Asunción.- Enclavado al sur de Brasil, el país con más
casos del nuevo coronavirus en América Latina y pese a su frágil sistema
sanitario y su economía informal, Paraguay apenas ha reportado un puñado
de muertes por el COVID-19.
Uno de los pilares del control de la pandemia fue la rápida
apertura de una red de albergues adonde son ingresados en forma obligatoria
para cumplir una cuarentena mínima de 14 días todos los que arriban al
país, un programa que ha despertado tantas quejas como elogios.
“Es un gran desafío para el gobierno nacional buscar el
equilibrio”, dijo a The Associated Press el viceministro y asesor de la
presidencia Federico González, quien indicó que desde que comenzó la
pandemia 8,500 compatriotas regresaron al país.
“Los albergues están llenos y la población segura”, agregó
González.
Sin salida al mar, con poca densidad de población y siete
millones de habitantes, Paraguay es una de las economías más humilde e
informal de Sudamérica. En 2019 tuvo un crecimiento nulo.
Además comparte 1,300 kilómetros de frontera con
Brasil, convertido en el epicentro de los contagios y muertes por
COVID-19 en América Latina.
Paraguay fue una de las primeras naciones en reaccionar
a la amenaza sanitaria.
En febrero canceló las visas para los ciudadanos chinos y en
marzo cerró las fronteras imponiendo a sus ciudadanos y residentes
que volvían al país la obligación de ingresar a estos albergues de los cuales
sólo pueden salir luego de que dos test consecutivos arrojen resultados
negativos al coronavirus. Actualmente hay 175 en todo el territorio nacional.
Instalados en academias militares o de policía, moteles de
paso o instituciones religiosas, los albergues se sumaron a la suspensión
de las clases y las actividades públicas, entre otras restricciones.
“Creo que han sido muy acertadas las medidas tomadas
por el gobierno”, dijo a AP la senadora por el opositor e izquierdista Frente
Guasú, Esperanza Martínez, quien además fue ministra de Salud.
Hasta el jueves la nación sudamericana había reportado 2,303
contagios y 19 muertes por COVID-19.
La AP contactó a casi una decena de personas que
pasaron por los albergues o que se encuentran en ellos. Algunos se
quejaron del maltrato -sobre todo de los militares-, la calidad de la comida,
la atención médica deficiente y el hacinamiento.
Un joven de 21 años que compartió su experiencia indicó que,
aunque nunca dio positivo al COVID-19, estuvo dos meses y 18 días en
uno de estos centros junto a otras 100 personas al regresar de Sao Paulo, donde
trabajaba.
El muchacho estuvo dos jornadas varado en un puente
fronterizo a la intemperie mientras se iba abriendo por cuotas el acceso y
se trasladaba a los recién llegados a los albergues.
Ninguno de los entrevistados quiso dar su nombre por temor
a ser discriminado al llegar a su hogar luego de que se produjeran
incidentes contra viajeros, pacientes y médicos.
El viceministro González reconoció que hubo problemas
con comunidades que se negaron a la instalación de albergues. “Existe un
porcentaje de la población que se opone a que regresen por el temor que sienten
al entender que el virus viene del exterior”, dijo.
En tanto, el director de vigilancia de Salud, Guillermo
Sequera, admitió que muchas personas se niegan a hacerse el test
precisamente para evitar la estigmatización.
Aunque también hubo gestos de solidaridad para los
enfermos de COVID-19 en comunidades pobres y sin asistencia médica, la
discriminación a los pacientes o el rechazo a los albergues muestra la
permanencia de una “veta autoritaria” de la sociedad paraguaya, advirtió a la
AP la politóloga Line Bareiro.
En mayo el gobierno sumó a los albergues gratuitos una
cadena de llamados “hoteles-salud” para que cumplan la cuarentena quienes
entran al país y pueden costearlos.
En una videoconferencia con AP un colombiano residente en
Paraguay instalado en uno de estos hoteles en Asunción narró una realidad muy
diferente a la de los albergues: tiene una habitación iluminada con servicio de
pensión completa y buena desinfección por la que paga 55 dólares diarios,
un valor impensable para el grueso de la población paraguaya.
Además de los centros de confinamiento las autoridades construyeron
dos hospitales en tiempo récord para atender a pacientes con COVID-19. Un
recorrido de AP por ellos mostró que estaban casi vacíos para orgullo de las
autoridades, que se jactaron de haber frenado hasta ahora el avance de
la enfermedad evitando un colapso del sistema.
Sin embargo, los críticos lamentaron que fueran instalados
lejos de los pasos fronterizos con Brasil, donde se están produciendo más
contagios.
“El problema es que estas medidas acertadas en una primera etapa en lo que hace al control epidemiológico no fueron felizmente acompañadas”, expresó la senadora Martínez. “Creo que va a haber problemas en los próximos dos meses... y no tenemos preparado el sistema de salud”.