El comportamiento del virus que sumergió al mundo en esta pandemia global sigue siendo muy poco conocido. Es que mientras se lo intenta combatir, delimitar en su expansión y detectar cura o vacuna previsora, los profesionales más conspicuos de la ciencia van detectando nuevas preocupaciones a las que estar atentos. Eric J. Topol, especialista del Scripps Research Translational Institute, Scripps Research de California, Estados Unidos, ha trabajado en un reciente documento publicado en la revista Science que alerta especialmente sobre las complicaciones cardíacas que el tránsito de la enfermedad implica.
La familia de siete coronavirus humanos conocidos hasta estos días era clasificada por su impacto en el tracto respiratorio, pero no en el corazón. Sin embargo, el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 tiene un marcado tropismo para el corazón y puede provocar miocarditis (inflamación del corazón), necrosis de sus células, imitando un ataque cardíaco, arritmias e insuficiencia cardíaca aguda o prolongada (disfunción muscular). Estas complicaciones, que a veces son las únicas características de la presentación clínica de la enfermedad, han ocurrido incluso en casos con síntomas leves y en personas que no experimentaron ningún síntoma.
En algunas personas, como el SARS-CoV-2 disminuye la función pulmonar, puede privar al corazón de la cantidad adecuada de oxígeno. A veces, causa una reacción inflamatoria abrumadora que pone a prueba el corazón mientras el cuerpo intenta combatir la infección. El virus puede también invadir los vasos sanguíneos o causar inflamación dentro de ellos, dando lugar a coágulos de sangre que pueden provocar ataques cardíacos.
Sean Pinney, cardiólogo estadounidense y director del Programa Avanzado de Insuficiencia Cardíaca y Trasplante Cardíaco de la Universidad de Chicago, asegura que las personas con enfermedades cardíacas tienen mayor riesgo de sufrir daños cardíacos relacionados con el virus. Pero también se han encontrado complicaciones cardíacas en pacientes con COVID-19 sin enfermedad previa conocida.
Aproximadamente una de cada cuatro personas hospitalizadas con COVID-19 sufren daño cardíaco, adiverte una nueva investigación publicada en el Journal of the American College of Cardiology. En una serie de artículos de revisión, los investigadores describieron lo que se sabe sobre los efectos del COVID-19 en el corazón y por qué las personas con enfermedades cardíacas tienen un mayor riesgo de sufrir un COVID-19 grave. Cinco puntos clave
Las enfermedades cardiovasculares te hacen más vulnerable
Además de ser hombre, tener más de 60 años o tener una enfermedad crónica, las investigaciones muestran que las enfermedades cardiovasculares aumentan el riesgo de sufrir COVID-19 grave y muerte.
A nivel mundial, las enfermedades cardiovasculares constituyen el 31% de las muertes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al menos un 80% de esas muertes podrían evitarse si se controlaran los factores de riesgo principales: colesterol elevado, hipertensión arterial, diabetes, tabaquismo, obesidad, sedentarismo y estrés, entre otros.
De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entre el 20% y 35% de la población adulta de América Latina y el Caribe es hipertensa. El número de personas con esta afección ha ido aumentando en los últimos años y muchos desconocen su condición.
“En primer lugar diría que en general una gripe común es una situación que puede transformarse en grave con comorbilidades o enfermedades cardiovasculares o respiratorias. Por eso es que en general a todos los pacientes con este antecedente por encima de los 65 años los médicos recomendamos vacunación contra la gripe, es decir la influenza común y otros virus. Seguramente este virus, el COVID-19 no es una excepción”, sostuvo en diálogo con este medio el doctor Fernando Botto, médico cardiólogo (MN 79189), miembro del área de investigación del Instituto Cardiovascular (ICBA).
Y continuó: “¿Por qué es un problema en un paciente con un cuadro gripal o el coronavirus en un paciente con enfermedad cardiovascular? Estos son cuadros con alta fiebre, por encima de los 38°C o inclusive 39 grados y ustedes tienen que saber que durante un episodio de fiebre tan intenso -que todos hemos tenido alguna vez- aumenta la frecuencia cardíaca, estamos taquicárdicos, y seguramente esta es una situación que un organismo muy sano puede tolerar normalmente, en tanto que algunas personas que tienen problemas cardíacos, de las válvulas, infartos previos, operados, con insuficiencias cardíacas, arritmias, esto puede generar una descompensación".
Los receptores ACE2 del cuerpo, a los que se une el virus SARS-COV-2, son especialmente importantes en personas con enfermedades cardíacas y otros factores de riesgo cardiovascular, ya que desempeñan un papel importante en la regulación de procesos como la presión arterial y la inflamación. Al unirse a estos receptores, el virus causa muchos efectos posteriores que pueden influir en la inflamación, la constricción de las arterias y pueden provocar hipertensión arterial.
Se identificó el síndrome cardiometabólico COVID-19
Al reconocer la importancia de estos factores de riesgo individuales, investigadores estadounidenses han identificado un nuevo síndrome cardiometabólico relacionado con el nuevo coronavirus en pacientes con grasa corporal alta, azúcar en sangre inestable (o diabetes), colesterol alto y presión arterial alta.
El cardiólogo y director ejecutivo del Instituto de Investigación Cardíaca Victor Chang, Jason Kovacic, dijo que reunió los factores de riesgo superpuestos en una teoría unificadora sobre la salud cardiometabólica y los malos resultados del COVID-19.
“El síndrome cardiometabólico se ha descrito bien durante las últimas dos décadas”, dijo el profesor Kovacic, que es editor del Journal of the American College of Cardiology, pero que no participó en la investigación. “Parece que esos cuatro factores realmente se cruzan e interactúan a través de COVID-19 para causar peores resultados”.
Las personas con COVID-19 y disfunción metabólica y cardiovascular tienen más probabilidades de experimentar coagulación sanguínea y una función inmunológica deficiente, destacó el profesor Kovacic. La obesidad también puede hacer que a alguien le resulte más difícil respirar si termina conectado a un respirador. “Tienden a tener una peor función pulmonar, niveles de glucosa realmente altos cuando terminan en la UCI, y todo esto se suma para causar más problemas”, agregó.
Según los investigadores, la pandemia de coronavirus había expuesto vulnerabilidades cardiovasculares inesperadas y la necesidad de mejorar la salud cardiometabólica a escala mundial. Para las personas de alto riesgo, especialmente las personas con diabetes, enfatizaron la importancia de mantener una dieta saludable y una rutina de ejercicio regular.
“El papel de los estilos de vida saludables y la farmacoterapia dirigida a los impulsores metabólicos para reducir el riesgo cardiovascular está bien establecido”, escribieron los investigadores. “Sin embargo, las lecciones de la pandemia de COVID-19 respaldan los beneficios a corto plazo de estas intervenciones”.
El corazón queda atrapado en el fuego cruzado
COVID-19 se dirige principalmente a los pulmones y otras partes del sistema respiratorio, pero el virus también puede afectar el corazón y empeorar las condiciones cardíacas existentes. Lo hace causando daño cardíaco agudo, inflamación del corazón o lesión en el músculo cardíaco para que el corazón no funcione tan bien.
“Lo más común es la lesión del músculo cardíaco relacionada con la inflamación, que es causada por la enorme respuesta inmune desencadenada por el virus. Existe una poderosa relación entre la inflamación y la coagulación sanguínea”, remarcó el profesor Kovacic. “La inflamación puede hacer que los vasos del corazón, las arterias, se bloqueen y provoquen un ataque cardíaco”, dijo.
Los ataques cardíacos también pueden ocurrir como resultado del daño infligido a los pulmones por COVID-19, por el cual el corazón de una persona necesita trabajar más para bombear sangre al resto de su cuerpo. “El COVID-19 disminuye la capacidad de los pulmones para oxigenar la sangre, por lo que el corazón tiene una gran demanda porque tiene que hacer mucho trabajo”, continuó el especialista.
Según los investigadores, el COVID-19 también puede provocar disfunción microvascular (complicaciones en los vasos pequeños y capilares del corazón) así como miocardiopatía por estrés. “Hay mucho estrés en el corazón y, sin embargo, los pulmones tienen una capacidad reducida, por lo que se produce este desequilibrio de oxígeno y eso puede provocar un ataque cardíaco”, aseguraron.
“Eso puede ocurrir en el corazón en condiciones muy estresantes, incluyendo estrés emocional o estrés físico, como estar en una cama de UCI. Eso en sí mismo puede causar lesiones y daños al músculo cardíaco. Todos estos factores pueden ser responsables de las lesiones cardíacas en pacientes hospitalizados con COVID-19, lo que significa que puede ser difícil determinar exactamente qué mecanismo es responsable de qué daño”, subrayó Kovacic.
Los efectos a largo plazo aún no están claros
En los últimos meses, se ha hecho evidente que COVID-19 puede tener efectos prolongados, y muchos pacientes informan fatiga, disnea y “confusión mental” continuas durante semanas o meses después de la infección. Pero los datos, especialmente sobre los impactos cardiovasculares, aún son limitados.
“Sabemos que en algunos pacientes se puede sufrir daño cardíaco y eso puede provocar cicatrices en los pulmones, daño en el corazón y otras características que en realidad apenas están emergiendo”, dijo el profesor Kovacic. “Pero simplemente nos llevará tiempo ver cómo evolucionan las cosas”.
La mayoría de los pacientes con COVID-19 se recuperan por completo, pero los investigadores dijeron que los riesgos a largo plazo para los sobrevivientes de COVID-19 grave seguían siendo inciertos y que las primeras observaciones eran preocupantes.
Algunas investigaciones han encontrado evidencia de disfunción cardíaca en curso en pacientes con COVID-19 recuperados. En un estudio prospectivo observacional de cohorte, publicado en la revista JAMA Network, se identificaron 100 pacientes recientemente recuperados de la enfermedad del Registro COVID-19 del mismo hospital entre abril y junio de 2020. Todos los participantes se consideraron elegibles después de un mínimo de 2 semanas desde el diagnóstico original si tuvieron resolución de síntomas respiratorios y resultados negativos en una prueba de hisopo al final del período de aislamiento.
Los hallazgos revelados por la investigación demostraron afectación cardíaca en 78 pacientes (78%) e inflamación miocárdica en curso en 60 pacientes (60%), independientemente de las condiciones preexistentes, la gravedad y curso general de la enfermedad aguda y tiempo desde el diagnóstico original. Estos hallazgos indican la necesidad de una investigación continua de las consecuencias cardiovasculares a largo plazo de COVID-19.
Los efectos cardíacos de COVID-19 parecen únicos
Desde el punto de vista de un virus, el corazón es un objetivo fácil y terrible. Es fácil de alcanzar e invadir porque recolecta sangre de todo el cuerpo y, a diferencia del cerebro, no tiene una barrera protectora. Pero infectar el corazón también corre el riesgo de matar al huésped sin desencadenar síntomas que permitan que un virus se propague fácilmente: tos, estornudos, diarrea o vómitos. Por esa razón, los virus que afectan solo al corazón “no existen”, dice Efraín Rivera-Serrano, virólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Pero los virus pueden afectar de manera incidental al corazón. Lo hacen con tanta frecuencia que en el mundo occidental son la causa más común de miocarditis. Al menos 20 virus conocidos pueden desencadenar esta afección, incluidos los que causan influenza, Zika, dengue y sarampión.
Sin embargo, a menudo los especialistas advierten que el daño cardíaco observado en los pacientes con COVID-19 supera lo que normalmente se ve en otras infecciones virales. “Con la influenza, sí se ve un aumento en el infarto de miocardio (un ataque cardíaco) pero realmente no se ve la extensión de la lesión que se ve con COVID-19”, dijeron.
Para el profesor Kovacic “hay varias cosas que hacen que COVID-19 sea único en términos de su efecto sobre el corazón. Aunque la inflamación es una característica común de casi todas las infecciones, la inflamación profunda que ocurre con el COVID-19 es particularmente sorprendente. De la misma manera, la dramática activación de la coagulación sanguínea también es muy sorprendente. Esos dos factores juntos, la coagulación de la sangre más la inflamación profunda, son los que realmente diferencian a esta enfermedad”.