Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy
Cuando la temperatura rebasa los 43 grados centígrados y vives en la calle sientes como si el sol te escupiera en la cara y el cuerpo: eso es Mexicali. Cinco minutos sin sombra pueden ser la diferencia entre un golpe de calor o terminar muerto en las calles de una ciudad atrapada entre cerros y que cada año arrebata la vida a migrantes e indigentes.
Recientemente el gobierno federal advirtió que esta semana se registrarán altas temperaturas en todo el país. En Mexicali,el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) confirmó que el día más caluroso será el próximo domingo 3 de junio, cuando el calor llegue a los 43 grados.
“Es el infierno”, dice Ismael, un indigente que duerme sobre las banquetas en el centro de Mexicali, situado en la orilla del muro que divide la frontera entre México y Estados Unidos. Aquí el polvo y la tierra bailan entre las calles al ritmo que el viento las mueve.
Para cubrirse, Ismael rastrea los pocos árboles que hay en la colonia. Los encuentra y se acurruca y protege entre las ramas, buscando con desesperación algún centímetro de sombra que le cubra el cuerpo y el rostro, para evitar el dolor de cabeza, los mareos y la desorientación, que en alguna ocasión ya le hicieron perder el conocimiento.
“No me morí porque me ayudó un compa que también duerme en la calle. Me dio un chingo de agua”, recuerda de una experiencia de hace dos años, “casi me muero como un perro, con el cuerpo inflado por el calor, apestando a podrido”.
La Secretaría de Salud de Baja California reportó que en 2017 seis personas murieron a consecuencia del calor: cinco por golpes de calor y una por agotamiento; además atendió a otras 56: 35 por golpe de calor, 19 por agotamiento y dos con quemaduras por rayos del sol.
Este 2018, las temperaturas han sido más benevolentes y por el momento sólo se cuentan tres casos de agitamiento y ninguna defunción. Uno de ellos también tuvo quemaduras por exposición al sol.
Casas de hidratación. Pero no sólo quienes viven en la calle tienen un problema para sobrevivir al infierno de un sol abrasador, también los que no tienen para comprar un aire acondicionado, porque para vivir en Mexicali es prácticamente un requisito indispensable
El Hotel Migrante, dirigido por el activista Sergio Tamai, lo sabe muy bien. Tanto él como los migrantes que se han refugiado en ese sitio han sido víctimas de la inclemencia del calor y también de la pobreza.
Hace dos años el gobierno estatal dejó de hacerse cargo de las cuentas de electricidad, lo que provocó el corte del servicio y con ello, un infierno para los inquilinos que incluso optaron por dejar las camas para irse a dormir al techo del viejo edificio.
“Era como un mar de cuerpos”, recuerda Tamai, “eran tantos que ellos mismos generaban calor pero al menos estaban mucho mejor que con los 40 grados que había encerrados entre paredes, ahogándose en su propio sudor”.
Las muertes y afectaciones por el calor intenso de Mexicali obligaron a la Secretaría de Salud del estado a tomar medidas de emergencia como instalar casas de hidratación, 140 el año pasado y 130 este 2018, que están por ser instaladas. Por la alerta emitida por la federación se estima que el número sea mayor.
Estas casas de hidratación se tratan de un proyecto en el que personal de la Jurisdicción Sanitaria pide prestado el patio de sus casas a los habitantes de la ciudad para instalar puntos donde la gente pueda hidratarse. Es el personal de Salud el encargado de capacitar a los voluntarios (casi siempre amas de casa) para preparar agua con suero oral para las personas que lo necesiten.
Incluso, las voluntarias aprenden a detectar golpes de calor, fatiga o quemaduras por rayos del sol, por lo que se convierten en los primeros respondientes en situaciones de emergencia: detectan el malestar, lo atienden y, de ser necesario, lo canalizan a un centro de salud. Las víctimas del sol casi siempre son personas en situación de calle o migrantes.
“Yo sé lo que es el calor, estuve en Hermosillo, me pasié por La Bestia para llegar al norte, conozco el país de arriba pa’bajo, y aquí es el mismito infierno”, dice un migrante atrapado en la ciudad desde hace más de dos años, quería cruzar la frontera, pero no lo logró. Ahora limpia parabrisas bajo el sol, con un pañuelo amarrado a la cabeza que nada lo protege de los más de 40 grados que calan en este desierto.
Cuando la temperatura rebasa los 43 grados centígrados y vives en la calle sientes como si el sol te escupiera en la cara y el cuerpo: eso es Mexicali. Cinco minutos sin sombra pueden ser la diferencia entre un golpe de calor o terminar muerto en las calles de una ciudad atrapada entre cerros y que cada año arrebata la vida a migrantes e indigentes.
Recientemente el gobierno federal advirtió que esta semana se registrarán altas temperaturas en todo el país. En Mexicali,el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) confirmó que el día más caluroso será el próximo domingo 3 de junio, cuando el calor llegue a los 43 grados.
“Es el infierno”, dice Ismael, un indigente que duerme sobre las banquetas en el centro de Mexicali, situado en la orilla del muro que divide la frontera entre México y Estados Unidos. Aquí el polvo y la tierra bailan entre las calles al ritmo que el viento las mueve.
Para cubrirse, Ismael rastrea los pocos árboles que hay en la colonia. Los encuentra y se acurruca y protege entre las ramas, buscando con desesperación algún centímetro de sombra que le cubra el cuerpo y el rostro, para evitar el dolor de cabeza, los mareos y la desorientación, que en alguna ocasión ya le hicieron perder el conocimiento.
“No me morí porque me ayudó un compa que también duerme en la calle. Me dio un chingo de agua”, recuerda de una experiencia de hace dos años, “casi me muero como un perro, con el cuerpo inflado por el calor, apestando a podrido”.
La Secretaría de Salud de Baja California reportó que en 2017 seis personas murieron a consecuencia del calor: cinco por golpes de calor y una por agotamiento; además atendió a otras 56: 35 por golpe de calor, 19 por agotamiento y dos con quemaduras por rayos del sol.
Este 2018, las temperaturas han sido más benevolentes y por el momento sólo se cuentan tres casos de agitamiento y ninguna defunción. Uno de ellos también tuvo quemaduras por exposición al sol.
Casas de hidratación. Pero no sólo quienes viven en la calle tienen un problema para sobrevivir al infierno de un sol abrasador, también los que no tienen para comprar un aire acondicionado, porque para vivir en Mexicali es prácticamente un requisito indispensable
El Hotel Migrante, dirigido por el activista Sergio Tamai, lo sabe muy bien. Tanto él como los migrantes que se han refugiado en ese sitio han sido víctimas de la inclemencia del calor y también de la pobreza.
Hace dos años el gobierno estatal dejó de hacerse cargo de las cuentas de electricidad, lo que provocó el corte del servicio y con ello, un infierno para los inquilinos que incluso optaron por dejar las camas para irse a dormir al techo del viejo edificio.
“Era como un mar de cuerpos”, recuerda Tamai, “eran tantos que ellos mismos generaban calor pero al menos estaban mucho mejor que con los 40 grados que había encerrados entre paredes, ahogándose en su propio sudor”.
Las muertes y afectaciones por el calor intenso de Mexicali obligaron a la Secretaría de Salud del estado a tomar medidas de emergencia como instalar casas de hidratación, 140 el año pasado y 130 este 2018, que están por ser instaladas. Por la alerta emitida por la federación se estima que el número sea mayor.
Estas casas de hidratación se tratan de un proyecto en el que personal de la Jurisdicción Sanitaria pide prestado el patio de sus casas a los habitantes de la ciudad para instalar puntos donde la gente pueda hidratarse. Es el personal de Salud el encargado de capacitar a los voluntarios (casi siempre amas de casa) para preparar agua con suero oral para las personas que lo necesiten.
“Yo sé lo que es el calor, estuve en Hermosillo, me pasié por La Bestia para llegar al norte, conozco el país de arriba pa’bajo, y aquí es el mismito infierno”, dice un migrante atrapado en la ciudad desde hace más de dos años, quería cruzar la frontera, pero no lo logró. Ahora limpia parabrisas bajo el sol, con un pañuelo amarrado a la cabeza que nada lo protege de los más de 40 grados que calan en este desierto.
Fuente: El universal