Noticias de Yucatán
El tiempo, cuando escribe, lo hace historia
La historia es el escrito que hace el tiempo
Pero no escribe el tiempo como el hombre
Que requiere papel, pluma y tintero.
El tiempo escribe en la memoria misma,
Con la punta invisible del silencio, Y en un lugar, la plaza pública. …….
La plaza es más que el corazón del pueblo
Es la suma total de las arterias, Las venas y los vasos capilares
Es cada uno y todos los latidos Que en la plaza se citan y la alientan.
(“La Plaza) Roger Cicero Mc Kinney
Muy buenas noches.
Agradezco profundamente la invitación del Ayuntamiento de Mérida, representado por el Sr. Alcalde, Lic. Mauricio Vila Dosal, para tomar la palabra esta noche como oradora huésped de la 2 emblemática sesión solemne de cabildo, centenaria autoridad de nuestras ciudades americanas. Y saludo también, desde esta tribuna, a las autoridades y sobre todo a los ciudadanos de nuestras hermanas Méridas de España, Venezuela y Filipinas.
Muy buenas noches. El orador huésped llega aquí, como todos los huéspedes, a un lugar al que es invitado… y al que es convocado para compartir su pensamiento y su sentir. A esta huésped la curiosidad la llevó a pensar en qué han escrito, qué han dicho tantos hombres y mujeres cuya voz y visión del mundo se han escuchado desde esta tribuna. ¿Y quiénes han sido? ¿Y desde cuándo?
Al parecer, el origen de las sesiones solemnes septembrinas en la Mérida postrevolucionaria, con oradores invitados con motivo a esta efeméride particular, no se vislumbra demasiado remoto: La referencia más antigua la encontramos hace 33 años, en 1982 (aunque puede haber otras por supuesto, a las que no hayamos tenido acceso).
Años más, años menos, son tres décadas. Tres décadas en las cuales, la generación de ciudadanos de esta blanca Mérida a la que pertenezco ha caminado hacia la madurez, cobrado protagonismo, ocupado cargos en el medio laboral, en el sector privado y en el público y colaborado con el crecimiento y desarrollo de la capital yucateca. Lo ha hecho con su vida profesional y su desempeño y conducción ciudadana.
Hoy, hombres y mujeres de menor edad ya nos siguen muy de cerca y comparten estos espacios con nosotros, mientras que los hijos de mi generación apenas ahora empiezan a hacer conciencia de su vida adulta y a colocarse en los puestos de trabajo.
Tres décadas, decía yo, de mensajes, de pensamientos y voces. ¿Quiénes han sido? ¿Qué han dicho? Y ese universo adictivo y gozoso que son los archivos, las hemerotecas y sus antiguos papeles y periódicos desvelaron aquella mi curiosidad y me regalaron sus nombres y sus palabras. Desde entonces el Cabildo Meridano ha recibido a historiadores que rescataron del pasado retazos desconocidos de la biografía de nuestra ciudad, a poetas sensibles de síntesis pura y palabra precisa, antropólogos que cuestionan nuestra realidad social, a nuestros cronistas que indagan la verdad entre la historia y la leyenda, a maestros, periodistas, investigadores, escritores… hombres y mujeres quienes, ahora lo entiendo mejor que nunca, acunaron conceptos, ideas, recuerdos, denuncias, propuestas, metáforas… y las sirvieron aquí, en la mesa del encuentro previamente pactado y aprobado.
Hoy quiero rendir homenaje a todos ellos. Decirles que su palabra y su mensaje merece ser recuperado y releído en el tiempo y la distancia, y analizado en perspectiva y por supuesto que reflexionado. Todos apuntan hacia la construcción de una ciudadanía que no olvida el pasado pero que también mira con nitidez el presente, sus grandes contradicciones y también sus enormes posibilidades.
¿Quiénes son? ¿Quiénes han sido? Encontramos los nombres de Ricardo López Méndez, Leopoldo Peniche Vallado, Rodolfo Ruz Menéndez, Fidelio Quintal Marín, Rolando Bello Paredes, Carlos Bojórquez Urzaiz, Luis Millet Cámara, Roger Cicero Mac Kinney, José Luis Vargas Aguilar, Indalecio Cardeña Vázquez, Jorge Álvarez Rendón, Salvador Rodríguez Losa, Francisco Otero Rejón, Silvio Zavala Vallado, Agustín Monsreal Interián, Francisco Paoli Bolio, Juan Francisco Peón Ancona, Beatriz Espejo Díaz, Rubén Reyes Ramírez, Martiniano Alcocer Álvarez, Emmanuel Carballo, Genaro Villamil, Marianne Xochipilli Toussaint, Efrén Maldonado Betanzos, Margarita Diaz Rubio, Othón Baños Ramírez y Gonzalo Navarrete Muñoz.
Ellos, desde aquí, nos han recordado el proceso independentista cuyo germen conmemoramos en estas fechas, han rescatado señeras biografías, hechos históricos notables como la participación de los municipios en el proceso de la Independencia nacional y acontecimientos memorables, gozosos, 4 curiosos, como la celebración de las fiestas patrias desde hace más de 100 años en nuestra capital…
Nos han dicho que hay que democratizar las instituciones públicas, que hay que evitar la polarización de las ideas, hay que saber aceptar la crítica y procurar el respeto a la diversidad. Han abordado la leyenda negra de la conquista, de la colonia, del separatismo, del regionalismo y de las tendencias centralistas de nuestro país.
Han colocado a Mérida y a Yucatán en el contexto de la historia nacional, nos han recordado que es arrogante el aislamiento en afán de la conservación de la pureza, y sobre todo, nos han invitado a mirar, más allá de la presencia indudable de los héroes visibles y con nombre, a la silenciosa y poderosa fuerza de los héroes anónimos y sin nombre, el pueblo mexicano, el pueblo yucateco o el pueblo meridano, que llega al final del día, cada día, en un verdadero acto de heroísmo, enfrentándose cotidianamente a la desigualdad y la injusticia.
Sin embargo, ellos nos invitan también a desterrar actitudes negativas y a reconocer en nuestra inserción a la patria Mexicana a cada uno de nosotros, los ciudadanos, como una fuente de vida, de energía y de poder transformador. Nuestros oradores han también destacado la siempre sesgada presencia de la mujer, cuya cruzada hoy día continúa. (Algunos algunas, pensamos que las cuotas de género no son una solución, si bien solamente un punto de partida). En estas tres décadas nuestra blanca Mérida ha pasado por dos grandes huracanes, por epidemias de conjuntivitis, varicela y dengue, desde hace muchos años, así como ahora el chikungunya… por conflictos electorales, visitas presidenciales… Hemos sido testigos de tragedias y de crímenes y de actos cuya impunidad nos recuerdan que la humanidad siempre tendrá un siniestro espacio reservado a la mezquindad y el horror.
En esta Mérida hemos visto desaparecer monumentos y espacios de gran dignidad y elevarse grandes hoteles, enormes fraccionamientos, descomunales plazas comerciales y otros símbolos del pretendido desarrollo. Ha crecido nuestro parque vehicular y hemos rebasado los límites de nuestra propia ciudad hasta llegar a veces a salirse de control. Hemos visto desde nuestro mirador, desde estas coordenadas privilegiadas, Gobiernos indignos de nuestra esperanza y gobiernos merecedores de nuestro respeto.
Hemos visto cómo nuestro país se desmorona y reconstruye, cómo se levanta de sus cenizas y vuelve luego a hundirse en la pesadumbre… una pesadumbre que a algunos, sobre todo si somos profesores, nos invade cuando esa flor de inteligencia, ese intelecto en formación, ese nido de renovación y esperanza que son los estudiantes, son finalmente voces acalladas, luces apagadas y vidas truncas y desaparecidas.
Pero también en estas tres décadas, en esta Mérida blanca, donde ya no hay veletas, hemos visto construirse centros de investigación, universidades públicas y privadas, aprobarse legislaciones todavía muy perfectibles de protección del patrimonio edificado, material e inmaterial, hemos recibido en nuestras manos publicaciones de libros y medios impresos y digitales, hemos asistido a festivales, encuentros, congresos y reuniones internacionales, nos hemos curado en sus hospitales y hemos visto crecer y desarrollarse proyectos y agrupaciones artísticas que nos permiten seguir creyendo, a pesar de todos los pesares, en la humanidad y en la belleza, y en la comprensión de la cultura y el conocimiento no como un recurso de ornato y artificio sino como un derecho y como raíz del bienestar.
A todas esas voces y mensajes de tres décadas quiero sumar respetuosamente mi voz, la del ciudadano que construye su ciudad, día a día, en esta Mérida blanca, desde su intimidad, en las cuatro paredes de su hogar. En la vida diaria donde comienzan el orden, la honestidad, la conciencia. 6 En una Mérida que los ciudadanos podemos conducir, mejorar, sublimar. En la medida que logremos que no esté anestesiada, que no sea controlada a través de nuestras debilidades personales, como son el consumismo y la frivolidad.
Queremos seguir celebrando una Mérida blanca de voces diferentes, la queremos blanca en la medida que sea como la luz blanca de la cual proceden todos los colores del espectro. Mérida diversa y multiplicada, plural y llena de vida, donde se procure el frágil equilibrio entre la tradición y la modernidad, donde la modernidad no es la destrucción de la memoria, y donde la tradición tampoco sea la negación del presente y el romanticismo ciego. No concordamos con quien dijo que Mérida “ha dejado de ser un pueblo” porque ha aumentado su población y entonces ya merece que en ella se construyan altos y espejados edificios. Creceremos de verdad Mérida y los meridanos en la medida que logremos los ciudadanos hacer de esta celebración nuestro propio ritual individual y abracemos a la más pura y real de todas las independencias: la independencia del pensamiento.
Es la única que sobrevive cuando todas las demás se han perdido. Es también la primera que llega, la que despierta la curiosidad, las ideas de libertad, de justicia, de paz y la que llama a la acción a los ciudadanos. Lamentablemente es también la más difícil. Fue en el agonizante siglo XVIII, cuando la historia se organizaba en ruta hacia nuestra independencia política y social, cuando en España el artista Francisco de Goya plasmó en un grabado en aguafuerte la imagen de un hombre dormido rodeado de seres espeluznantes. La leyenda que lo enmarca dice claramente “El sueño de la razón produce monstruos”.
Pensar y saber tal vez no nos hace más felices, pero sí más conscientes… y hay quien dice que belleza va de la mano de la verdad. Le agradezco a Mérida todo lo que nos brinda día a día. Esta vida diaria rítmica y sencilla en la que cobra sentido cada cosa de lo cotidiano. Los días con sus noches, los fines de semana, los amaneceres, el clima que nos hace resistentes y la escurridiza tranquilidad que aún sobrevive.
Desde esta Mérida quiero abrazar a nuestra patria chica: las fronteras yucatecas. Y a nuestra patria grande: las dilatadas fronteras mexicanas. Le reconozco a Mérida en esta fecha emblemática y ya escrita para la posteridad su señorío y su gran dignidad. Indiscutibles. Mérida de expectativas, de grandes sueños, Mérida de luz y perseverancia. Aquí estamos tus ciudadanos y son para ti nuestra libertad, nuestra independencia, nuestro pensamiento, nuestras manos, nuestra voz y nuestra esperanza.
Muchas gracias.