"Me duele el corazón decirles que es la última vez que
puedo pagarles porque sería irresponsable seguir haciéndolo, porque entonces
cuando se acabe esto -la pandemia de COVID-19- no van a tener una empresa
a donde regresar”, dijo llorando el empresario Ramón Sesma Coronado.
"El ser empresario en México es una de las profesiones
o actividades más sufridas, dolidas...lo arriesgas todo por un sueño."
El propietario de dos franquicias Chiltepino's Wings y de
una firma familiar de contadores que en conjunto da trabajo a 80 personas en
Sonora y Baja California, se despidió de sus empleados
en Hermosillo y les explicó la insostenible situación que enfrenta al
reducirse las ventas mensuales al 0.5 por ciento por sólo prestar servicio a
domicilio.
"El ser empresario en México es una de las profesiones
o actividades más sufridas, dolidas, arriesgas tu capital, pides prestado
dinero, hipotecas tus propiedades, o lo poquito que tienes y lo arriesgas todo
por un sueño, por dar empleo a la gente, porque tus ideas funcionen, por ayudar
a familias a que tengan un sustento diario, eso es lo que hace un empresario y
muchas veces mal comprendido, creyendo uno que es millonario cuando tienes
hipotecadas todas sus propiedades para sacar adelante mis restaurantes".
Expresó que "es triste ver como se derrumbó el esfuerzo
de 30 años, pues nadie pudo prever esta pandemia mundial, la cual
interpreto como una señal de Dios para que despertáramos porque estábamos
dormidos, teníamos la garantía de ir a la playa, a un restaurante, el poder
abrazar, besar, tocar a los seres queridos, eso ya no está en el mapa. Confía
que Jesucristo hará que eso se vaya pero pasará tiempo".
Dijo que desafortunadamente en México se está dando
dinero a los "ninis" en lugar de rescatar a las empresas que soportan
el 75 por ciento de los empleos.
La situación es insostenible, describió con pagos que debe
hacer al fisco, al IMSS, a la CFE, y otros; hizo un llamado a la sociedad
y a los demás empresarios para protejan sus negocios, que paguen hasta donde
puedan ya que nadie está obligado a lo imposible.
Luego, realizó una consulta a sus empleados y les pidió
votar: Tengo que preguntarles: ¿qué hago? ¿Qué quieren que haga con el último
dinero que me queda? ¿Se lo pago al gobierno de impuestos y seguro social? ¿O
se los pago a ustedes?
"Me duele el corazón decirles que es la última vez que
puedo pagarles", dijo con impotencia. "Estas lágrimas no son de
debilidad, son de coraje, de frustración, pero si sigo acabándome lo que tengo
no vamos a tener a donde volver, me van a embargar", exclamó llorando el
empresario sonorense.