Cuando nació, los médicos de la zona indicaron que la enfermedad de Rahama no tenía remedio porque había “sufrido un ataque de espíritus”.
“He aprendido a crecer sin amigos en la vida. Mi familia son los únicos amigos que tengo”.
Haruna no tiene piernas, cadera, tiene un sólo brazo, y era transportada en balde porque su familia no tenía dinero para comprar una silla de ruedas. Por eso, ella junto con su hermano de 14 años, se dedican a mendigar.
Quien decidió dar a conocer la historias fue el fotógrafo Mohammed Maikatanga, que posteó las imágenes en su cuenta de Facebook.
Poco a poco comenzaron a llegar decenas de mensajes y ofertas de ciudadanos de todo el mundo dispuestos a prestar su ayuda a la olvidada Rahama, a través de quienes llegó una silla de ruedas de regalo.
Rahama explica que su vida no ha sido fácil, que no puede hacer mucho por su cuenta , que creció hasta comprender que es diferente de otros y acepto su situación de buena fe.
“Me llevó mucho tiempo comprender que no todas las personas son iguales. No me importa. Me considero afortunada de estar viva”, aseguró la joven.
Sin duda un ejemplo de supervivencia que nos hace pensar en lo afortunados que somos y que poco nos detenemos a pensar en ello.
