Barrera Concha, a diferencia de su antecesora, que se marchó por la puerta de atrás, se va contento. Sin embargo, no hace un balance tan complaciente de su gestión y se niega a decir que está satisfecho porque, asegura, a pesar del empeño deja asuntos pendientes.
Empresario de 36 años y meridano hasta la médula, el alcalde se considera un hombre de familia y de principios. Hay uno que le ilumina la cara cuando lo menciona: la responsabilidad por encima del miedo y de cualquier interés personal. Lo tiene grabado a fuego en su esquema vital.
¿La alcaldía le cambió mucho la vida?
Por completo. No hay licenciatura ni doctorado que enseñe lo que se aprende aquí. Aunque al alcalde lo rodea un círculo de confianza en el que recibe consejos, es el único responsable de sus decisiones. La alcaldía me puso a prueba en todos los aspectos, pero me fortaleció como profesional y como persona.
¿Se va contento?
Muy contento. No quiero decir satisfecho porque la palabra tiene una connotación de plenitud, de obra terminada. Me voy contento porque encabecé un gobierno de restauración que puso orden al caos y pasó de la anarquía a la organización, que recuperó la confianza de los meridanos y abrió las puertas a la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones. Demostramos que es posible gobernar con transparencia y rendición de cuentas. Me voy muy contento porque pudimos hacer clic con los ciudadanos…
Se dice que la administración anterior a la suya dejó Mérida hecha un desastre. ¿Así fue realmente o se trató de una mera exageración?
Así fue. Incluso los que saben dicen que heredé un Ayuntamiento en peores condiciones que el que recibió el histórico primer gobierno municipal del PAN, en 1991. Me encontré con un déficit de más de $500 millones y una deuda de $100 millones a proveedores, con servicios públicos inservibles y ninguna herramienta para arreglar tanta calamidad. Además, era evidente el malestar ciudadano por causas de sobra conocidas. Ese fue mi primer gran reto: la necesidad de componerlo todo, pero no contar con ningún recurso para hacerlo. Fue muy estresante. Valdría la pena no olvidarlo jamás.
¿Cuál fue el momento más duro de su gestión?
El cambio de sede del Carnaval. Los otros temas estaban trazados en una hoja de ruta y sabíamos cuáles podían ser sus resultados, pero el asunto del Carnaval era impredecible. Teníamos que garantizar que todo saliera bien en la nueva sede y hacer comprender a los meridanos que, independientemente de cualquier otra consideración, la seguridad de la gente obligó a llevarlo al Sur. Tantas voces dijeron que sería el final de mi carrera política, que sentí temor. Varias noches, no pude dormir.
¿Y alguno que recuerde especialmente para bien?
Muchos, pero mi más grato recuerdo es el apoyo de la sociedad, que me hizo sentir fuerte, respaldado, aun en los momentos difíciles. Ver a los presidentes de las cámaras empresariales, a líderes de locatarios, avalar las decisiones del Ayuntamiento me dio certeza y tranquilidad.
Cuando iba por la calle ¿qué le solían pedir los meridanos?
Servicios, principalmente. Mejorar los espacios públicos, la iluminación y las calles, dotar de internet a más parques y hacer eficiente la recolección de basura.
¿Cuáles son, a su juicio, los problemas más acuciantes de Mérida?
El comercio informal, en primer lugar. Es complejo porque es un problema social que refleja la dura situación económica del país y lo errado de las políticas del gobierno federal. El municipio puede luchar contra el ambulantaje, pero cada vez hay más trabas que impiden a esos comerciantes brincar a la formalidad, por lo que el crecimiento de la informalidad ha sido exponencial. También está la pobreza. Las estadísticas demuestran que las políticas públicas de la dádiva, del regalo, dan una solución efímera a los problemas de la población más necesitada, pero están provocando un aumento de la pobreza extrema.
¿Y la seguridad?
Es otro tema muy importante, y hablo de la seguridad de nuestras casas. Cuando decimos que “Mérida es una de las ciudades más seguras” nos referimos al crimen organizado, a los delitos mayores, pero es preocupante cómo ha crecido el número de los llamados “delitos menores” en la ciudad: robos a casas habitación, asaltos…
Cuando sus adversarios lo acusan de incapacidad por problemas como el de la basura y el ambulantaje o lo tildan de caprichoso por el lío de las luminarias, ¿qué piensa?
Esas críticas carecen de efecto porque están desconectadas del sentir social. Los ciudadanos no se van con la “finta” de lo que salen a decir ABC Leasing o los regidores del PRI porque saben que estos señalamientos sólo buscan confundir. Y me eligieron para tomar decisiones contundentes, fincar responsabilidades contra quienes metieron a Mérida en apuros.
¿Estuvo usted a la altura de las expectativas?
Eso tendrá que decirlo la sociedad. Yo hice mi mejor esfuerzo, conformé un equipo con profesionales de lo mejor, sin cuotas ni compromisos, porque afortunadamente llegué a la alcaldía con las manos libres.
¿Qué aprendió en estos tres años?
Mucho… quizá lo más importante el valor de la humildad. A veces el poder o la misma vorágine de la administración pública lo hacen a uno perder piso. Tratar de no perder la sencillez es complicado, pero debería ser un ejercicio obligado para todos los servidores públicos.
¿Vio algún caso de corrupción?
Sí, pero todos casos menores. Antes de meterme a la política fui empresario y sé que nunca hay que descuidar el negocio. En una empresa de más de 6,000 personas —tal es el caso del Ayuntamiento— siempre hay casos de corrupción. Lo importante es que no se queden sin sanción.
¿Siente que el triunfo de Mauricio Vila es una nota de “aprobado” para usted?
Sin duda. Fue mi graduación ¡y con mención honorífica! La impresión que dejan las pasadas elecciones es que los ciudadanos reconocen nuestro trabajo.
¿Cómo quiere que lo recuerden los meridanos?
Como un alcalde al que tocó recobrar la ciudad en varios sentidos y como un dirigente que tomó decisiones por encima de su futuro político, pensando en la gente. Como un político auténtico que nunca rehuyó ningún tema. Como un alcalde valiente.
El mayor orgullo es haber trabajado de la mano con la sociedad, una sociedad exigente y organizada. Escuchamos y todos y con todos tomamos decisiones. Megamedia.