No hay día que no salga una nota sobre un caso estremecedor de maltrato animal: el hombre que apuñaló a un perro en Piedras Negras, las personas que quemaron a un perro con fuegos artificiales en la alcaldía Álvaro Obregón, o el perro de raza boxer que murió en circunstancias similares en San Luis Potosí.
En ninguno de los casos mencionados existe justificación alguna; por ejemplo, nadie está actuando en defensa propia. Se trata más bien de situaciones que desafían el razonamiento. ¿Qué podría pasar por la mente de un ser humano que comete un acto de violencia contra un animal indefenso?
Vice entrevistó a tres psicólogos sobre el tipo de trastorno mental que podría padecer un sujeto que se comporta con crueldad hacia los animales.
Dijo Eva Rivera, psicóloga clínica que ha trabajado con reos del Reclusorio Norte. Desde su punto de vista, personalidades como tales se desarrollan a partir de una infancia caracterizada por un autoestima frágil, relaciones deficientes con los padres y problemas para construir relaciones con su entorno social.
Considero que ellos crecen con una semilla interna distorsionada, que va haciéndose más grande con el paso del tiempo. Como provienen de ambientes violentos, hacen de ella un mecanismo de supervivencia y normalizan abusos de todo tipo.
Aurelio Ramírez Gutiérrez, psicólogo clínico especializado en terapias cognitivo-conductual, comparte esta opinión. Los niños que fueron víctimas de abusoreaccionan con agresividad cuando son colocados en un ambiente de inseguridad, dando camino al maltrato de animales en la pubertad:
También le ocurre a pequeños abandonados. Ellos pueden actuar por soledad o por aburrimiento. Al no contar con la supervisión continua de un adulto, se aburren y enfocan en el animal que tengan más al alcance.
El caso del perro apuñalado en Coahuila es evidencia suficiente para diagnosticar a un hombre con necesidad de “sentirse superior porque lo que en realidad debe sentir es una inferioridad impresionante”. Sentencia de Ginzy Calderón, especializada en constelaciones familiares:
Hay gente que sí disfruta el dolor. Y eso ya está relacionado con la psicopatía. Ellos no sólo están fuera de empatía hacia a la vida, sino que no están en la vida. Estas personas están tan enojadas con todo, que muchas de sus acciones van enfocadas a la muerte.
Pero más allá de una personalidad antisocial o una infancia plagada con violencia intrafamiliar, estos patrones de conducta pueden cruzar el marco individual para convertirse en un problema social.
Una vez que se normalizan los actos de crueldad contra los animales, estos actos son absorbidos por la cultura para formar parte de los usos y costumbres de una comunidad. Tal es la explicación que ofrece la psicología para la tauromaquia, las peleas de perros o de gallos, entre otras actividades de violencia sin sentido contra los animales.
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