debut mundialista y por un director de cine que juega de portero de nombre Halldorsson.
Aunque jugara desnuda, cualquier aficionado al fútbol identificaría a Argentina. Vestida de negro fue la selección igualmente aburrida que cuando se pone la casaca Albiceleste. No juega a nada, concede ocasiones y desaprovecha las situaciones más ventajosas, como un penalti que marró Messi. El 10 se apagó como una vela ante la mirada de hastío de Maradona. El fallo fue imperdonable porque el encuentro solo se podía resolver desde la estrategia si se tiene en cuenta que la pelota siempre estuvo en los pies de Mascherano. A Islandia le alcanzó con defender de manera solidaria para empatar en su debut en un Mundial.
El problema de Argentina con el balón ha sido tan serio hasta ahora que a los tres minutos, justo cuando el árbitro pitó una falta a su favor, Messi mandó cambiarlo sin resultado: el 10 tiró el golpe franco y no atinó en el remate Otamendi. Tampoco acertaron después Tagliafico y Biglia en la segunda jugada a balón parada botada por el jugador de Rosario. Messi incluso marró más tarde un tiro desde los 11 metros y sus tiros libres nunca sortearon la barrera de Halldorsson.
Atacó y chocó siempre la Albiceleste mientras contragolpeaba Islandia. Muy bien parados en su cancha, los muchachos de Hallgrimsson salían disparados en busca de Willy Caballero, víctima de la taquicardia colectiva, torpe con los pies, como se advirtió en un malentendido con Rojo que no convirtió Bjarnason. Las montoneras se sucedían en el área de Argentina, vulnerable y frágil, de la misma manera que las aceleraciones de Messi desestabilizaban nada más empezar a la expectante Islandia.
El cuero siempre es fácil de localizar cuando juega Argentina. Alcanza con ubicar a Messi. El rosario va o viene, recibe, conduce, acelera y genera tanta atracción que incluso se le atribuyen goles que no son suyos como el 1-0 ante Islandia. Al tiro de Rojo respondió Agüero con una jugada propia del 10: pareció que se alejaba del área después de controlar la bola y se revolvió de manera rápida y efectiva para enganchar un tiro con la zurda que sorprendió a Halldorsson.
El gol no cambió el paisaje del encuentro porque la insulsa posesión argentina era respondida por los latigazos islandeses, animados por la falta de contundencia defensiva del contrario, que se mostraba reiterativo en la concesión de rechaces y remates, como se advirtió en el tanto de Finnbogasson. El empate devolvió la contienda al guion esperado: Messi desaparece, cansado de retroceder porque ni Mascherano ni Biglia le dan salida a la pelota ni rompen líneas, y el rival se agranda por las dudas defensivas de la Albicelete
A Argentina le faltan medios que reciban y giren, demasiado lentos, frontales y previsibles, poco dispuestos a conectar con Agüero. Hay que tener cintura y tocar con rapidez para desequilibrar a los adversarios y la Albiceleste retiene demasiado el balón, incapaz de generar espacios, siempre incómoda, incluso con el marcador a favor, como pasó con el 1-0. No tiene picos de juego, ni hace rupturas, ni genera desorden en cancha ajena sino que se pierde con sus pases al pie, pendiente de Messi.
Empeoró tanto Argentina que a poco de reanudarse el partido, después que Islandia alcanzara el descanso cerca del arco de Caballero, Sampaoli quitó a Biblia para poner a Banega. El nudo estaba en la medular y había que intentar generar fútbol, ser más protagonista, dar vida a Messi. La Albiceleste convierte el tic-tac en un toc-toc cuando maneja el cuero con independencia del rival, tanto da que sea americano o de Europa.
Un buen portero
Ni por fuera ni por dentro se imponía Argentina. Tampoco desde el punto de penalti porque falló Messi. El árbitro sancionó con pena máxima una caída de Meza que más pareció un tropiezo que un derribo del zaguero de Islandia. El 10 telegrafió el tiro, tibio y a media altura, al costado del meta Halldorsson. No remató sino que acompañó la pelota de mala manera, lejos del rincón de seguridad, reiterativo en el fallo porque nunca fue un especialista: es el cuarto penalti que falla sobre siete con Argentina.
No tuvo Messi energía ni convicción y el partido se hizo especialmente largo para Argentina. El 10 se desvaneció y respiró Islandia. Los chicos de Hallgrimsson entendieron que el partido se libraba en su cancha y se esmeraron en defender en lugar de desplegarse hacia Caballero. Sentado Dybala, ni Pavón, un extremo que ensancha el campo y desborda, ni un rematador como Higuain, mejoraron a Argentina, falta de profundidad, de pegada y también de ánimo, desbravada pese al entusiasmo de su hinchada desplazada a Rusia. No funciona el doble cinco, la madurez de Messi en su último Mundial no supone de momento una mejora en sus prestaciones y las sensaciones no son buenas en el colectivo de Sampaoli. Islandia jugó muy bien a una cosa mientras Argentina no sabe a que juega, de albiceleste o de negro, negada por Messi 12 años después de su debut mundialista y por un director de cine que juega de portero de nombre Halldorsson.
Fuente: El país