Noticias de Yucatán
()
Daniel Jesús Carrillo Polanco (*)
El regalo de Dios
Cuando sufres la pérdida de un familiar por accidente o por una enfermedad repentina es casi inevitable la reflexión de lo que uno hace por su propia vida, ¿hasta qué punto contribuimos para que nuestra existencia sea en el futuro con calidad?
Hay mucha gente que se siente indestructible, sobre todo cuando es joven, y de manera irresponsable causa severos daños a su cuerpo y organismo. Quizá las afectaciones no se resientan de inmediato, pero al cabo de los años todo lo malo que se hizo tendrá un costo quizá muy elevado.
Hay decesos difíciles de entender, como ocurrió con Cristian Benítez, ex goleador del América, quien a pesar de su corta edad, 27 años, y con una vida deportiva y saludable, fue víctima de una afectación a su salud que le cortó de tajo la vida.
Según me enteré, al parecer en todas las revisiones médicas que se hacían a los integrantes del equipo siempre el ex goleador resultaba como el que mayor salud tenía en todos los sentidos.
¿Cómo una persona con hábitos saludables encuentra la muerte así de repentina?
Alguien que no fuma, que no ingiere alcohol o drogas, que come bien y hace ejercicio muere de repente, ¿qué explicación hallamos ante los designios de Dios?
Miles de millones de personas en todo el mundo mueren a consecuencia de malos hábitos, empezando por las llamadas drogas legales: alcohol y tabaco. Y cuántas más fallecen de modo indirecto sin haber ingerido una gota de alcohol o fumar un cigarro de modo directo.
Mucha gente muere en accidente de tránsito porque alguien que estaba alcoholizado la atropelló o bien fallece porque durante muchos años estuvo aspirando el humo del tabaco de algún familiar o compañero de trabajo.
Cierto que contra los designios de Dios nadie puede ir, pero si uno mismo no sólo no se ayuda y sí en cambio se autodestruye fumando o bebiendo, o haciendo cualquier cosa para dañar al cuerpo y al organismo, entonces ¿de qué nos podemos quejar después?
Hay quienes dejan a un lado sus adicciones, pero a veces, de modo triste, lo hacen de manera tardía, cuando el mal ya se ha anidado y, en algunos años, quizá cinco o quizá más, llegue un desenlace no deseado.
Lo mismo reflexionamos respecto a quienes toman el volante de un vehículo y aún sin estar alcoholizados manejan de modo irresponsable, sin pensar en las consecuencias para su propia persona o para otras. ¿Cuánta gente no ha fallecido por la irresponsabilidad de algún conductor?
Seamos conscientes, cuidemos nuestra salud y la de quienes nos rodean. El organismo es algo tan delicado que merece una atención especial. Quienes tienen la fortuna de estar sanos y se la pasan fumando o ingiriendo alcohol en exceso, ellos mismos se están suicidando y propiciando que otros más se vean afectados en su salud o en su vida.
Dedico este escrito a mi hermano Lorenzo, quien el pasado 31 de julio perdió la vida por un paro respiratorio. Él fue una persona alegre, quería vivir pero no soportó una operación. Quien tenga salud que la conserve, pues ya ven que ni cuidándose hay la garantía de vivir, pero por lo menos estaremos haciendo la parte que nos corresponde de proteger el don de la salud y de la vida que nos presta Dios en esta tierra.- Mérida, Yucatán.
dajecapo@hotmail.com
—–
*) Maestro en comunicación política y marketing electoral, y consejero estatal del PAN
